Escenas de escritura. Cristóbal Olivares. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Cristóbal Olivares
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789569441639
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la posición contra-dinástica. En este contexto, la autora describe al loser son como una figura que intenta evadir la experiencia de la castración, que la vive no como un paso necesario para la adultez sino como una vivencia insoportable de desmasculinización. De hecho, Losers Sons tiene que ver, en gran medida, con la ‘agresión masculinista’ que siempre puede esperarse de un hijo perdedor. Ciertamente se parece mucho a lo que representa la figura del burgués (tal vez el loser son sea esencialmente un burgués) que pervierte la posición del Amo en el Discurso del Capitalista (Lacan). En rigor, el hijo perdedor quiere ser Amo, pero rechaza asumir la heteronomía de la escena familiar; desea salir de la infancia sin pagar el precio de someterse al Nombre del Padre.

      Por lo general, Madre solamente intensifica el poder del padre al esconderse en recintos de protección –ella funciona como un anzuelo que atrae a los niños para que el Padre pueda acercarse a ellos. Ella es la trampa y el tropiezo del niño, capaz únicamente de instalar nuevos y mejorados registros de ambivalencia. El niño supone que ha encontrado refugio, pero la Madre luego resulta ser, simplemente, otra máscara del Padre. (“El buen perdedor…”, en este volumen)

      Para Ronell, quien nunca tuvo con Lacan los problemas que Derrida sí, el hijo perdedor se refugia en un gozo (jouissance) sin rodeos. Y de hecho sabemos por Lacan (Seminario 17) que la Madre es indisociable de un pensamiento del gozo y de la castración. Evadiendo la castración, cegándose entonces como Edipo por haber accedido sin límites a la Madre, la práctica política de los loser sons estremece porque toda acción que pongan en escena siempre tiene una impronta ambigua, megalomaníaca y suicida a la vez. Y de hecho, en la lista de loser sons que Ronell convoca desfilan personajes como Mohammed Atta, Osama bin Laden y George W. Bush Jr. Según la autora, el motivo de la escritura de Loser Sons habrá tenido que ver con una disposición muy marcada en los Estados Unidos, que exige cierta sensibilidad psicoanalítica: la de “infantilizarse a sí mismo” (2012, 15). Por cierto, remarquemos que esta disposición no es exclusiva del país norteamericano. Más bien, se trata de una disposición extendida a todo el universo neoliberal. Para bien y para mal, el imperativo del gozo que rige en el neoliberalismo no podría tener lugar sin la corrosión de las viejas instituciones patriarcales. El explosivo ascenso y caída de la Familia Piñera-Morel sólo es posible en esta escena. La evidente posición de loser son de Sebastián Piñera con posterioridad al 18 de octubre de 2019 no viene más que a confirmar algo que desde la década de los sesenta y setenta se manifestaba en la relación con su hermano José Piñera y que se tradujo, como es amplio conocimiento, en su devenir empresario y político megalómano. Pero no nos engañemos, esta tendencia a la infantilización de los loser sons de la que habla Ronell también irrumpe cuando Carabineros asume el resguado de la seguridad pública como un juego (“Hola jóvenes, los saluda el zorrillo”) y, particularmente, bajo ciertos rasgos de la estética de la Primera Línea, movilizada por las figuras heróicas de los cómics y de los videojuegos provenientes del neoliberalismo asiático y norteamericano.

      Retomando el hilo del texto de Avital Ronell, diremos que los loser sons habrán tenido en común el hecho de que sólo experimentarán la más profunda auto-afirmación en la más intensa autoagresión pero también en la más intensa agresión del otro, ya sea como destrucción del recurso simbólico pero también destrucción real del otro, a partir de la multiplicación de representaciones imaginarias en la que el otro tiene cabida sólo como enemigo: “Los hijos perdedores necesitan y se alimentan de una noción simplificada de enemistad [enmity]” (5). Los lectores y lectoras tendrán la responsabilidad de meditar, pues, sobre todos esos hijos perdedores que hoy por hoy movilizan el discurso de la guerra guerra económica, civil, guerra contra el terrorismo y últimamente contra la pandemia).

      Por últimos, quisiéramos hacer una salvedad con una subcategoría de los hijos perdedores: el buen perdedor (the good loser), que se distingue de las versiones más destructivas de la figura del hijo perdedor. El buen perdedor, al igual que los cantantes de blues (blues singers), dice la autora, es un “tipo noble de perdedor” (noble type of loser) que se distingue de la práctica explosiva de los sore losers (que es un concepto difícil de traducir, que tiene algo de resentido, pero también de enojado, adolorido, herido). El sore loser es el hijo perdedor que no pudo sublimar su aflicción (grief) y en esto se distingue el buen perdedor del resto de los perdedores: como un artista, como los cantantes de blues, sublima su auto-destructivi-dad. La puede sublimar en la música, así como en la literatura. En todo caso, para Ronell, de todos esos nobles perdedores, el mejor de todos habrá sido Franz Kafka: “Kafka es tal vez el mejor de los hijos perdedores en mi retrato grupal”, agregando además que era “el más consciente, el de mayor auto-control” y que sus “inscripciones posiblemente fueron las menos violentas” de las dejadas tras de sí por otros loser sons (cf. Ronell 2012, 3).

      Damos por finalizada la introducción a estas Escenas de escritura.

      SANTIAGO, ENERO DE 2020

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