Instrucciones para hacer de la ciencia un drama (¡o una comedia!). David Price. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: David Price
Издательство: Bookwire
Серия: Gabinete de curiosidades
Жанр произведения: Математика
Год издания: 0
isbn: 9786075712840
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al estudiantado, eligiendo párrafos adecuados, desafíos, lecturas desde el banco o desde el frente, acompañando vergüenzas y desinhibiciones excesivas. Quiero ofrecer aquí un breve ejemplo que ha resultado enormemente útil para entender el concepto histórico de “electricidad animal”, necesario para comprender la fisiología de los sistemas nervioso y muscular. Repartan los papeles, pasen y vean.

      Un juicio eléctrico

      Bando: Por la presente, se invita a todos los ciudadanos de Bologna a asistir al juicio al carnicero local, signore Giuseppe Milaneso, acusado de hechos reñidos con la moral y las buenas costumbres, brujería y pactos con Satanás. La acusación es formulada por la liga de amas de casa “La Bolognesa”, comandada por la signora Petrona C. de Galvani.

      Il signore juez: ¡Silencio, que comienza la sesión! Comparece ante este tribunal el carnicero Giuseppe Milaneso, acusado de brujería y todas esas cosas.

      El carnicero: ¡Yo no fui, signore juez! ¡Yo no hice nada! Si usted mismo me compra carne todas las semanas.

      Voces del pueblo: ¡A la hoguera! ¡Que lo quemen!

      Il signore juez: Tiene la palabra la signora de Galvani.

      La signora de Galvani: Mire, signore juez, yo creo que esto es un clásico caso de satanismo sin escrúpulos. Yo acuso a este hombre (señala al carnicero) de hechicería, yo misma lo vi cuando devolvía la vida a animales muertos, y quién sabe cuántas cosas más habrá hecho en su negocio.

      Voces del pueblo: ¡Y yo que le compraba carne para el puchero!

      Más voces del pueblo: ¡A la parrilla! ¡A las brasas!

      El carnicero: Yo no sé de qué hablan, pero les juro que yo no tuve nada que ver.

      Il signore juez: ¡Silencio! Continúe, signora.

      La signora de Galvani: Bueno, resulta que yo estaba comprando el osobuco que le gusta a mi marido, como todos los viernes, porque a mi me sale tan bien, vio, lo hago mechado con perejil picadito, y a veces le pongo unas ciruelitas y...

      Voces del pueblo: ¡O-so-bu-co! ¡O-so-bu-co! ¡Que traiga, que traiga!

      Il signore juez: Por favor, signora, continúe con la acusación...

      La signora de Galvani: Como le iba diciendo, fui a la carnicería el viernes pasado, pero resultó que este hijo de Satán (señala al carnicero, que está por decir que él no tiene nada que ver, pero es callado por los guardias) había vendido todo, y le quedaban solamente unas ranitas colgadas. Las ranas también me salen muy bien, vio, porque las hago a la provenzal, con ajo, perejil y pimienta negra, después se doran a fuego lento, de los dos lados...

      Il signore juez: ¡Signora, acuse de una vez!

      La signora de Galvani: Ya va, ya va, no me apure que me acuerdo y me dan escalofríos. El hecho es que como no había carne, le pedí que me diera una media docena de ranas para la cena. ¡Y el monstruo aquél agarró un palo, para bajarme a los animales que estaban colgados de unos ganchos, y en cuanto los tocó, se empezaron a mover como poseídos! ¡Movían las patas para todos lados, las pobres ranitas!

      Voces del pueblo: ¡Que le busquen pezuñas y cola! ¡Que se fijen si tiene olor a azufre!

      Más voces del pueblo: ¡O-so-bu-co! ¡O-so-bu-co!

      Il signore juez: ¿Qué tenés para decir, Giuseppe? Esto suena bastante mal, ¿eh?

      El carnicero: Mire, su signoría. Como se me había acabado la carne de vaca, lo mandé a mi pibe a cazar unas ranas, así las tenía bien fresquitas por si venía algún cliente de última hora. En cuanto me las trajo, las colgué de los ganchos de cobre que siempre uso en el negocio, y en cuanto las quise bajar con el palo, se empezaron a mover así, solitas, como dice la signora. Pero le juro que yo no tuve nada que ver. Deciles, Guiseppino, que es la pura verdad.

