Christiane Félip Vidal. Máster en Literatura Iberoamericana de la Universidad de Montpellier, Francia. Estudió Didáctica de las lenguas en La Sorbonne, Francia. Enseñó lengua, literatura y animación en el Taller de Escritura en el Colegio Franco Peruano. Actualmente, se dedica a la formación de docentes en lectura literaria, traducción e interpretación de obras literarias y a escribir. Ha publicado el libro de relatos Descuentos (2004); El refranero soltando gallos (2008); la antología de minificciones con Cucha del Águila, Basta, 100 mujeres contra la violencia de género (2012). Asimismo, las novelas El silencio de la estrella (Lima, 2009, 2015; Francia, 2015), El canto de los ahogados (2012), La flor artificial (novela escrita a cuatro manos con Sophie Canal, 2016), Los espejos opacos (2018). Cuentos suyos han sido publicados en diversas antologías.
Christiane Félip Vidal
Mujeres
en conflictos
Mujeres en conflictos
©2022, Christiane Félip Vidal
©2022, Contratapa Proyectos Culturales S.A.C., para su sello Cocodrilo Ediciones
Jr. Nicolás de Piérola 451, urb. Liguria, Surco, Lima, Perú
www.cocodriloediciones.com
Dirección editorial: Contratapa Proyectos Culturales
Diseño de portada: Mario Vargas Castro
Primera edición digital: febrero de 2022
Serie Invasoras
ISBN: 978-612-48543-3-0
Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro, por cualquier medio físico o digital, sin el permiso previo del editor. Todos los derechos reservados.
Introducción
Hagamos memoria con algunos nombres de mujeres corresponsales de guerra del siglo XX: Carmen de Burgos, Marina Ginestá, Gerda Taro, Martha Gelhorn, Mary Welsh, Elisabeth (Lee) Miller, Catherine Leroy, Marie Colvin, y tratemos de ver lo que más se recuerda de ellas:
A Carmen de Burgos, por firmar sus reportajes como «Perico de los Palotes»; a Marina Ginestá, por su romance con Ramón Mercader, futuro asesino de Trotsky; a Gerda Taro, por ser pareja de Robert Capa; a Martha Gelhorn, por ser la tercera esposa de Ernest Hemingway; a Mary Welsh, por ser la cuarta; a Lee Miller, por la foto que le sacaron en la bañera de Hitler; a Catherine Leroy, por ser pianista, y a Marie Colvin, por su parche en el ojo.
Opacadas por la fama de un compañero sentimental, un detalle físico, un seudónimo proverbial o una foto en su época provocadora, solo queda de ellas el aspecto anecdótico que invisibiliza su labor profesional de corresponsales. Quizás ellas, como todas las demás, aún estén presentes en la memoria periodística, pero en las retrospectivas sobre las mejores fotos de conflictos del siglo XX, las mujeres no llegan ni a cinco.
Sin embargo fueron muchas. Cubrieron la Guerra de Melilla, la Primera y Segunda Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la Guerra Civil Española, Indochina, Vietnam, la guerra de Argelia, Irak, la guerra del Golfo, los conflictos israelíes-palestinos, conflictos en Ruanda, en Sierra Leone, en Timor, en Bosnia, en Chechenia, en Afganistán, en Kosovo, en Sri Lanka, en Siria, en Etiopía, la invasión norteamericana en Panamá…
En el Perú, en las últimas décadas del siglo XX, cuatro reporteras y dos fotorreporteras cubrieron también conflictos bélicos en el Oriente Medio, en Bosnia, Kosovo, Afganistán, Irak, Israel y Palestina, El Salvador, Nicaragua, Panamá, así como la guerra interna que desangró el país.
Testigos de lo insoportable, arriesgaron sus vidas para captar trozos de la Historia en los que la insensatez, la crueldad y la barbarie humana interpelan las conciencias. Para que sepamos. Para dar un mensaje de razón. Para que no olvidemos lo que el tiempo tiende a borrar, y las distancias, a ignorar. Y lo vivieron como una misión.
