Mitos y Leyendas del pueblo mapuche. Juan Andrés Piña. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Juan Andrés Piña
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789563248685
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natural. Sin embargo, la riqueza, coherencia y precisión del mapudungun son aspectos destacados por quienes la conocieron y tradujeron desde comienzos del siglo XVII hasta ahora. Por ejemplo, el misionero capuchino Ernesto Wilhelm de Moesbach ejerció en la Araucanía entre 1920 y 1963. Producto de este largo y sostenido contacto y de sus estudios, escribió algunos libros. