Afortunadamente, incluso los planes más mediocres esconden algunos movimientos brillantes. De hecho, no son pocos los libros de ajedrez que, como si de colecciones de hechos maravillosos se tratase, describen las jugadas con que muchos grandes maestros han transformado en victoria lo que parecía una irremisible derrota, y no porque su plan de ataque hubiera sido siempre el de simular errores y hacer caer en una celada al contrario para deslumbrarlo finalmente con el relámpago de un mate insospechado (aunque tampoco es demasiado raro este caso), sino porque su genio les permitió encontrar al fin una rendija por la cual volver a ver la luz y retomar la iniciativa. Esta es, sin duda, la diferencia que hay entre la posesión de un buen plan de juego y la capacidad para descubrir las posibilidades inmediatas de una posición determinada. Y, como se comprenderá, siempre será más factible y fiable un buen plan que la esperanza de una inspiración final, sobre todo si el rival es mucho mejor de lo que se esperaba.
La importancia de una buena defensa
También es infinito el número de las equivocaciones garrafales contra las que es preciso mantenerse alerta como primerísima medida defensiva, ya que es igualmente cierto que existe un gran número de jugadores astutos que esperan conseguir más del error ajeno que de su iniciativa, lo cual, a fin de cuentas, no es sino otra más de las muchas formas en que puede enfocarse la táctica ajedrecista. Consiste en basarse más en la experiencia y en el estudio de jugadas muy representativas que en la visión, la intuición y la creatividad.
Pero como bien saben los cazadores de deslices ajedrecísticos, estos no tienen siempre la misma trascendencia. El error de un principiante, por lo común, es suficiente para decidir la partida en el término de unas cuantas jugadas. Por el contrario, el error de un maestro puede no hacerse evidente hasta después de una larga lucha, cuando los expertos lo extraen de entre una montaña de aciertos y hacen valer las debilidades y las insuficiencias a que dio lugar.
La trascendencia de las equivocaciones
Bien es cierto que la experiencia se alimenta de equivocaciones. De hecho, el error y no el acierto ha sido el maestro de las grandes figuras del ajedrez de todos los tiempos, por lo que no falta razón a quienes sostienen que en el tablero los aciertos pasan y los errores se quedan.
Las consecuencias que tienen las equivocaciones sobre el resultado final de la partida dependen sobre todo de la fase en que se cometan, y van desde lo leve a lo demoledor. Según los grandes maestros, calculando sobre un máximo de 10 puntos la incidencia de las equivocaciones y advirtiendo que la puntuación aumenta de dos a tres puntos cuando no se tiene la iniciativa y se está a la defensiva, se puede establecer una tabla del valor de los errores en función de la fase de la partida en que se cometen:
Pero, obviamente, se trata de una apreciación subjetiva, ya que deben considerarse también otros factores, como el número de errores cometidos, puesto que con frecuencia uno induce a otro.
La apertura
Pocas situaciones generan tanta inquietud en el jugador de ajedrez como la elección del primer movimiento y de la sucesiva secuencia de movimientos que responden a los requisitos fundamentales de la apertura. Es por ello que deben tenerse en cuenta los siguientes aspectos:
– la coherencia en los movimientos que deben constituir la secuencia de jugadas de un plan determinado;
– la coherencia de los mismos movimientos entre sí;
– la previsión y obstaculización de las necesidades del juego del adversario.
Los diferentes factores estratégicos de una posición nos proporcionan los medios para determinar los objetivos hacia los que se dirigen los planes ya formulados. Los motivos tácticos, acompañados del análisis y de un adecuado cálculo, nos ofrecen los medios para realizar los planes que se han elaborado. El ejercicio y la práctica nos darán, con el tiempo, la técnica para conseguir resultados satisfactorios.
A la luz de todo esto, podemos decir que todos los medios para desarrollar correctamente una partida están a disposición del principiante. Hablando de ejercicio y práctica, y necesariamente de tiempo, no podemos ignorar la experiencia de quien ha jugado antes que nosotros. Los conocimientos de los demás han dado como resultado todo lo que se sabe sobre el juego del ajedrez (incluso este libro no es otra cosa que el resultado de años de práctica). Las reglas que hemos presentado hasta ahora no existían antes de que alguien las descubriera a través de muchas partidas de ajedrez que se jugaron realmente, y todos los libros y publicaciones existentes no son otra cosa que una codificación y una generalización de las experiencias y del análisis relativo. Prueba de ello es el hecho de que no en todas las situaciones que se presentan durante una partida se pueden aplicar las mismas reglas. Por ejemplo, al final de una partida es esencial el uso activo del rey, que se convierte en una unidad táctica de relieve, mientras que en el medio juego, y más todavía en la apertura, es aconsejable no utilizarlo como pieza activa, ya que correría el riesgo de ser atacado por otras piezas que tienen un aporte táctico superior.
Estudiar la apertura, así como los motivos tácticos o los temas estratégicos, significa atesorar la experiencia conseguida por los demás.
Para que esto se realice de un modo más provechoso, es necesario que este estudio se haga de una manera completa.
Existen muchas publicaciones sobre ajedrez. Las más divulgadas son las monografías que hacen referencia a determinadas aperturas. Existen libros que estudian exclusivamente la defensa francesa, la defensa siciliana y otros la apertura italiana, la española, etc.
También hay monografías más especializadas que describen determinadas variantes de cada apertura. Quien quiera estudiar las variantes de cada apertura ha de tener, no sólo el tiempo, sino también los recursos suficientes para adquirir la documentación necesaria.
Existen también publicaciones menos especializadas pero más aptas para darle al principiante una información general sobre las aperturas a través del análisis de partidas realizadas por grandes maestros del pasado y del presente, las líneas estratégicas generales que caracterizan la fase inicial del juego y las aplicaciones de la táctica en el medio juego y en el final.
Lo más aconsejable es que el principiante se dirija a este tipo de estudios. El examen sistemático y específico quedará para más tarde, cuando las características generales del juego estén bien claras, así como las grandes líneas estratégicas de una partida. Si el principiante empezase enseguida con un estudio sistemático correría tres grandes riesgos: podría aburrirse tanto que podría llegar a abandonar el juego antes de empezar a estudiarlo; si, por el contrario, hubiera superado este peligro, podría empezar a memorizar un determinado número de variantes sin entender ni su significado ni los motivos que las determinan y, por tanto, sin adquirir la capacidad suficiente para escoger las respuestas más adecuadas a las situaciones que se presentan con posterioridad; finalmente, el riesgo más común está determinado por un movimiento imprevisto: ¿qué ocurriría si nuestro contrincante realizase una jugada que no está en ninguno de los libros que hemos memorizado? Si nuestro adversario es un buen observador y aprecia ese detalle, o no conoce de memoria la teoría de esa apertura, pero considera que el movimiento que ha realizado es bueno, nos obligará a utilizar nuestra capacidad de análisis y no nuestra memoria, por lo que si no nos hemos ejercitado previamente, a buen seguro tendremos serios problemas.
No pretendemos tratar aquí de las propiedades de todas las aperturas, sino que nos limitaremos solamente a describir, a través del análisis de algunas partidas y de las líneas generales de sus aperturas, un sistema de estudio que permita conseguir un aprendizaje razonable de las aperturas.
Después será problema del estudiante elegir las aperturas que considere mejores en función del estilo de juego que vaya adquiriendo con la práctica.
Aperturas abiertas
Son las que resultan del primer movimiento 1.