Le pusieron rostros y nombres a las tragedias que presenciaron dando muestra de la increíble resistencia humana frente al dolor y a los intentos de destruir la dignidad. Reportaron con crudeza pero decencia. Y lo hicieron con pasión.
Ganaron premios de los que nunca hicieron gala. Su interés no radicaba en un cartón sino en dar cuenta de lo que vieron, de lo atroz, pero también de lo hermoso de algunos actos que generan las guerras.
Lo suyo fue y sigue siendo un periodismo con mayúscula.
Este libro es un homenaje a las reporteras Patricia Castro Obando, María Luisa Martínez, Mariana Sánchez Aizcorbe, Mónica Seoane, y a las fotógrafas Vera Lenz y Morgana Vargas Llosa.
Christiane Félip Vidal
Ellas, reporteras de guerra
¿Por qué, después de haberse hecho un lugar en un mundo
que era del todo masculino, las mujeres no han sido capaces
de defender su historia, sus palabras, sus sentimientos?…
Se nos oculta un mundo entero. Su guerra sigue siendo desconocida…
Svetlana Alexiévich, periodista, Nobel de Literatura 2015
Patricia Castro Obando afrontando el peligro talibán enfundada en una «burka»; Vera Lentz legitimando con imágenes masacres inauditas en Ayacucho; María Luisa Martínez cubriendo la desmesurada invasión norteamericana a Panamá y la cruel matanza de Accomarca; Mariana Sánchez Aiscorbe con casco y chaleco antibalas en el centro de la guerra de Kosovo y Serbia; Mónica Seoane reportando y fotografiando en Nicaragua, El Salvador, Ayacucho; Morgana Vargas Llosa describiendo la huida desesperada de miles de albaneses perseguidos por los serbios y, en Irak y la Franja de Gaza, atestiguando con sus fotos las crónicas de su famoso padre…
Conocíamos parcialmente de sus experiencias y de sus comprometidos lances como reporteras de guerra a través de breves entrevistas recogidas por colegas. Pero hacía falta que alguien sintetizara tantos sucesos y acciones en lo que el famoso Pérez Reverte llamó «territorio comanche» de los corresponsales, esto es, aquella zona o tierra de nadie en que los periodistas se juegan la vida para informar mejor lo que está pasando allí y que muchos, incluyendo los editores, consideraban que era territorio exclusivamente masculino.
Christiane Félip Vidal, profesora de literatura, literata de renombre, también se sorprendió al comprobar que esas historias no hubieran sido resaltadas como se merecían, y decidió contarlas premunida de las herramientas literarias que maneja con soltura y talento. Egresados del colegio Franco Peruano la recuerdan como la profe más eficaz y entretenida porque sus talleres literarios los hacía llevando a sus alumnos a los lugares frecuentados por los autores que estudiaban. El resultado es que ninguno ha olvidado nunca al autor… y menos a la profesora. Pero ella además escribía cuentos, avanzando hacia la novela y ha publicado varias, y, vale la pena citarlo, pese a que su idioma natal es el francés prefiere utilizar el castellano para su obra literaria.
Que sepamos, ninguna de las reporteras que investigó y reporteó ha publicado textos testimoniales. Puede ser porque los periodistas, por razón de su oficio, escriben sobre los demás, rara vez sobre ellos mismos y menos sobre los colegas. Cuando me inicié en el periodismo era muy raro encontrar historias de cómo un reportero había logrado, por ejemplo, conseguir una noticia exclusiva, el esfuerzo realizado, la satisfacción del éxito. A lo más conocíamos el nombre, los autores de presuntas hazañas como la del aventurero Henry Morton Stanley buscando al Dr. Livingston en el África lejana y peligrosa, jugándose la vida por la primicia encargada por un editor neoyorkino.
¿Y mujeres reporteras, cazadoras de noticias a la par que sus colegas varones? ¿No existían?
En aquellos nuestros iniciales años 50, la guía máxima era el indispensable texto Manual del periodista. El repórter y las noticias de los norteamericanos Philip Porter y Norval Neil Luxon, traducido y editado en La Habana, en 1943, y que nos guiaba con mano segura por la teoría del periodismo.
La cita viene a cuento