La persona del terapeuta. Ana María Daskal. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ana María Daskal
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561428638
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es distinta aunque padezca de algo similar.

      La empatía pueden tenerla en términos generales, pero en este período se imponen las propias experiencias personales y, por lo tanto, los terapeutas recién iniciados se suelen comparar todo el tiempo con sus pacientes: “Esto es lo que me pasa a mí cuando…” o “Eso a mí no me pasó nunca…”.Y a veces suelen no reconocer un problema grave.

      En el caso de terapeutas muy jóvenes, les resulta difícil sentirse con autoridad frente a pacientes mayores que ellos: es importante aprender a incluir el tema de forma tal que no sea un obstáculo en la relación. Por ejemplo, se puede decir: “Yo sé que usted tiene mucha más experiencia de vida que yo, pero recibí formación para ser alguien que escucha y que tiene herramientas para ayudarlo”; o bien: “¿Le parece que podrá confiar en que yo lo ayude pese a que soy más joven que usted?”.

      Intervenciones de este tipo ayudan a que los terapeutas no tengan que estar evitando el tema de la diferencia de edad (lo cual es obviamente imposible de hacer), sino que lo aborden de entrada para que deje de ser un fantasma en la comunicación: muchos pacientes no se atreven a expresar sus dudas y simplemente no asisten a la segunda entrevista.

      Otra característica de esta etapa es la dificultad para visualizar un proceso terapéutico más allá de una sesión en particular. Los terapeutas se suelen quedar muy adheridos a lo que pasó en la sesión anterior o a los resultados de una sesión específica, pero la posibilidad de incluir la perspectiva no está todavía dada.

      El grado de sufrimiento que tienen con los padecimientos de los pacientes es muy alto y generalmente los terapeutas en formación “se los llevan a la casa”, se disocian mucho y no sienten nada, o tratan de compensar su inseguridad con arrogancia. No están acostumbrados ni entrenados a registrar sus propias emociones en la interacción y aún menos a verlas como recursos enriquecedores para entender lo que ocurre.

      Todas estas características reiteradas en terapeutas noveles tienen que ser muy tenidas en cuenta por sus supervisores; de ahí que, así como no cualquier maestra o profesor son los adecuados para el primer grado de la escuela primaria, no cualquier terapeuta experimentado puede ser supervisor adecuado para esta etapa.

      Los “novatos” suelen estar muy interesados en aprender: es una etapa en la que funcionan como esponjas, llenos de preguntas y de dudas, y como no están aún sesgados por un modelo en particular, pueden cambiar más rápido de perspectivas y enfoques.

      En esta etapa los terapeutas ya cuentan con varios años de ejercicio profesional. Esto los hace tener mayor seguridad, ser más independientes de los “deberes seres” teóricos o técnicos, con mayor desarrollo de sus propios recursos y más flexibles respecto de categorías diagnósticas.

      Pueden haber experimentado con más de una técnica o haber hecho postítulos y/o cursos que enriquecieron su formación inicial. Esto muchas veces les permite perfilar con mayor claridad un estilo propio de hacer terapia, junto al hecho de ir eligiendo orientaciones más afines a sí mismos.

      Durante este momento del proceso todavía hay mucho foco puesto en los pacientes, y les resulta difícil el registro de su propia emocionalidad por miedo a confundirse. En las supervisiones es importante ayudarlos a ir conectando y diferenciando con la propia historia personal.

      Es todavía una etapa de estereotipias y rigideces, donde hay preocupación por conectar siempre lo teórico con la implementación técnica. Resulta difícil aceptar la frustración del no cambio de los pacientes. También les puede resultar difícil fijar objetivos para la psicoterapia como una manera de conducir el proceso, y pueden simplemente “dejarse llevar” por el oleaje que presenta el paciente.

      También suele ser un momento vital indicado para comenzar a desarrollar una carrera docente y de supervisión.

      Los grupos de supervisión entre pares suelen ser de mucha utilidad en esta etapa.

