Instrucciones para hacer de la ciencia un drama (¡o una comedia!). David Price. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: David Price
Издательство: Bookwire
Серия: Gabinete de curiosidades
Жанр произведения: Математика
Год издания: 0
isbn: 9786075712840
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repetir y sin soplar: nombremos autores y piezas que representen esta emulsión científico-teatral. No es difícil, y enseguida aparecen La vida de Galileo de Brecht, Los físicos de Dürrenmat u Oxígeno de Djerassi y Hoffmann. En algunos casos, hacia mediados de siglo, estos textos (y otros, como los de Oppenheimer) pueden haber ayudado a deglutir los horrores de la guerra recién pasada: qué hacemos con la ciencia y, sobre todo, con sus posibles consecuencias tecnológicas. Décadas más tarde, el archifamoso Copenhague de Michael Frayn patea el tablero, aunque vuelve sobre el mismo tema. Es fascinante cómo un texto cerrado, con detalles técnicos, nos interpela desde nuestra mismísima humanidad. De algo de este tecnicismo se burla Carl Djerassi cuando se pregunta qué diría un editor o un productor teatral si se encontrara por azar con este fragmento de texto:

      Heisenberg: Max Born y Pascual Jordan en Göttingen.

      Bohr: Sí, pero Schrödinger en Zürich, Fermi en Roma.

      Heisenberg: Chadwick y Dirac en Inglaterra.

      Bohr: Joliot y de Broglie en París.

      Heisenberg: Gamow y Landau en Rusia.

      Bohr: ¿Recordás cuando Goudsmit y Uhlenbeck postularon el espín?

      Heisenberg: Tenemos esta última variable en el estado cuántico del átomo de la cual nadie puede hacer sentido. El último obstáculo.

      Bohr: Pauli y Stern me están esperando en la estación para saber qué pienso sobre el espín.

      Heisenberg: Y luego el tren llega hasta Leiden.

      Parece, sin ir más lejos, la declamación de la selección de fútbol europea del mundial de Suiza en 1954. Y, sin embargo, funciona: nos emocionamos con esos nombres extraños y desconocidos, los humanizamos por el solo hecho de espiar una conversación entre pares… entre aquellos que, de pronto, reconocemos como humanos. Quizá sea esa la fuerza de esta pareja: transmitir las emociones y razones que nos suelen estar vedadas, compartir no sólo la lógica del descubrimiento, sino sus entretelones, tragedias y razones. Y, en el camino, derribar las paredes ficticias de los laboratorios, sucumbir a la fascinación de saber qué está pasando allí adentro, integrarnos, aunque solamente sea desde las butacas de una sala que estará convenientemente a oscuras durante un par de horas.

      Según Shepherd-Barr, habría una tercera vía en este matrimonio: aquellas asociaciones entre científicos y directores teatrales en busca de nuevas maneras de comunicar el arte, basados en novedades tecnológicas o enfoques experimentales. En todos los casos, el dúo C-T viene a llenar un vacío que advirtió el mismísimo C. P. Snow en su archicitado (y poco leído) Las dos culturas:

      Resulta bizarro cuán poco de la ciencia del siglo 20 ha sido asimilado en el arte del siglo 20. Es común encontrar poetas utilizando expresiones científicas, de manera errónea […]. Por supuesto, esa no es la forma en que la ciencia puede ser útil al arte. Debe ser asimilada y ser parte de nuestra experiencia mental completa, y utilizada de manera natural.

      ¿Será el teatro quien ayude a trazar ese adorable puente entre las dos culturas? ¿Qué es lo que sucede en nuestros corazones-cerebros cuando nos deleitamos con esas historias que viven frente a nosotros en un escenario?

      La ciencia del teatro

      Como todo arte, el teatro requiere de un conocimiento profundo de lo humano, del funcionamiento y los límites del cuerpo, de las percepciones que se generan en el espectador. Así, bien cabe considerar al teatro como una de las bellas ciencias.

      Un ejemplo clásico de esta mirada es de la antropología teatral, con el gran Eugenio Barba (creador del Odin Teatret en Dinamarca) como principal mentor, convencido de la naturaleza investigativa del teatro moderno. Dice Barba, por ejemplo:

      Esta mirada se basa sobre todo en la necesidad del entrenamiento teatral, de buscar en la ciencia humana (la antropología) la excusa para todo lo que luego se exprese en un espectáculo. Aun cuando quizá se extrapole algo de jerga de las ciencias exactas (¿exactas?) y naturales (¿naturales? ¿Las ciencias?) más allá del límite aconsejado, el resultado es válido: funciona en el escenario.

      Sin embargo, si con algo juega el teatro es con nosotros… En otras palabras, con nuestro cerebro. Así, hay numerosos aspectos en los que la neurociencia se pone en juego al analizar esta relación pecaminosa. El teatro es, por excelencia, un transmisor de emociones: debemos fingir de manera que convenzamos al espectador que eso pasa de verdad, que conmueve, que realmente mueren y se enamoran y sufren y cantan los personajes. En términos más recientes, debemos activar su empatía a través de la estimulación de las neuronas espejo: hacer que sienta lo que le está sucediendo a otros —aun cuando, en el fondo, sabe que ni siquiera le está sucediendo de verdad. Tremendo desafío que, pese a todo, resulta en la mayoría de los casos.

      La tercera en discordia: la escuela

      Para