Estudios históricos del reinado de Felipe II. Fernández Duro Cesáreo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Fernández Duro Cesáreo
Издательство: Public Domain
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Жанр произведения: Зарубежная классика
Год издания: 0
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de Aguilar.

      Álvaro de Luna.

      Jerónimo de Sande.

      Juan Ortiz de Leyva.

      Frías.

      Martín Galarza.

      Alonso Escobar.

      Alonso Golfín.

      Bravo.

      Gaspar de Tapia.

      Juan Paulo.

      Pedro de Aguayo.

      Juan Daza.

      Francisco Rota.

      Francisco Collazos.

      Álvaro de Luna.

      Clemente, siciliano.

      Gabriel Girardo.

      Georgio, siciliano.

      Stefano Palavicino.

      Charles de Vera.

      Mos de Indón.

      Mos de Lampujada.

      Álvaro de Lara.

      Julio Malvesín.

      Gaspar Peralta.

      Juan Antonio Spínola.

      Jerónimo de Montesoro.

      Constantino Sacano.

      Giuseppe Tremarchi.

      Juan Andrea Fantone.

      Pedro de Vida.

      Pedro de Juan.

      Lucas Calabres.

      Pedro de Almaguer.

      Juan de Zayas.

      Perucho Morán.

      Juan de Zayas.

      Juan de Castilla.

      Luis de Aguilar.

      Diego de Santa Cruz.

      Pedro de Vargas.

      Bernardino de Velasco.

      Sebastián.

      Bernardo de Quirós.

      Piantanigo.

      Borja.

      Guillén Barbarán.

      Garay.

      Fuentes.

      Juan Pérez de Vargas.

      Diego de Vera.

      Antonio Dávila.

      Alférez, Sedeño.

      Herrera.

      Beltrán.

      Serrano.

      Pedro Ginovés.

      Hidalgo.

      Francisco Ortiz Zapata.

      Diego de Castilla.

      Martín de Ulloa.

      Andrea Espinguel.

      Rodrigo de Cárdenas.

      Valdés.

      Comisario, Pacheco.

      Contador, Juan de Alarcón.

      APÉNDICE I

      RELACIÓN

       de la jornada que hicieron á Trípol de Berbería las armadas católicas, años 1560 y 61. 38

      Fray Parisote, Maestre de los Caballeros de San Juan, codicioso de adelantar y ennoblecer su religión, como buen administrador della, teniendo siempre ante los ojos la perdición de Trípol, con deseo de recobrarle, aunque no se había perdido en su tiempo que él gobernaba, sino en el del Maestre pasado, ansí por enmendar el daño que los turcos habían fecho en cosas de la Religión, como por el mal y desasosiego que daban á Malta los cosarios que en Trípol se recelaban, viendo la paz y hermandad que de nuevo había entre los Reyes de España y Francia, parecióle oportunidad para anteponer la impresa, comunicándolo primero con el Duque de Medinaceli, que al presente estaba en el gobierno de Sicilia, porque á él como Visorrey de aquel reino tocaba ser General de la impresa cuando se hobiese de hacer.

      Al Duque paresció muy bien lo que el Maestre procuraba, porque allende del beneficio grande que venía al reino quitando un tan mal padrastro, de cabo él por su parte desearía hacer alguna cosa en Berbería, digna de memoria, como lo había hecho el Visorrey pasado Joan de Vega en la tomada de Africa, y ansí acordaron de escrebir los dos al Rey sobrello, encargando la solicitud del negocio al Comendador Guimarán, que se hallaba en la corte.

      No pareció mal al Rey lo que el Maestre y Visorrey demandaban, por amparar y favorecer una religión de tanta antigüedad y nobleza, con el amor y afición que lo había hecho la buena memoria del Emperador, su padre, y los Reyes de España, por el beneficio y quietud que resultaría á sus vasallos.

      Trató el negocio con los que se hallaban allí en corte, que lo entendían, y no contento con esto dió parte dello al Príncipe Doria, para no hacer cosa sin consejo y parecer de un hombre de tanta reputación y que con tanta afición y lealtad había servido siempre, y de más experiencia en semejantes cosas más que otro alguno.

      En este medio, el Maestre y el Duque tornaron á escrebir sobre el mismo negocio á S. M. Estaba de partida para España, y viendo la respuesta del Príncipe, escribió al Duque de Medinaceli que hiciese la jornada con el consejo y parecer del Príncipe Doria y del Maestre y Duque de Florencia, que había de enviar sus galeras. Para ello mandó al Duque de Alcalá, Visorrey de Nápoles, que diese la infantería española de aquel reino, y que D. Alvaro de Sande, coronel della, la llevase, con la que el Duque de Sesa, gobernador del estado de Milán, daría. Escribió ansí mismo á Joan Andrea, General de la mar, que fuese á servir en la jornada con sus galeras, sin apartarse de lo que el Duque de Medinaceli hobiese menester del armada. Á D. Sancho de Leyva, General de las galeras de Nápoles, escribió mandándole que llegados en Berbería saliese en tierra con el Duque, y en el progreso de las cosas de guerra le aconsejase, como prudente, todo lo que hobiese de cumplir, y al Duque escribió que no hiciese cosa sin dar parte á D. Sancho.

      El Visorrey, vista la orden de S. M., avisó al Maestre para que toviese en orden las galeras y gente que había de servir en la jornada, y por su parte entendió en buscar dinero para las provisiones que eran menester, y para pagar los soldados españoles de la isla, que se les debían catorce pagas, y para hacer de nuevo gente envió á Caldes, caballero de la Orden de Santiago, á Nápoles, á demandar la gente y artillería que le habían de dar.

      Al Duque de Alcalá no le pareció, en tiempo tan sospechoso, quitar los presidios de las tierras de marina, estando como estaba el armada del gran Turco á la Belona y teniendo la nueva que tenían de la muerte del Rey de Francia, que por este mismo respeto el Duque de Sesa había suspendido el licenciar la gente, por no estar bien acabada de confirmar la paz.

      Todos los ministros de S. M. estaban á la mira si con el nuevo Rey hobiese nuevo acuerdo en lo de la paz, y ansí acordaron en Consejo que Don Alvaro de Sande viniese á Mesina, como vino; y hallando quel Visorrey daba priesa á las provisiones, con deseo de llevar adelante la empresa, y viendo esta determinación, por no perder tiempo, partió D. Alvaro con las galeras á Génova, para ir de allí á Milán por la gente.

      Severino fué por pagador, con los dineros, y dió la paga en Génova, de manera que anduvo después en pleito con los maestros racionales, que no se le daban por bueno, aunque daba por excusa que D. Alvaro se lo había mandado hacer ansí.

      Mientras D. Alvaro fué á Milán, el Duque despidió capitanes para que hiciesen gente en Sicilia y Calabria y repartió por todas las tierras de la isla, que cada una diese tantos gastadores. Destos hicieron compañías con sus capitanes y banderas.

      Entre tanto que la gente de guerra se recogía á Mesina, se entendía en embarcar la artillería y municiones y vituallas. Todo esto era tan bueno y en tanta abundancia, que sobraba para doblado ejército del que había de ir. Desluciólo todo la poca maña que el Comisario D. Pedro Velázquez tuvo, ansí


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Academia de la Historia, Colección Salazar, G-64.