Tres para una mesa . Ramón Illán Bacca. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ramón Illán Bacca
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789587463873
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etc., son componentes reveladores de un sentido de identidad cultural que será explorado por la escritura. Sobresaliendo, sin duda, el consciente y tenaz trabajo del escriba que asume su tarea como responsable de un ficticio engranaje de signos.

      Estos son los señaladores verbales de esa ineludible verdad poética a la que nos conduce el espejismo de la historia narrada. Al fin y al cabo, lo que importa cuando leemos es esa ineludible imagen de mundo que proyectan ante nosotros las palabras. Semejante a esa verdad que descubre el narrador en “Te enviaré rosas de Beirut”, el texto inevitablemente se comporta como “la ciudad que sólo existía durante el crepúsculo a condición de que alguien estuviera en capacidad de sostener su arquitectura con un poco de imaginación”. Ramón y Guillermo, dos de las tres voces aquí convocadas, acaban de partir y -como siempre- quienes permanecemos en esta orilla tratamos ahora de sobreponernos a tan triste e inesperado acontecimiento. No obstante – y ese es el inestimable valor de la tarea que ellos llevaron a cabo- la mesa ante nosotros queda bien servida; es la herencia literaria que nos dejan. Sin olvidar que, sentado a espaldas del trío invitado, está también la valiosa e insustituible complicidad del lector. Disfrutemos del banquete.

      Teobaldo A. Noriega, Ph.D

      30 de enero, 2021

      INTRODUCCIÓN

      Tres para una mesa son los invitados a participar en esta aventura editorial bautizada por Clinton Ramírez C.

      Tres escritores nacidos en el antiguo ámbito de la Zona Bananera del Magdalena, región al norte de Colombia -frente al mar Caribe y al pie de la Sierra Nevada de Santa Marta-, más conocida universalmente como Macondo.

      Aunque pertenecientes a generaciones distintas, todos a la vez muestran características fácilmente asimilables a una visión estética común, factor de cohesión derivado de la utilización consciente de atmósferas y sensibilidades afines.

      Los tres se presentan en este libro juntos, en tácito homenaje a su amigo y mentor Germán Vargas Cantillo, recientemente fallecido en Barranquilla. Pero, por demás, como certeros diseccionadores de su realidad.

      Guillermo Henríquez

      Barranquilla, mayo de 1991

      DON GERMÁN

      Así lo llamaban. Título de dignidad que él merecía en justicia, por su nobleza de espíritu. Pero siempre insistió −sin conseguirlo− en que no le sumaran el Don. Él era un ser que poseía muchos dones: el don de la amistad sincera, el de la maestría bondadosa, el del consejo transparente, el de la gracia espontánea.

      En Ciénaga él sentía fluir de una manera especial sus afectos y por ello era la tierra donde transitaba sin el Don. Siempre recordaba que en la antigua hacienda cienaguera de Papare había vivido por mucho tiempo uno de sus más queridos ancestros. Amaba ese pedazo del mar Caribe que en nuestras playas tiene un indefinible color provocado por la afluencia de ríos que bajan de la Sierra Nevada. Respiraba el encantamiento de las calles, las antiguas casas de acentuado estilo republicano y el Templete de la Plaza del Centenario, cuyos planos hizo el padre del admirado Alejo Carpentier. Disfrutaba nuestras tenidas donde nunca faltaban las historias de los fantasmas que según Gabito en Ciénaga aparecen a plena luz del día (a veces los mismos fantasmas no faltaban…Como aquel de Remedios la bella –o Rosario Barranco en la vida real− que le saludaban apagándole los focos de la estancia). Por todas partes veíamos al Nene Cepeda: sus relatos y los acontecimientos cotidianos se enlazaban entrañablemente en los corazones. Recordábamos a sus antiguos contertulios: Pedro Bonett y Armando Barrameda Morán. Y el ron caña, la literatura y el afecto corrían parejos.

      Era que cuando Germán llegaba a Ciénaga se desataban los hechizos de esta ciudad, que al decir de Cepeda “es el único sitio que conozco donde el tiempo, obediente a los relojes, se mueve en círculos y no hacia adelante como en todas partes”.

