No puedo clasificarlo puesto que es precisamente el Único, la Imagen singular que ha venido milagrosamente a responder a la especificidad de mi deseo…” “…intuyo que el verdadero lugar de la originalidad no es ni el otro ni yo, sino nuestra propia relación. Es la originalidad de la relación lo que es preciso conquistar”…
Encontramos tanto en Barthes , como en Winnicott el acento en lo que acontece en el seno de la relación que acompaña esa satisfacción con el objeto parcial, lo original de la relación. Acento dado en la intimidad del encuentro, en el entrecruzamiento singular que Winnicott llama “acoplamiento madre criatura”.
La pulsión y sus vicisitudes en el encuentro con el otro. La incidencia de la dimensión amorosa.
Podemos pensar los aportes de Winnicott como una prehistoria de la constitución de la dimensión pulsional desde los modos de darse los inicios de la constitución subjetiva, en los tiempos presubjetivos de la dependencia primaria.
J. A. Miller sostiene que es necesario establecer la relación entre la pulsión y la demanda de amor. La pulsión, como Drang, como empuje, se dirige a otro. Es una demanda muda. En la clínica, la pulsión no se puede interpretar. Se interpreta el deseo.
En los inicios de la constitución subjetiva, frente a la demanda pulsional, el otro puede responder acompañando la satisfacción, como objeto parcial, satisfaciendo o sin satisfacer la demanda de amor. Según Lacan el amor es dar lo que no se tiene. Es, desde su perspectiva, asumir la dimensión de la falta, es, desde la inscripción de esa falta en el psiquismo, que “te anhelo” , y es desde esa misma falta que “te hospedo” y “te dejo partir”.
Consideramos que Winnicott se ocupa fundamentalmente de esa demanda muda. Sus desarrollos son una versión de la respuesta del Otro a la demanda de amor que acompaña la satisfacción pulsional. Respuesta que se transmite en los modos de brindar la experiencia de satisfacción, en el tino, el tacto, el sentido de la oportunidad. En ese sentido, sus aportes enriquecen la perspectiva para pensar la constitución subjetiva, el narcisismo y la dimensión pulsional pudiendo pensarlos en una dimensión intersubjetiva.
En la clínica abren nuevas posibilidades de incidir en la dimensión pulsional. Al incluir el holding, handling, el valor del trato en el tratamiento, el analista brinda nuevas experiencias vividas en transferencia que hacen diferencia en la repetición.
A mi modo de ver, este acontecer entre paciente y analista, que hace diferencia , puede incidir en las escisiones, invitar a investir, y de ese modo intervenir en la dimensión pulsional. Esta experiencia de la diferencia genera nuevas interrogaciones acerca de aquello vivido y no experimentado en tiempos presubjetivos. Facilita también conjeturar construcciones. No es lo mismo que una construcción surja de una experiencia vivida en transferencia, que de la mente del analista.
Pensamos con Winnicot la afirmación, “Amor que consiste en dar lo que no se tiene”. La ilusión no la tiene la madre, no es una posesión, su modo de dar la hace posible, le permite al infans sentirse creador de lo que encuentra, hallar-crear el objeto.
El infans vive el ”ser uno con la madre”, el ser siendo. La madre, juega el “somos uno, somos dos.” Aun cuando da de comer, “se da” a los juegos subjetivantes en el modo de darse. Un darse desubjetivante que permite una apropiación subjetivante por parte del infans. Amor que construye elaboración imaginativa personal. Construye imaginario a medida de la singularidad del encuentro. Recordemos a Barthes, la originalidad de la relación. Esta experiencia puede darse o no. En este primer encuentro, la madre puede también incitar acatamiento, provocar una intrusión, diferentes modos de no poder responder a la demanda de amor.
Dice Barthes: “TE AMO. La figura no remite a la declaración de amor, a la confesión, sino a la proferición repetida del grito de amor.
Fantaseo lo que es empíricamente imposible: que nuestras dos profericiones sean dichas al mismo tiempo: que una no siga a la otra, como si dependiera de ella. De ahí parte un nuevo aspecto del te-amo.
