Historia de la industria papelera valenciana. Federico Verdet Gómez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Federico Verdet Gómez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9788437096995
Скачать книгу
alt="001"/>

       II. El siglo XIX: la expansión de la industria papelera valenciana

      En el siglo XIX, se pueden distinguir tres etapas muy bien definidas. En primer lugar, una fase de estancamiento, comprendida entre la Guerra de la Independencia y la Primera Guerra Carlista, periodo caracterizado por la inestabilidad política y la pérdida del mercado colonial. Durante estos años, apenas se establecieron nuevos molinos y los existentes sólo trabajaron muy por debajo de su capacidad productiva, llegando, en ocasiones, a cerrar temporalmente.

      Al disminuir la inestabilidad política, instaurarse un nuevo marco jurídico y adoptarse una política arancelaria favorable, la industria papelera, con una demanda pequeña pero creciente, se adentró en una fase de firme recuperación, primero, y franca expansión, después, que habría de prolongarse hasta la mecanización del sector papelero. La recuperación de parte del mercado americano y el acceso a otros mercados internacionales contribuyeron a dicha expansión

      A partir de 1885, el sector papelero se vio afectado por una acusada crisis, de la que empezó a salir en la década de los 20, una vez finalizada la Primera Guerra Mundial y en una coyuntura internacional expansiva. La mecanización del sector agravó sus problemas, puesto que, al generalizarse las máquinas, ni todos los empresarios tuvieron capacidad financiera suficiente para adquirirlas, ni todos los emplazamientos se revelaron como idóneos. Las ubicaciones inadecuadas, mal comunicadas, no permitieron el abastecimiento de las enormes cantidades de materias primas necesarias y dificultaron la extracción de los productos manufacturados. Por el contrario, espacios que antes de la mecanización no presentaban atractivo alguno, después, se revelaron como inmejorables y, en todo caso, la dependencia de los ríos pasó a un segundo plano. En consecuencia, las transformaciones del sector papelero conllevaron una recomposición del mapa papelero que empezó a diferir, cada vez más, del histórico.

      En las primeras décadas del siglo XIX, se impuso la continuidad del mapa papelero heredado del siglo anterior -aunque las cuencas altas y medias acusaron su peso- porque la dependencia de los cursos fluviales, absoluta hasta que fue viable la utilización de la máquina de vapor, condicionó la localización de la manufactura papelera. Al iniciarse el siglo, continuaba la supremacía de Alcoi, cuyos fabricantes controlaban una parte significativa del sector. En la provincia de Castellón, en algunos pueblos sin tradición papelera, se instalaron nuevos molinos, la mayor parte, situados en los cursos altos o medios de los ríos -Castellnovo, Zorita, Vallat y Ribesalbes-, aunque otros se emplazaron en La Plana (Almassora y la capital, Castellón). Generalmente, fabricaban papel de estraza, en pequeños obradores, cuya producción se vendía en zonas relativamente inmediatas32. Este tipo de crecimiento se puede explicar por un cierto aislamiento y la escasa articulación del mercado. En la provincia de Valencia, se produjo una recomposición del mapa papelero, pues, mientras algunos de los molinos dieciochescos, como Mislata, Paterna, Alzira y Annauir (salvo el último, todos ubicados en la zona litoral) desaparecían, se establecían otros, como el de Castielfabib, acentuando el peso de las cursos altos y medios de los ríos. No obstante, también desaparecieron algunos molinos del interior, como Utiel, cuyas últimas referencias provienen del año 181733.

      En el año 1841, tuvo lugar la Exposición Pública de Madrid , donde se puso de manifiesto tanto los avances en la manufactura papelera española34 -lo que permitió disponer de una mayor cantidad de papel nacional- como sus limitaciones. Acontecimientos como éste devienen auténticos revulsivos, al priorizar la toma de medidas favorables al desarrollo industrial. En este sentido, el Instituto Industrial de España elaboró una encuesta con la finalidad de divulgar y perfeccionar la industria manufacturera española. En su respuesta, la Junta de Comercio de Valencia hizo, entre otras, las siguientes consideraciones:

      1ª.- Convendría la instalación de nuevos establecimientos de fábricas de lencería y de papel de todas clases.