      Un 10 de julio de 1983 Germán bautizó el Grupo de Ciénaga y desde entonces sentimos que nos ha entregado el bastón tallado en la primera mitad del siglo por los ahora legendarios miembros del Grupo de Barranquilla. Nombres como los de Guillermo Henríquez y Clinton Ramírez, a los que se suma ese otro hijo adoptivo de Ciénaga que es Ramón Bacca, demuestran porqué Germán sintonizó tan fluidamente su espíritu con nosotros.

      Nunca olvidaremos las conversaciones con Germán llenas de frases cortas y silencios. Amaba a estos como ninguno, y a través de ellos enseñaba que la literatura no solo se construye con palabras.

      Para él va dedicado este libro con los mejores cuentos de tres escritores que le quisieron inmensamente.

      Para Germán, el maestro y amigo, va este testimonio atribulado de quien en muchas mesas (de conferencias, recitales, lecturas de cuentos, bebidas y comidas) le sirvió de acompañante.

      Javier Moscarella

      Ciénaga, junio de 1991

      RAMÓN ILLÁN BACCA

      Santa Marta, 1938. Narrador, periodista. Dirigió en compañía de otros amigos, como Alfredo Gómez Zurek, el famoso “Suplemento del Caribe”, de Barranquilla. En este, por espacio de más de un lustro, adelantó una encomiable labor de difusión de las letras costeñas, luego del “boom” García Márquez. Fue profesor de la Universidad del Norte, de Barranquilla, durante más de tres décadas. Autor de la seis novelas, entre ella Deborah Kruel. En su producción cuentista destaca el volumen Marihuana para Göering (1980). Todos sus cuentos aparecen recogidos en el volumen Miss Catharsis (2017). Murió en Barranquilla el 17 de enero de 2021.

      EN LA GUERRA NO HAY MANZANAS

      Abandonó una de las ventanas que daban al supuesto jardín (un surtidor sin usar hacía por lo menos una década, un palo de grosella, el árbol pipón y algunas trinitarias y cayenas recostada a algo que debió ser columna, no eran suficientes para darle ese nombre) y decidió hacer una incursión prohibida a la alacena del comedor donde escondían el pan, pero cuando su mirada topó el bodegón colgado en la pared no pudo reprimirse y, mostrando al enemigo su posición al descubierto, preguntó:

      —Abuela, ¿por qué no me das manzanas?

      Fue un violento regreso a la realidad para ella, que en ese momento odiaba al primer ministro inglés porque se opuso al matrimonio de Wallis con el Rey. Y precisamente, cuando ahora, cuando los amantes lograban escaparse de la oscuridad pública para ir a bañarse en las playas de Yugoslavia, aparecía esta pregunta impertinente y mil veces respondida.

      Cerró la revista Para ti, y, con un tono de voz en el que la rabia se deslizaba, respondió:

      —¿Cuántas veces te lo he dicho? Estamos en guerra, y en la guerra no hay manzanas. ¿Acaso hablo en inglés?

      Volvió Eduardo de Windsor a tomar las manos de Wallis Simpson, pero y ano era lo mismo, se había puesto furiosa por la interrupción, y esa no era la mejor forma para leer una historia de amor.

      Benjamín comprendió que había cometido un grave error; ahora quedaría bajo la mirada permanente de la abuela por su estúpida pregunta.

      La verdad es que las cosas se le presentaban muy confusas. Al principio, la guerra fue la aparición del dirigible. Lento, como un cigarrillo enorme, casi silencioso, apareció un viernes sobre ña bahía. Todos corrieron a la playa, y le dieron una interpretación distinta al hecho. Por último, prevaleció la explicación del tío Nicolás: “Busca submarinos nazis. Sale del Canal de Panamá y llega hasta el Cabo de la Vela”. Era una explicación tan geográfica que no discutieron más.

      Desde entonces todos los viernes se modificaba el paisaje con la presencia de un dirigible sobrevolando la bahía, ante la total indiferencia del público.

      Después fueron las reuniones por la noche para oír la radio. Empezaban con el tañido de una campana. Las noticias hablaban de alemanes