En su momento escribí este libro básicamente para desahogarme de forma humorística, pero enseguida descubrí que muchísima gente lo compraba porque estaba desesperada. Las críticas que dejaba la gente en Amazon.com sobre la primera edición se convirtieron en un curioso debate entre lectores con un gran sentido del humor y otros que albergaban fantasías homicidas sobre sus jefes. Hubo quien compró el libro porque esperaba humor, logró su objetivo y se lo pasó pipa. Cinco estrellas. También hubo alguno que esperaba que la primera edición contuviera técnicas y métodos secretos aún sin publicar para desbancar a un jefe sin ser descubierto. Algunos lectores creyeron que mi intención era compartir distintas formas de enfrentarse al jefe, hacerle papilla y encima ser recompensado con un aumento de sueldo y viajes con todos los gastos pagados a Filadelfia, o quizá pensaban que se convertirían en el centro de los aplausos y que la gente les arrinconaría pidiendo autógrafos en su camino a la cafetería de empleados o a las ferias comerciales del sector.
Estos últimos lectores sufrieron una gran decepción y así lo describieron en sus mordaces reseñas, llamándome farsante e impostor por haberles prometido que les enseñaría cómo trabajar para un idiota, cuando el verdadero aprendizaje para trabajar con un idiota es no ser el idiota. Algunos críticos de Amazon.com a quienes les gustó el libro empezaron a atacar a aquellos lectores que lo odiaban, enfatizando que estos no habían entendido el mensaje principal; de esta manera, la página de críticas de Amazon.com se acabó convirtiendo en un foro.
Por desgracia, ninguno de los dos bandos del debate pilló un detalle del mensaje, lo cual deja en evidencia mi paupérrima capacidad como comunicador. Aquellos que leyeron la primera edición y se desternillaron de risa supieron apreciar la sátira y el sacrilegio, pero obviaron algunos mensajes sustanciales basados en cómo manejar al jefe. Aquellos que compraron el libro y leyeron entre líneas en busca del mensaje secreto e invisible, la pista de unas instrucciones ocultas para llevar a cabo un jeficidio a prueba de balas, el crimen perfecto por el que ningún jurado del mundo llegara a condenarlos, no encontraron nada de eso y se sintieron engañados por el autor.
Pero el corazón se me rompió definitivamente cuando recibí numerosos correos de distintas partes del mundo (la primera edición se tradujo a casi una veintena de idiomas) en la página www.howtoworkforanidiot.com, en los que se me decía que muchos de los que habían comprado el libro – el cual les había encantado y con el que se habían reído a carcajada limpia, llegando incluso a dejar un ejemplar encima del escritorio de sus peores enemigos mientras estos estaban fuera para, de este modo, asegurarse de que lo vieran– no consideraban que la información sobre la gestión de los jefes que contenían estas páginas fuera legítima. Después de que algunas personas perdieran su trabajo o no recibieran el ascenso que tanto ansiaban en su empresa, me escribieron relatándome su momento de revelación cuando comprendieron lo siguiente: «Oh, realmente existe un arte y una ciencia sobre la gestión de los jefes y se suponía que debía hacer esto». Esto le ocurrió a un gran periodista, quien escribió una excelente crítica sobre el libro, aunque decidió desafiar a su nuevo y jovencísimo director y recibió una carta de despido como respuesta a sus esfuerzos.
El tono de este libro es claramente irreverente porque, además del despilfarro de dinero, el fraude, la negligencia o la estupidez, nada consume los recursos más valiosos de una empresa con mayor rapidez que las vacas sagradas. Estas pastan en un campo sagrado en casi todas las empresas, incluso en las organizaciones sin afán de lucro. Siempre me he topado con ellas. Las vacas sagradas y el campo sagrado forman parte de una cultura no documentada que a nadie se le permite reconocer públicamente, por no hablar de desafiarla. Tan sólo un puñado de líderes empresariales adquirieron ejemplares de la primera edición de Cómo trabajar para un idiota con el fin de que sus empleados leyeran el libro, porque la mayoría de ellos sentía que esto violaría de manera explícita el código empresarial del «no ver, no oír y no decir nada malo». Tenían razón: infringía este código.