      El hijo del carnicero: Sí, es verdad, yo fui a pescar unas ranas como siempre, al arroyito, y se las dejé a mi papá enseguida. Y después la signora esa (apuntando a la signora de Galvani, que está decidiendo si le corresponde el tercer desmayo del día, y es atendida por la plana mayor de “La Bolognesa”) se puso a gritar como loca, y vinieron los guardias a llevarse a papá.

      Voces del pueblo: ¡Que lo quemen también!

      Voces del pueblo: (Más pequeñas) ¡Que primero me dé las figuritas que me debe!

      Il signore juez: Mmmhhh, el caso es difícil. O alguien está mintiendo, o se nos está escapando algo. Propongo llamar al juzgado al científico del pueblo, il dottore Galvani. Mientras tanto, signora, ¿cómo era eso de las ranas a la provenzal?

      (Salen guardias a buscar a Galvani a su laboratorio, y lo traen al juzgado. En el camino le cuentan los pormenores del caso).

      Il signore juez: Dottore Galvani, ¡qué bueno verlo! ¿Qué puede decirnos acerca de este caso de brujería?

      Il dottore Galvani: ¡Minga de hechicería! Dejen ir a este buen hombre. Los movimientos convulsivos de la rana se deben a descargas eléctricas atmosféricas, que hacen que los músculos se contraigan. Dejen a Satán tranquilo por esta vez.

      Voces del pueblo: ¡Viva el dottore!

      El doctor Frankenstein: (Entre el público) Mmmmhhh, esto me da una grrran idea. ¡Ya no se burrrlarrán de mí en la Academia! Vámonos, Igorrr, tenemos mucho trabajo qué hacer. (Se va acompañado de su extraño ayudante).

      Il dottore Volta: (Acercándose al tribunal, desde el público) Callen a ese charlatán de Galvani, por favor. A ver, a ver, ¿de qué era “el palo” con que se bajaban las ranas?

      El carnicero: De hierro, claro. Pero yo no tuve nada que ver, ¿eh?

      Il dottore Volta: Lo suponía, je. Lo que estaba sucediendo es muy sencillo: cada vez que se unen la rana, el cobre y el hierro se forma un circuito cerrado, y entonces la corriente eléctrica, generada en este circuito de metales heterogéneos, produce la contracción muscular que aterrorizó a la signora.

      Il dottore Galvani: Cállenlo al pavo este (obvia alusión a las tareas académicas de Volta, quien por entonces se desempeñaba como profesor en la Universidad de Pavia). La electricidad está adentro de los animales, no en objetos inanimados como los metales. Les mostraré un experimento muy simple. Aquí mi ayudante, Juanito, ha traído desde el laboratorio un anca de rana al cual se le ha dejado el nervio colgando. (Juanito muestra los materiales). Aquí en esta fuente tengo el nervio pelado de otra anca de rana. Yo ya lo traje preparado desde el laboratorio, pero ustedes, señoras, lo pueden realizar muy fácilmente en sus casas. Fíjense lo que pasa cuando toco ambos nervios en dos sitios, o bien cuando toco al primer nervio con mi bisturí. (Juanito realiza el experimento y el anca de rana se contrae).

      Voces del pueblo: ¡Viva il dottore!

      Otras voces del pueblo: ¡Que lo quemen!

      Il dottore Volta: Ya verán, volveré y seré voltímetros.

      Il signore juez: Bueno, bueno, este tribunal dictamina que el carnicero es inocente. Y además dictamina que este signore juez se va a cenar a la casa de los Galvani, para seguir discutiendo sobre estos fascinantes experimentos a la provenzal.

      (Fin del juicio. El juez y la señora Galvani se van charlando de recetas, Galvani y Volta se quedan discutiendo sobre el origen de la “electricidad animal”, el pueblo va a buscar alguien a quien quemar y el carnicero decide cambiar de ramo y poner una florería).

      Adorable puente

      El acto segundo buceó por las representaciones de la ciencia sobre el escenario, aquellas que nos muestran historias, personajes y descubrimientos, y también las que pretenden adentrarse en el pensamiento científico, con sus lógicas y, por qué no, sus ilógicas. El acto tercero, imagen especular del anterior, se adueña de las bases científicas del hecho teatral,