Para la mayoría de los especialistas y de lingüistas de la traducción, la evaluación traductológica es tema tan espinoso, que lo eluden, Valentín García Yebra, en su obra pionera para España (1982) ni le dedica unas líneas. Sí lo hará en una recopilación de artículos y conferencias (1994: 430-447), al incluir la revisión de una ponencia pronunciada ante la Asociación de Hispanistas Búlgaros en Sofia (en abril de 1992), con algunas ejemplificaciones, sobre todo de carácter histórico y literario, pero con escaso bagaje taxonómico.2
Dos de los introductores del término técnico traductología, Wills para el alemán y Vázquez Ayora para el español, tampoco se detienen mucho en ello.3 Wilss (1977, passim) parte de la necesidad obvia de establecer la competencia traductora (translatorische Kompetenz) del intermediario lingüístico (Transferkompetenz): tanto la competence pasiva en la L1 como la performance activa en la lengua término: la L2 (ibídem: 284). Comprobado esto y actuando sobre translemas específicos de los planos lingüísticos de la sintaxis,4 la semántica y la pragmática (o la estilística), el ‘juez’ de la traducción podría servirse de una balanza de valores que iría desde el extremo negativo del error (sintáctico, semántico), pasando por la inadecuación y la adecuación pragmáticas hasta el extremo positivo de la traducción (sintácticamente, semánticamente) correcta. Todo ello con un oportuno fiel de la balanza (de extrema utilidad, sobre todo, para la traducción literaria y para las opciones de sinonimia o de estilo), en el justo medio, donde el ‘juez’ se reservaría la opinión y no emitiría juicio de valor alguno (ibídem: 295). Vázquez Ayora incide en la ‘coherencia’ interna y externa de la traducción y propone el recurso de la back translation, la re-traducción a la lengua original (L1), para comprobar la validez de la traducción (Vázquez Ayora, 1977: 391 ss.); algo que, en mi opinión, no sería fiable y/o admisible por encima de las oraciones simples que admitieran la traducción interlineal: para algunas oraciones del extracto H-3, por ejemplo. Poco después, Koller (1979: 216) también se uniría a los que advierten de sus limitaciones y, tras ellos, serán legión.
Algunos críticos, con buen juicio, advierten contra la condena absoluta de un traducción por no comulgar con los dogmas del traductor y ello es particularmente pertinente en un ámbito como la traducción literaria, donde la tradición romana de uso y abuso del original5 se perpetuará, bajo capa francesa, desde el siglo XVI hasta el XIX, notoriamente con las belles infidèles. Incluso los hay que, como Saint Pierre, vituperarán a quienes osen “criticar una traducción porque no defiende el mismo punto de vista que el original.” (Saint Pierre 1979: 19, en Llácer, 2004: 90). Los que, en el Grand Siècle, ensalzaban a un Perrot d’Ablancourt capaz de transmutar a Tácito (Annales, VI, 8; o VI, 14 según un cómputo distinto) en un apologeta de la monarquía absoluta, no lo habrían hecho mejor (Jürgen Von Stackelberg, 1972: 46 s.). Prurito guadianesco este que rebrotará (y algunos desearán que no retoñara), en las facciones contemporáneas de las traducciones ‘anti-’ (anti-colonial, anti-patriarcal, anti-machista, anti-racista, etc. etc.) y, en general, en aquellas que, injertadas de eufemismo, se cobijan bajo el palio de lo ‘políticamente correcto’, incluidas versiones de cuentos infantiles y de la Biblia, como la luterana Bibel in gerechter Sprache (2006) con su Vater und Mutter im Himmel (“Padre y Madre [que estais] en el Cielo”). Esos reformadores deberían haber sabido que, como nos revela Platón en El Banquete (362 s.), el andrógino ―esférico y de origen lunático― nunca pudo ascender al Olimpo: bi-seccionado por Zeus, quedó etimológicamente sexado, acuñado, desde entonces. Igual de inane será el censurar las versiones shakespearianas de Menéndez Pelayo de The Merchant of Venice, Romeo and Juliet, Macbeth y Othello (Barcelona. 1881), si en el Prólogo avisa de sus principios rectores.6 ¿Cómo denigrar al Malherbe gentilhomme ordinaire de la Chambre du Roy, si ya ha afirmado en el ‘Prólogo’ a Sénèque (1616) que traduce, no según el goût du collège, sino según el goût du Louvre;7 si está poseído del esprit de son temps como diría Voltaire un siglo y pico más tarde y es coetáneo de un crítico como Godeau que, en el Discours sur les Oeuvres de Malherbe (1629: viij), defiende que los traductores a los autores clásicos tendrían que les font parler aussi agréablement que s’ils n’avoient jamais respiré un autre air que celui du Louvre.8 ¿A qué perderse en distingos si se niega la mayor?
