Brystal se dio cuenta de que su hermano le estaba agradecido por el recordatorio, pero también se avergonzaba de que hubiera sido ella, su hermana menor, quien lo hubiera ayudado.
—Es cierto... —dijo Barrie—. Gracias, Brystal.
—Un placer —respondió ella—. Aunque es una verdadera lástima. ¿Imaginas lo divertido que sería ver a una de esas criaturas en persona?
Pero, de repente, su hermano pareció que caía en la cuenta.
—Espera, ¿cómo sabes tú todo esto?
Brystal miró hacia atrás por encima del hombro para asegurarse de que seguían solos.
—Lo pone en uno de los libros de historia que me prestaste —le susurró—. ¡Me ha parecido fascinante! ¡Debo de haberlo leído cuatro o cinco veces! ¿Quieres que me quede y te ayude a estudiar?
—Ojalá pudieras —dijo Barrie—. Pero a mamá le resultaría sospechoso que no regresaras a la cocina y se pondrá furiosa si te pilla ayudándome.
Los ojos de Brystal destellaron traviesos cuando se le ocurrió la idea. Con un movimiento hábil, le arrancó todos los botones a la toga de Barrie. Antes de que pudiera reaccionar, la señora Evergreen entró en la sala de estar, como si hubiera percibido en el aire la travesura de su hija.
—¿Cuánto tiempo tardas tú en coser un botón? —la regañó—. ¡Tengo la avena en la olla, los huevos en la sartén y los panecillos en el horno!
Brystal se encogió de hombros con inocencia y le mostró a su madre el puñado de botones que había arrancado.
—Lo siento, mamá —dijo—. Es peor de lo que pensábamos. Está muy nervioso.
La señora Evergreen levantó las manos y se quejó mirando hacia el techo.
—¡Barrie Evergreen, esta casa no es el taller de tu sastre! —lo regañó también a él—. ¡Mantén esas inquietas manos lejos de tu ropa o te las ataré a la espalda como cuando eras niño! Brystal, cuando termines, ve al comedor a poner la mesa. Desayunamos dentro de diez minutos, ¡con o sin botones!
La señora Evergreen regresó furiosa a la cocina, maldiciendo por lo bajo. Brystal y Barrie se taparon la boca mientras se reían de lo teatral que era su madre. Era la primera vez desde hacía semanas que Brystal veía sonreír a su hermano.
—No puedo creer que hayas hecho esto —dijo.
—Tu examen es más importante que el desayuno —respondió Brystal, que empezó a coser el resto de los botones—. Y olvídate de las tarjetas, me sé de memoria prácticamente todos los libros viejos que me has prestado. Yo nombro una ley histórica y tú me cuentas la historia que hay detrás de ella. ¿Vale?
—Vale —contestó.
—Pues, bien, comencemos con la Ley de Fronteras del 274.
—La Ley de Fronteras del 274..., la Ley de Fronteras del 274... —pensó Barrie en voz alta—. ¡Ah, ya sé! Fue el decreto que estableció los Caminos Protegidos a través del Entrebosque para que los reinos pudieran comerciar de manera segura.
Brystal hizo una mueca de desaprobación cuando oyó la respuesta.
—Casi, pero no —dijo con sutileza—. Los Caminos Protegidos fueron creados por la Ley de Caminos Protegidos del 296.
Barrie protestó y se alejó de Brystal dejándola a medias con un botón. Caminó alrededor de la sala, frotándose el rostro con las manos.
—¡Es absurdo! —se quejó, refunfuñando—. ¡No me sé nada! ¡¿Por qué la historia tiene que estar plagada de números?!
—Pues, en realidad, ¡esa historia es muy interesante! —le comentó Brystal con alegría—. ¡El Reino del Sur desarrolló un sistema de calendario cuando el primer rey Campeón fue coronado! Fue tan práctico que los demás reinos empezaron a usarlo... ¡Ay, lo siento, Barrie! Era una pregunta retórica, ¿verdad?
Su hermano tenía los hombros caídos y la miraba con incredulidad. Sí, había sido una pregunta retórica, pero, al oír la explicación de su hermana, comprendió además que también estaba equivocado acerca de la creación del calendario.
—¡Me rindo! —anunció Barrie—. ¡Voy a dejar la universidad y abriré una tienda! ¡Venderé piedras y palos a los niños! ¡No ganaré mucho dinero, pero al menos no bajarán las ventas!
Brystal empezaba a perder la paciencia con la actitud de su hermano. Lo sujetó de la barbilla y le inmovilizó la cabeza para poder mirarlo fijamente a los ojos.
—¡Barrie, tienes que dejar de actuar así! —le dijo—. Todas tus respuestas vienen del lugar correcto, pero sigues queriendo empezar la casa por el tejado. Recuerda, la ley es historia y la historia solo es un cuento. Cada uno de estos acontecimientos tiene una precuela y una secuela, una causa y un efecto. Antes de responder, sitúa todos los hechos que sabes en una línea temporal imaginaria. Encuentra las contradicciones, concéntrate en lo que falta y luego llena los espacios lo mejor que puedas.
Barrie se quedó en silencio mientras pensaba en el consejo que le acababa de dar su hermana. Despacio, pero con seguridad, la semilla del optimismo que ella había sembrado empezó a crecer. Barrie asintió con determinación y respiró hondo como si estuviera a punto de saltar de un acantilado altísimo.
—Tienes razón —dijo—. Solo tengo que relajarme y concentrarme.
Brystal soltó la barbilla de su hermano para seguir remendándole los botones de la toga mientras ella también remendaba su confianza en sí misma.
—Ahora, la Ley de Fronteras del 274 —dijo—. Inténtalo de nuevo.
Barrie se concentró y no dijo nada hasta estar seguro de que tenía la respuesta correcta.
—Tras la Guerra Mundial de las Cuatro Esquinas del 250, los cuatro reinos acordaron dejar de luchar por las tierras y sus líderes firmaron la Ley de Fronteras del 274. El tratado fijó las fronteras de cada reino y la zona del Entrebosque.
—¡Muy bien! —lo alentó Brystal—. ¿Qué hay de la Ley de Neutralidad del Entrebosque del 283?
Barrie pensó con mucho cuidado y sus ojos se iluminaron cuando encontró la respuesta.
—¡La Ley de Neutralidad del Entrebosque del 283 fue un acuerdo internacional que declaró el Entrebosque zona neutral para que ninguno de los reinos pudiera reclamar su territorio como propio! Como resultado, el Entrebosque se quedó sin autoridad que lo gobernara y se convirtió en un lugar muy peligroso. Lo cual nos lleva a la Ley de Caminos Protegidos del año 296... ¡Ay!
Brystal estaba tan orgullosa de su hermano que, a causa de la emoción, lo pinchó sin darse cuenta con la aguja de enhebrar.
—¡Correcto! —dijo—. ¿Lo ves? ¡Sabes toda la información que necesitas para aprobar el examen! Solo tienes que creer en ti tanto como yo.
Barrie se ruborizó y su rostro al fin recuperó el color.
—Gracias, Brystal —dijo—. Estaría perdido en mi propia cabeza si no fuera por ti. Realmente es una lástima que seas..., bueno, ya sabes..., una niña. Serías una jueza increíble.
Brystal bajó la cabeza y fingió que seguía cosiendo el último botón para que no viera la tristeza en sus ojos.
—Ah. En realidad, nunca lo había pensado —dijo ella.
Sin embargo, era algo que Brystal quería más de lo que su hermano podía imaginar. Ser jueza le permitiría redimir y hacer ascender a las personas, le proporcionaría una posición desde la que propagar esperanza