Éste no es un síntoma, es una acción. No es pues suficiente que el otro me responda con un simple significado, aunque sea positivo.
Te amo, dice Pelléas. lo que importa es la proferición física, corporal, labial, de la palabra: abre tus labios y que salga (aunque sea obscena). Lo que quiero, desvariadamente, es obtener la palabra.
¿Mágica, mítica? …
En el mito: el Holandés Errante vaga, en busca de la palabra; si la obtiene (a través del juramento de fidelidad), dejará de errar (lo que importa al mito no es la empiria de la fidelidad, es su proferición, su canto).”
La magia de la proferición del te amo. Como no escuchar una alusión a esa experiencia viva, esa ilusión de identidad primaria experiencia viva de continuidad, revisitada en ese juego de grito de amor, de canto de fidelidad que alcanza el lenguaje en su proferición.
El amor se hace, es acto de amor en el que está presente el cuerpo en acto.
Prehistoria de la pulsión desde los modos de darse la
dependencia primaria
Me interesa discriminar que el hecho de que el holding y la experiencia de ilusión tengan por función el velar el registro de la dimensión pulsional por parte del infans, no implica la inexistencia de las pulsiones y sus destinos en estos tiempos fundacionales del psiquismo. Pienso que lo sexual, lo pulsional y sus destinos, se juega desde el inicio. Los trastornos en el desarrollo del ego deben ser pensados desde el punto de vista de la teoría pulsional, como trastornos en la recepción y tramitación de eso otro pulsional: aquello que proviene del cuerpo del infans y que no pudo ser recepcionado por la madre en un adecuado interjuego entre velarlo y dejarlo operar introduciendo discontinuidad, o sea, iniciando la inscripción de la diferencia, de la falta, de la desadaptación estructurante y necesaria. Sus ideas a cerca de verdadero self, de agresividad primaria no intencional, son ideas que pueden ser pensadas como los modos de la constitución de la dimensión pulsional desde la perspectiva de los modos en que el cuerpo viviente del infans y su demanda pulsional y amorosa pudo o no pudo ser alojada en el acoplamiento madre criatura.
Nuevamente, ¿Qué quiero en ti más que tú? y la idea de supervivencia del objeto.
La idea de supervivencia del objeto y su relación con el erotismo en
el amor.
La supervivencia del objeto alude al modo en que la madre puede responder a ese momento fundacional donde el infans necesita desde su gesto espontáneo alejarse, empujarla, repudiarla y olvidarla para luego reencontrarla, sin cambios de su parte que vehiculicen acusación o amenaza de desamor, de abandono. Esta experiencia de supervivencia es necesaria para terminar de diferenciarse y de instituir el yo distinto y diferenciado del no-yo. La falta de esta respuesta por parte de la madre interfiere el apropiarse del cuerpo, el moverse con libertad y despliegue pulsional que luego va a reflejarse en el despliegue erótico que permite gozar del otro -con el otro exogámico.
Un poder despreocuparse del otro para gozarlo o para gozar con el otro, ha de ser el aval que deja esa capacidad del objeto de “dejarse arrojar” y seguir estando, sin cambios significativos.
Esta idea permite pensar las vicisitudes de la neurosis obsesiva donde, por un lado, un excesivo control y respeto, por el otro se acompaña de actos compulsivos o de ideas obsesivas, que alimentan el sadismo del superyó. Por otra parte, el exceso de control alimenta la omnipotencia del pensamiento y el temor a hacer daño con el deseo. La omnipotencia del pensamiento coexiste con un fallo en la adquisición de la capacidad metafórica, del jugar con esos deseos. La capacidad de jugar con esos deseos “de devorar, apoderarse del otro”, acompañada de arrojo pulsional al hacer el amor es heredera de la supervivencia del objeto. Ese “objeto no protegido” libera al sujeto, le facilita la sustitución y le incita arrojo pulsional.
El goce con el objeto parcial y su relación con la transicionalidad, la capacidad metafórica experimentada en el