Sólo porque los trabajadores no se paseen por la oficina insultando a sus jefes y llamándoles idiotas a la cara no significa que no lo piensen. Sólo porque los empleados no se enzarcen en peleas a vida o muerte entre sí no significa que trabajen a gusto. Hay mucho más poder y, por lo tanto, un mayor peligro potencial en lo que la gente encierra en su corazón que en aquello que decide mostrar a los demás. Cualquiera que lleve bastante tiempo en una empresa es consciente de que la compañía opera siguiendo unas reglas tácitas y según un organigrama no oficial. Fingir lo contrario sería actuar como una de esas figuras de los tres monos sabios que ni ve, ni escucha, ni dice nada malo.
Tal como dijo una vez Mark Twain, «las vacas sagradas hacen las hamburguesas más sabrosas». Siento que mi misión como buen cristiano es cuidar del ganado, alimentar a los pobres con carne de vacuno y vestirlos con pantalones, chaquetas, cinturones, zapatos, sombreros y guantes de cuero que antaño fueron reses sagradas que pastaban por propiedades sagradas. Pero no te sorprendas si es tu propiedad la que está en juego. He aquí la verdad: «Nadie ha avanzado jamás en su carrera profesional haciendo quedar a su jefe como un inútil». (De todos modos, los jefes no suelen necesitar ayuda para eso). Tu brillantez como empleado viene de ayudar a tu i-jefe a brillar, no de eclipsarle. Tu próximo ascenso o despido dependerá de una conversación que tendrá lugar cuando tú no estés cerca. Todo lo que pienses, digas y hagas, incluso cuando creas que nadie está prestándote atención, aparecerá en dicha conversación.
Este libro contiene respuestas auténticas para problemas de verdad, incluyendo:
– Idioma idiota: cómo hablar y entender correctamente el idioma de tu jefe idiota.
– Comida idiota: qué hacer durante una comida cuando tu i-jefe tiene un trocito de lechuga entre los dientes.
– Talento desaprovechado: cómo parecer más tonto que tu jefe y conservar el trabajo.
– Castigo basado en la competencia: cuando pagas el precio por hacer las cosas bien.
– Reconducir la ira: porque guardar rencor a tu jefe es como beberse una copa de veneno y esperar que sea él quien estire la pata.
– Estupidez situacional: porque no todos los jefes son idiotas y no todos los idiotas son jefes; la flexibilidad es fundamental en el mundo de los incompetentes.
Esta nueva edición contiene dos tipos nuevos de jefe: el jefe reacio y el jefe inepto, además de nuevo material sobre cómo todos los tipos de jefes se alinean en una matriz de diez características y competencias de liderazgo. Tal y como verás, algunos de los resultados son bastante aterradores. Esta nueva edición trata la estupidez situacional de un modo más contemporáneo y afilado, lo que, con toda probabilidad, me acarreará más pleitos que la primera edición. Además, en esta nueva edición también hay más conversaciones transgeneracionales. Los miembros de la vieja escuela charlan con los de la generación Y, y viceversa, en busca de un terreno común.
La lectura de este libro en una reunión, cuando se supone que debes estar prestando atención, no es muy recomendable, porque reírse a carcajada limpia puede ser motivo de despido. (Quizá te estés riendo de ti mismo, pero tu i-jefe no lo sabrá). Tampoco se recomienda leerlo durante el inicio de un discurso, sermón o funeral si quieres que tu esposa, marido o hijos vuelvan a dirigirte la palabra. Toma precauciones cuando lo leas en un avión, pues, hoy en día, muchos pilotos llevan armas. Si tienes la suerte de que no te disparen, puede que las autoridades locales te lleven a un calabozo de tu ciudad de destino, donde permanecerás alrededor de setenta y dos horas arrestado. Caveat emptor.
Quizá tengamos la oportunidad de trabajar juntos en un taller de coaching y podamos examinar la situación de tu jefe a través de una lente lo bastante afilada para revelar las verdades más ocultas, tanto de él como de ti. Lo creas o no, lo pasaremos en grande, tanto como lo harás tú al leer esta nueva edición. Quizá en un momento dado te entren ganas de golpearme con mi libro. Tal como decía el personaje de John Nash en la película Una mente maravillosa,