Cómo trabajar para un idiota. John Hoover. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: John Hoover
Издательство: Parkstone International Publishing
Серия:
Жанр произведения: Самосовершенствование
Год издания: 2011
isbn: 978-84-315-5452-1
Скачать книгу
pizza.

      d. Todas las anteriores.

      2. Al recibir la orden de reducir el personal a mi cargo…

      a. Me fijo en los resultados de cada trabajador en el equipo de fútbol del departamento.

      b. Me deshago de las personas que me desafían y me hacer pensar e innovar.

      c. Pido una pizza.

      d. Todas las anteriores.

      3. Cuando recibo órdenes de aumentar la producción, yo…

      a. Amenazo con despedir a las personas que me desafían y me obligan a pensar e innovar.

      b. Empiezo a escribir una lista de personas culpables de la baja producción.

      c. Pido una pizza.

      d. Todas las anteriores.

      4. Cuando recibo órdenes de reducir costes, yo…

      a. Cancelo la cena de empresa de Navidad.

      b. Obligo a los trabajadores a comprarse el material de oficina.

      c. Obligo a los trabajadores a pagarse su pizza.

      d. Todas las anteriores.

      5. Cuando recibo órdenes de premiar a los trabajadores por su esfuerzo, yo…

      a. Me fijo en las camisetas de los trabajadores que juegan en el equipo de fútbol del departamento.

      b. Dejo que los trabajadores encarguen material de oficina extra. c. Pido una pizza.

      c. Todas las anteriores.

      Cada respuesta a vale un punto; las b, dos; las c, tres y, por último, las d, cuatro. Las equivalencias de la puntuación total son las siguientes: cuatro puntos, estúpido sin más; de cinco a doce, un verdadero idiota; de trece a diecinueve, un completo idiota; veinte puntos, un idiota colosal. ¿Has respondido pensando en tu jefe? ¿Qué tal le ha ido?

      «C» asesina n.º 3: combatir con el jefe

      Esta «C» suele ser asesina porque muchos i-jefes son legendarios por su costumbre de tomar decisiones malísimas y obligarte a acatarlas sin protestar o, lo que es peor aún, a encargarte del trabajo sucio. En la medida en que puedas influir en tu jefe para tomar una decisión más acertada, por favor, utiliza tu energía. En los próximos capítulos encontrarás técnicas para ejercer influencia en aquellos puntos donde tengas una autoridad limitada. De momento, averigua cuándo es mejor agachar la cabeza y seguir las instrucciones de tu jefe para, en un futuro, conseguir un ascenso.

      No estoy sugiriendo, y jamás animaría a nadie a creerlo, que la resistencia es inútil, sobre todo cuando se trabaja codo con codo con un jefe incompetente. Eso sería abdicar del poder que sí tienes para tomar decisiones bien fundadas respecto a tu vida y trabajo. Pero está en tus manos comportarte como una persona sensata y decidir cuándo es mejor seguir el curso del río, flotar en el agua o remar a contracorriente. Los riesgos que estés dispuesto a asumir dependen únicamente de ti. Nadie puede arrebatarte esa decisión, ni tampoco tu dignidad.

      Discutir con el jefe significa alejarse de la responsabilidad de hacer lo que se te ha pedido y no protestar al respecto, o de no hacer lo que se te ha pedido y no protestar al respecto. No, no me refiero a que debas cerrar el pico literalmente y convertirte en un pasivo-agresivo. Lo que quiero decir es que no deberías murmurar tu desagrado, rezongar, gimotear, tratar a la gente o a sus ideas de «estúpidos» ni enzarzarte en una discusión torpe o inútil. Cuando veas que estás a punto de rebatir una minucia, un asunto sin importancia, piénsatelo dos veces antes de hacerlo. Discutiendo con el jefe sólo conseguirás forjarte una reputación horrenda, convirtiéndote en un compañero insoportable en vez de una persona con ideas creativas y sentido común. Lo mismo ocurre cuando despotricas del jefe. ¿De verdad es tan importante ganarse la aprobación de los trabajadores más descontentos y asqueados? ¿Dónde quieres que coloquemos tu foto en el diccionario: junto a fastidio o al lado de buenas ideas y sensatez?