      Es un período donde ya hay una larga historia de procesos terapéuticos realizados: concluidos, fracasados, interrumpidos, en curso. Por lo tanto, los terapeutas ya se relacionan bien con la noción de procesos de adaptación a cada paciente y de flexibilidad.

      Se vuelven más creativos en sus interacciones, menos exigidos y menos omnipotentes. Pueden seguir incorporando conocimientos de nuevas técnicas y abandonar sin temor viejas miradas. En general hay muchas menos estereotipias, más definición personal de un estilo, y una adherencia a posiciones teóricas, aceptando que no son las únicas posibles sino las que le hacen sentido a ellos.

      Han desarrollado una ética personal que les da seguridad. Tienen claro con qué tipo de pacientes o de problemáticas no pueden trabajar y, por lo tanto, la mayoría de las derivaciones que hacen resultan exitosas. Saben de la importancia del autocuidado, de la terapia personal (suelen haber hecho ya varias experiencias), así como de las supervisiones.

      Tienen noción de sus propios límites y del de los pacientes y suelen ser más escépticos respecto de las posibilidades de cambio. Muchas veces en esta etapa se hace evidente el burnout. Para aquellos que les gusta la docencia, puede ser una muy buena manera de disminuir la carga clínica y comenzar a entregar conocimiento y experiencia.

      Como las anteriores, depende mucho de los contextos en los que se hayan ubicado los terapeutas.

      Un tipo de retiro es el que proviene de una jubilación/retiro programado dentro de las instituciones: hay normas que establecen hasta cuándo se le permite a un profesional desempeñar su profesión. Dentro de esta normativa hay organizaciones más estrictas que otras y, considerando la extensión del promedio de vida, esto permite que se habiliten instancias en las que psicólogos que ya llegaron a su edad jubilatoria continúen aportando como supervisores, docentes, o jefes de equipos, aprovechando su experiencia.

      El otro tipo de retiro es el que involucra a los profesionales que trabajan en forma independiente. En este caso son ellos los que tienen en sus manos la decisión de cómo y cuándo quieren dejar de atender pacientes. Es un momento vital complejo, ya que en los obliga a aceptar profundamente la finitud, los límites y la propia muerte. Muchas emociones no son agradables y es por eso que hay quienes retardan una decisión consciente hasta que el vacío progresivo de la consulta o los síntomas de declinación se les hacen evidentes. Por el otro lado, y para la gran mayoría, implica el enfrentar nuevas circunstancias económicas. Algunos pueden haber previsto este momento y contar con ahorros o bienes personales que les den tranquilidad, pero para quienes no están en esta situación dejar de atender pacientes o de supervisar representa una amenaza de empobrecimiento y de dependencia de otros.Y, muchas veces, esta realidad los lleva a extender por más tiempo del que quisieran su actividad profesional.

      La etapa del retiro, en la gran mayoría de los casos, comienza a anunciarse con sentimientos de agotamiento en la consulta, de hastío, de aburrimiento. Estos son síntomas muy característicos del burnout, pero que en esta etapa tienen más que ver con una pérdida del entusiasmo inicial por la profesión, de la curiosidad y de la esperanza de ayudar a otros. A veces empiezan a aparecer olvidos significativos (como el nombre de pacientes, confusiones de horarios u olvidos de datos importantes de la historia de los pacientes) y comienza a generarse el terror a estar afectado por una enfermedad neurológica.

      Los pares confiables se convierten en esta etapa en apoyos indudables, ya que el poder compartir las vivencias da claridad y quita el peso de la culpa y de la sensación de soledad.

      Si el retiro es vivido como algo que “llegó”, sin que uno lo haya previsto ni organizado, es más probable que desencadene depresiones o enfermedades psicosomáticas. No olvidemos que la tarea clínica permite sentirse importante, útil y trascendente para otros, y si eso deja de estar, la crisis de sentido existencial llega de una forma parecida a cuando los hijos ya crecieron y partieron a recorrer sus caminos propios.

      Por todo esto considero que