Por lo demás, la traducción literaria se presta especialmente a ejercer de aprendiz de brujo y, aunque lo normal sea fracasar, como fracasa el héroe de la balada goethiana Der Zauberlehrling, tampoco podemos olvidar ejemplos contrarios, como la mejora sobre los poemas de Louise Labé que logra Rainer Maria Rilke (betrayal upward lo llamará Steiner, 1975: 402 s.). Eso sí, siempre nos cabrá la duda de las opciones de estilo y ese es terreno pantanoso para el crítico. Si no hacemos mas que toparnos con Y aún diría más en El extranjero, ello refleja, simplemente, una muletilla del personaje Masson… venga o no a cuento, como confiesa el propio Camus (…j’ai remarqué qu’il avait l’habitude de compléter tout ce qu’il avaçait par un «et je dirai plus», même quand, au fond, il n’ajoutait rien au sens de sa phrase. (L’étranger: 77). Pero, cuando chocamos, una y otra vez, con por mor de en la traducción de La ciociara (1983) de Moravia, eso es un tic lingüístico de quien traduce; aunque el mero lector de la TL2 no podrá saberlo jamás.
Otros traductólogos, finalmente, llevados por un mínimo sentido de la cortesía, nos advertirán contra la crítica en su sentido vulgar, aquella que se limita a resaltar los howlers, los patinazos; lo que practicaba Lessing en sus Briefe die neueste Litteratur betreffend denostando las traducciones de Bergmann, Von Palthen, Dusch, —¡y nada menos que la de Gottsched, en su famosa decimoséptima Carta de 1759! Como dice Elsa Gress, … evaluations, in any true sense, of translations are rare, while quibbling with details is common (1978: 58 s. en Llácer, 2004: 90). Dando un paso más allá, Reiss (1971: 109), nos pedirá que ejerzamos fair play y que, al tiempo que censuramos la traducción del otro, aportemos la nuestra propia, que bajemos al ruedo… y así lo haremos aquí.
1.3.1.1. El análisis del TL2 aislado
De los tres modelos tradicionales de evaluación traductológica, el primero y habitual, el que contempla la traducción como mero producto de la lengua meta y de su cultura, no llama nuestra atención. Incluso si aplicamos el método ‘cloze’ como propusiera Nida (2012: 405 ss.) para calibrar el nivel de inteligibilidad de una traducción, no habría mayores problemas, con la excepción de casos sueltos de perplejidad. Véase, si no, el translema (Santoyo, 1986) subrayado en el siguiente extracto y no incluido:
Múltiples heridas superficiales en ambos muslos, en las dos rodillas y en el pie derecho. Heridas profundas en la rodilla y el pie derecho. Laceración del cuero cabelludo (…) con posibilidad de fractura de cráneo. Herida en cumplimiento de su deber. Esto le librará de un consejo de guerra por haberse hecho heridas voluntariamente (…) ¿Quiere una copa de coñac? ¿Suicidarse? Suero tetánico, por favor, y marque una cruz en las dos piernas. Gracias. (Adiós a las armas. Primera Parte. Capítulo IX: 61).
En el análisis retrospectivo, contrastivo, comprobamos que los traductores se han saltado una línea y medio del original: que hemos enmarcado entre corchetes:9
Multiple superficial wounds of the left and right thigh and left and right knee and right foot. Profound wounds of right knee and foot. Lacerations of the scalp (…) with possible fracture of the skull. Incurred in the line of duty. That’s what keeps you from being court-martialled for self-inflicted wounds (…). Would you like a drink of brandy? [How did you run into this thing anyway? What were you trying to do?] Commit suicide? Antitetanus please and mark a cross on both legs. Thank you. (Farewell to Arms. Book I. Chapter 9: 55).
La actividad traductora literaria, como sabía Cicerón en el siglo I a.C.,