El principal defecto del “2 por mil” —y no es poca cosa— es que las aportaciones de cada ciudadano dependen de su nivel de ingresos. Lo que hace falta instaurar es un sistema de financiamiento público que haga equitativos los votos de todos los ciudadanos. Eso son los Bonos para la Equidad Democrática. Sin embargo, más valía instaurar el “2 por mil” que ceder a las presiones populares y acabar definitivamente con toda forma de financiamiento público de la vida electoral italiana y así condenarla un poco más al secuestro por parte de los recursos privados.
Recapitulemos. Por una parte, en numerosos países el financiamiento privado de la democracia está, hoy en día, muy poco regulado; en particular, no existe límite para las donaciones privadas a partidos políticos y a campañas, y a menudo tampoco las contribuciones de las empresas tienen límite. ¿La consecuencia? En el siguiente capítulo veremos que, por lógica, esto conduce, en las democracias no reguladas, a niveles de financiamiento privado extremadamente altos —decenas de miles de euros—y que dicho financiamiento no se distribuye de manera equitativa entre los diferentes partidos. Históricamente, los partidos más conservadores se han beneficiado más, y los partidos más progresistas que se benefician de estos sistemas en la actualidad a menudo lo hacen a costa de abandonar la lucha por los sectores populares de la sociedad. Además, en algunos países, este abundante financiamiento privado reduce a la nada todos los esfuerzos de financiamiento público destinados a volver más igualitario y representativo el sistema democrático.
Por otra parte, algunos países, comenzando por Francia —aunque de manera tardía—, han puesto límites mucho más estrictos a las posibilidades de financiamiento privado del juego político, así como a los gastos electorales. Estos sistemas están lejos de ser perfectos: en particular, benefician más a los más adinerados. Esto es lo que cuantificaremos ahora.
Nota
† Thomas Thévenoud es un político francés que se vio envuelto en serios problemas por su “fobia administrativa”, que lo llevó a no cumplir numerosas obligaciones pecuniarias, entre ellas las fiscales. [N. del e.]
3. Las realidades del financiamiento privado
Cuando los impuestos de todos financianlas preferencias conservadoras de unos pocos
EL FINANCIAMIENTO PRIVADO DE LA DEMOCRACIA
POR NIVEL DE INGRESOS, O LA REDISTRIBUCIÓN
REGRESIVA DEL DINERO DE NUESTROS IMPUESTOS
Ya vimos que, en todo el mundo, los sistemas de reducciones fiscales asociadas a donaciones políticas privadas están concebidas para favorecer a una minoría y tienen una molesta tendencia a favorecer a los más privilegiados. Pero, en los hechos, ¿quién contribuye, y con cuánto, al financiamiento privado de los partidos políticos? Dicho de otro modo, ¿qué tanto varía por nivel de ingresos el monto de las donaciones?
Para responder a esa pregunta, utilicé datos de donaciones extremadamente detallados. Desde 2013, las declaraciones fiscales francesas nos permiten distinguir las “donaciones y aportaciones hechas a partidos políticos” de otras donaciones.1 Así pues, estoy en condiciones de estudiar, para el periodo 2013-2016, precisamente las características de los contribuyentes que participan en el financiamiento privado de la democracia y, sobre todo, de calcular el gasto fiscal asociado. En otras palabras, puedo calcular cuánto dinero público gasta el Estado cada año para satisfacer las preferencias políticas de los ciudadanos en función de sus ingresos. ¡Y los resultados son ilustrativos!
Un puñado de donadores por algunosmillones de euros de contribuciones
En promedio, en Francia el monto total de las donaciones a los partidos políticos que se declaran al fisco cada año es de 101 millones de euros, es decir, 1.5 veces más que el financiamiento público directo a los partidos políticos.
LECTURA | En 2013, 413757 contribuyentes declararon al menos una donación o cuota a un partido político. El monto total de estas donaciones y cuotas es igual a 128.5 millones de euros.
FIGURA 11. Donaciones y cuotas entregadas a los partidos políticos: monto total de las donaciones y número de hogares fiscales en Francia, 2013-2016.
El monto total de las donaciones pasó de 128.8 millones de euros en 2013 a 79.9 millones en 2016. Hay que señalar, no obstante, que 2013 fue un año especial, a causa del “Sarkotón”, la gran campaña de recaudación de recursos de la UMP tras el rechazo de las cuentas de campaña de Nicolas Sarkozy (ya tendremos ocasión de volver a ese episodio en detalle). La baja refleja, a la vez, una disminución del número de hogares fiscales que declararon al menos una donación y una reducción del monto promedio de las donaciones (figura 11). El número de donadores pasó, en efecto, de 414 mil en 2013 a 291 mil en 2016.2 291 mil donadores, es decir, apenas 0.79% de los hogares fiscales, que financian por sí solos a los partidos políticos, por un monto 1.5 veces superior al del financiamiento público. En otras palabras, comparado con el número de contribuyentes, el gasto privado de esos 291 mil donadores es más de 160 veces superior a la inversión pública en los partidos políticos y, como veremos, la concentración de esas donaciones en manos de los donadores más ricos se ha agravado a lo largo de los últimos años.
Sólo una ínfima minoría de franceses —menos de 300 mil, hoy en día— hacen contribuciones financieras anuales a los partidos políticos, o al menos las informan en sus declaraciones de impuestos.3 Aunque la cuestión del número de adherentes sigue siendo tabú en el seno de los movimientos políticos, lo que es seguro es que 300 mil contribuyentes son muchos menos —entre dos y cuatro veces menos, según estimaciones— que el número de militantes de los partidos políticos.4 Sobre todo, 300 mil donaciones a los partidos políticos son seis veces menos que el número de contribuyentes que declaran una cuota sindical (1.7 millones). Ya tendremos ocasión de volver a esto, pues es testimonio de que en Francia, como en muchos otros países, a los sindicatos les va mucho mejor que a los partidos. Sobre todo, los sindicatos continúan luchando por los menos privilegiados, mientras que ciertos partidos supuestamente progresistas han abandonado el terreno de la justicia social y la representación de los menos favorecidos, justamente para recibir más donaciones privadas. De ahí la necesidad de replantear la democracia política como una democracia social y de introducir una representación social en la Asamblea Nacional, como propondré en el capítulo 11; si bien a los sindicatos les va mejor que a los partidos en términos de popularidad y de su mayor representatividad, los partidos son los que se benefician de la chequera de los más adinerados. No sólo la distribución de las cuotas sindicales es más equitativa que la de las donaciones a partidos, sino que además el valor medio de las cuotas sindicales es menor (alrededor de 163 euros). De ahí la necesidad de poner límites mucho más estrictos al financiamiento privado del juego democrático. Pero no nos adelantemos y volvamos a nuestras decenas de miles de donadores a los partidos políticos.
Entre ese pequeño número de donadores, la donación promedio pasó de 311 euros en 2013 a 275 en 2016 (figura 12).5