      2ª.- Se podrían habilitar y aprovechar, para ello, los edificios de los conventos suprimidos y casas señoriales.

      3ª.- En diversos pueblos de Valencia, existen suficientes recursos hídricos, como las abundantes fuentes de Buñol y Chiva; también otros pueblos presentan puntos idóneos para el establecimiento de fábricas, cuya maquinaria pudiera ser movida por la fuerza de aquel elemento.

      4ª.- Para cualquier invención, fábrica o máquina que se pretenda establecer, ya sea en esta capital, ya en otro pueblo de la provincia, puede contar con los operarios necesarios35. También se informa de la cuantía de los salarios, afirmándose que “en cuanto a los jornales que utilizan los trabajadores, podrá graduarse el común en ocho reales diarios por persona36.

      Según el cualificado criterio de la Junta de Comercio de Valencia, diversas localidades de dicha provincia reunían los requisitos que la localización industrial requería, aunque, transcurridas ya las cuatro primeras décadas del siglo, anacrónicamente, se destacan factores tradicionales en los mismos años en que se introducen las primeras máquinas continuas en España. Aun así, la importante expansión de la industria papelera, que comienza una vez finalizada la Guerra Carlista, se caracterizará más por el constante crecimiento de los núcleos ya existentes que por el nacimiento de nuevos focos.

      El número de localidades papeleras y de molinos, mediada la década de 1840, venía siendo similar al de finales del siglo XVIII, con la salvedad relativa de Alcoi, población donde la industria papelera se vio condicionada por el auge del textil. La revolución liberal y la finalización de la Primera Guerra Carlista, al posibilitar una mayor estabilidad política y poner en vigor leyes liberalizadoras, dieron paso al despegue de la industria papelera que, a partir de una clara recuperación en las décadas de los 40 y 50, inició una expansión ininterrumpida hasta mediada la década de los 80. Ni siquiera la perjudicial política arancelaria (los aranceles para el papel extranjero bajaron un 87,5%, pasando de 80 ptas/100 Kgs a 10 ptas/100 Kgs entre 1849 y 1865) ni el más elevado coste de las materias primas y energía pudieron impedir su crecimiento.

      Continuando la dinámica de la década anterior, la expansión papelera presentó una doble dirección, pues, aun cuando nuevas poblaciones se agregaron al mapa papelero, sobre todo, se produjo un fuerte crecimiento de los núcleos ya existentes que multiplicaron su capacidad productiva con el incremento de tinas y un mayor aprovechamiento de los recursos, hasta el extremo de que, en diversos lugares, saturados completamente los cursos fluviales, se expandieron por pueblos próximos.

      El núcleo de Alcoi no sólo había mantenido su hegemonía en el sector, sino que se extendió por Alcocer de Planes, Ibi, Alqueria d´Asnar y Muro. Lo más significativo, sin embargo, fue su notable crecimiento cuantitativo, que se apoyó en el dinamismo de las exportaciones del papel de cigarrillos. El sector se benefició de la aplicación de importantes mejoras (blanqueo de pasta, turbinas, máquina de vapor), aunque la elaboración del papel continuó siendo manual. En el año 1881, la industria papelera de Alcoi contaba con 31 fábricas y 140 tinas, a las que habría que añadir 17 fábricas más -con 100 tinas- en otras localidades próximas, también propiedad de industriales alcoyanos, concretamente, 7 fábricas en Cocentaina, 6 en Banyeres, tres en Ontinyent y una en Ibi37.

      En la segunda mitad del siglo, continuó la expansión de la industria papelera castellonense, iniciando su actividad papelera las localidades de Sierra Engarcerán, Teresa de Viver y Vall d´Uixó y, a finales de siglo, la Puebla de Arenoso. Sin embargo, la mayoría de estos focos, situados muy al interior, a medio plazo, estaban condenados al fracaso.

      El nacimiento de la industria papelera en Alborache y Yátova, se explica por la expansión de Buñol, repitiéndose la misma circunstancia en Anna, que lo hizo por Estuveny y Chella. También surgieron otros focos papeleros localizados en Xàtiva, La Safor, La Ribera y Requena. Además, en este período, la ciudad de Valencia empezó a ocupar un papel significativo en el mapa papelero. No obstante, también desaparecieron algunos