      He aquí algunas pistas que te ayudarán a resistir la tentación de discutir con él:

      1. Da igual el trabajo que tu jefe te encargue: hazlo con dignidad. No digo que te pasees por la oficina cantando The Greatest Love of All de Whitney Houston, a menos que te guste hacerlo. Mi mensaje es que aunque tu i-jefe te obligue a hacer tareas cutres no tienes por qué comportarte de un modo cutre. Hagas lo que hagas, muestra una conducta respetable hacia los demás.

      2. Si quieres rebatir algo a tu jefe, empieza a practicar la frase proverbial «Sí, y…» en vez del típico «Sí, pero…» o el simple «Pero…». Por ejemplo, puedes decir «Si vamos a seguir por ese camino, creo que deberíamos tener los ojos bien abiertos y estar preparados para adaptarnos a cualquier respuesta que podamos recibir». Ale, ya está, ya lo has dicho y nadie puede discutírtelo. Estás comportándote de forma estratégica, y tu jefe sentirá que le estás guardando las espaldas.

      3. Cuando tus compañeros de trabajo, o incluso tus subordinados, intentan inducir un comportamiento agresivo en ti o tratan de animarte para que te pelees con tu jefe, reconduce la conversación hacia el principio que estás tratando de seguir. Di, por ejemplo, «Ya lo sé, ya lo sé», porque en realidad lo sabes. Ya lo has pillado. Pero de inmediato añade algo como «El problema que estamos solucionando aquí es…».

      El mito de la imitación

      Mucha gente se gana ascensos y llega a ser jefe sin tan siquiera haber participado en un taller de liderazgo o realizado una formación de desarrollo personal. Por este motivo, es muy habitual que los jefes idiotas imiten las formas de liderazgo y las prácticas de sus predecesores. Así es como aprendemos a ser padres, ¿verdad? O hacemos lo mismo que ellos o lo contrario, y ninguna de las dos opciones es la mejor en la mayoría de los casos. Ya que los i-jefes no están preparados, formados ni aclimatados a las prácticas más acertadas para un liderazgo efectivo, su aprendizaje depende de ti. Ese es tu pequeño secreto. Prepara tu programación didáctica y sé constante con ella.

      Imagina que eres un detective forense del CSI. Fíjate en las fotografías y cuadros que tu i-jefe cuelga en las paredes de la oficina y qué objetos coloca con orgullo a su alrededor. ¿Qué animales están dibujados en el calendario? Presta especial atención a las palabras y expresiones que utiliza. ¿Tu i-jefe sabe escribir sin faltas de ortografía? ¿Sabe utilizar un ordenador? ¿Podría construir uno? ¿Es capaz de crear software? ¿Puede deletrear esta última palabra? ¿El niño que aparece en la fotografía de su escritorio es feo a morir? ¿Puedes armarte de valor y alabar a tu i-jefe por todas las cosas por las que siente un evidente aprecio y cariño, incluyendo el niño (no muy mono) que sólo una madre podría querer? Ten paciencia; esto no ocurre de la noche a la mañana. Por lo menos así tendrás una motivación en el trabajo. Piensa que de este modo podrás estar satisfecho, pues así estás mejorando el entorno laboral de todos tus compañeros. No te sientas como un trepa ni te culpes por tratar de mejorar la relación con tu jefe: se trata de pura supervivencia. Considérate un misionero de los incompetentes. Estás limpiando el depósito de agua de todos los pececitos que nadan en ese acuario; eres uno de los buenos.

UNA REGLA TÁCITA PARA EL ÉXITO LABORAL: NO ERES INVISIBLE

      Recuerda que uno jamás puede no comunicarse. Es bastante probable que la gente te observe y lo haga en mayor grado de lo que imaginas. Esta regla implícita del éxito laboral sorprende a muchas personas cuando la escuchan por primera vez porque debería tratarse de algo muy obvio. Tu futuro dependerá de conversaciones que tienen lugar cuando tú no estás presente. La decisión de concederte un aumento de suelo o un ascenso, de renovarte el contrato o despedirte, se tomará cuando tú no estés en el despacho, y tendrá lugar en el cursillo de golf, en el hotel, en el restaurante o allí donde la decisión pueda tomarse, vaya. Para cuando alguien se siente frente a ti para comunicarte la decisión, los mismos que la tomaron ni se acordarán de ella. Tú y yo debemos aprender no sólo a intuir qué se puede decir en ese tipo de conversaciones que ocurren en nuestra ausencia, sino también a asegurarnos de que podemos modificarlas como queramos, para empezar.

      Si