Él dijo: “Bueno, he dicho siento”.
“Bueno, sí, usaste el verbo sentir, pero eso no significa que lo que viene detrás sea necesariamente un sentimiento. ¿Qué emociones sientes? ¿Cómo te sientes?”.
Pensó durante un rato y luego dijo: “Bueno, pienso que cuando una persona es tan insensible a los demás, demuestra que tiene un trastorno de personalidad”.
Yo le dije: “¡Un momento! ¡Para, para! Todavía estás arriba, en la cabeza, analizando lo que está mal en él. Te estoy pidiendo que mires en tu corazón, que me digas cómo te sientes tú cuando él hace eso”.
Él estaba sinceramente intentando entrar en contacto con sus propios sentimientos, pero dijo: “Bueno, no tengo sentimientos al respecto”.
Yo le dije: “Espero que no sea así”.
Él dijo: “¿Por qué?”.
Yo le dije: “Porque estarías muerto”.
Tenemos sentimientos en todo momento. El problema es que no hemos sido educados para ser conscientes de lo que está vivo en nosotros. Nuestra conciencia ha sido dirigida para mirar hacia el exterior y ver qué piensa de nosotros alguna autoridad.
Así que le dije: “Simplemente escucha a tu cuerpo por un momento. ¿Cómo te sientes cuando tu compañero pone la radio por la noche?”.
Él miró dentro de sí de verdad y entonces se iluminó y dijo: “Vale, ya lo entiendo”.
Repetí: “¿Cómo te sientes?”.
Él respondió: “Encabronado”.
“Vale”, le dije. “Eso nos valdrá. Hay otras maneras de decirlo, pero vale”.
Pero me di cuenta de que la mujer que se sentaba a su lado, la esposa de un miembro de la facultad, parecía un tanto perpleja. Le miró y le dijo: “¿Quieres decir que te sientes irritado?”.
Hay distintas maneras de expresar nuestros sentimientos, según la cultura en la que nos hayamos criado, pero es importante tener un vocabulario de sentimientos que solo describa lo que está vivo en nosotros y de ninguna manera incluya interpretaciones acerca de otras personas.
Eso quiere decir que no nos conviene usar expresiones como “me siento incomprendido”. Eso no es un sentimiento; en realidad, más bien se refiere a cómo estamos analizando si la otra persona nos ha comprendido o no. Si pensamos que alguien no nos ha comprendido, podemos sentirnos enfadados, frustrados… podrían ser muchas cosas distintas. De la misma manera, no nos conviene usar frases como “me siento manipulado” o “me siento criticado”.
Es importante tener un vocabulario de sentimientos
En nuestras formaciones, esas palabras no son lo que llamamos sentimientos. Desgraciadamente, muy pocas personas tienen un buen vocabulario de sentimientos, y veo el coste que eso genera a menudo en mi trabajo. Si quiere ver una lista extensa de sentimientos, consulte el capítulo sobre identificar y expresar sentimientos en mi libro Comunicación NoViolenta. Un lenguaje de vida.
Me resulta muy frecuente tener una conversación como la que sigue. En un taller, una mujer se acerca y me dice: “Sabes, Marshall, no quiero que te lleves una idea equivocada. Tengo un marido maravilloso...”.
Estoy seguro de que puede usted adivinar cuál será la siguiente palabra: “Pero nunca sé lo que siente”.
Oigo decir eso un montón de veces, a muchas personas. Se lo oigo decir a personas que han convivido con sus padres durante muchos años, pero que nunca han sabido realmente lo que sentían: “Qué triste es vivir con otras personas y no tener acceso a lo que está vivo en ellas”. Ahora eche un vistazo a lo que escribió. ¿Es realmente una expresión de lo que está vivo en usted, de sus sentimientos? Asegúrese de que no es un diagnóstico del otro, o pensamientos sobre cómo es. Mire en su corazón. ¿Cómo se siente cuando la otra persona hace lo que hace?
La causa de nuestros sentimientos no es el comportamiento de los demás
Los sentimientos se pueden usar de manera destructiva si tratamos de insinuar que los comportamientos de la otra persona son la causa de nuestros sentimientos. La causa de nuestros sentimientos no es el comportamiento de los demás; la causa está en nuestras necesidades. La observación que escribió sobre la otra persona es un estímulo para sus sentimientos, pero no la causa de sus sentimientos. Estoy seguro de que muchos supimos esto en algún momento.
Cuando tenía seis años, en mi barrio, cuando alguien nos insultaba, solíamos cantar una cancioncilla que decía: “Los palos y piedras me pueden romper los huesos, pero los insultos no pueden herirme”. Éramos conscientes, entonces, de que no es lo que los demás hacen lo que nos hiere; es la forma en que nos lo tomamos.
Desgraciadamente, se nos ha educado para inducir culpabilidad, por parte de las figuras de autoridad —profesores, padres, etc.—, que usaban la culpa para motivarnos a hacer lo que ellos querían que hiciéramos. Por ejemplo, podrían haber expresado sus sentimientos de esta manera:
“Me duele cuando no limpias tu habitación”.
“Me enfadas cuando pegas a tu hermano”.
Hemos sido educados por personas que trataban de hacernos sentir responsables de sus sentimientos para que nos sintiéramos culpables. Sí, los sentimientos son importantes, pero no nos conviene usarlos de esa manera. No queremos usarlos para inducir culpabilidad. Es muy importante que, cuando expresemos nuestros sentimientos, completemos la expresión con una frase que deje claro que la causa de nuestros sentimientos está en nuestras necesidades.
EJERCICIO:
Escriba lo siguiente en relación a lo que la otra persona ha hecho. Indentifique cómo se siente usted al respecto de lo que sucedió y formúlelo de la siguiente manera: “Cuando haces lo que haces me siento ___________”. Ponga en palabras cómo se siente cuando la otra persona se comporta como lo hace.
Necesidades
“Comprender las necesidades humanas es la mitad del trabajo de satisfacerlas”.
ADLAI STEVENSON
Echemos un vistazo al tercer componente de la expresión de lo que está vivo en nosotros: las necesidades. Igual que para muchas personas es difícil observar sin juzgar y desarrollar un buen vocabulario de sentimientos, también es muy difícil desarrollar un vocabulario de necesidades. Muchas personas asocian las necesidades con algo malo. Asocian tener necesidades con ser pobre, dependiente o egoísta.
Una vez más, yo pienso que eso se debe a nuestra historia, en la que se ha educado a las personas para que encajen bien en estructuras de dominación, para que sean obedientes y sumisas ante la autoridad. Hablaré sobre las estructuras de dominación más adelante, pero por ahora piense en ellas simplemente como un control organizado sobre otras personas. La mayoría de gobiernos, escuelas y empresas —e incluso muchas familias— operan como estructuras de dominación.
El problema con las personas que están en contacto con sus necesidades es que no son buenos esclavos. Yo estuve escolarizado durante veintiún años y no puedo recordar que nunca me preguntaran qué necesitaba. Mi educación no se centró en ayudarme a estar más vivo, más en contacto conmigo mismo y con los demás. Estaba orientada a obtener recompensas por dar las respuestas correctas según la definición de las autoridades.
Eche un vistazo a las palabras que estaba usando usted para describir sus necesidades. Lo principal es asegurarse de no mezclar las necesidades con lo que vamos a explicar a continuación.
En un taller que hice recientemente, una mujer estaba disgustada porque su hija no limpiaba su habitación. Yo le dije: “En esta situación, ¿qué necesidades tiene que no se están cubriendo?”.
Ella respondió: “Es obvio: necesito que limpie su habitación”.
“No”, le dije. “Eso vendrá después.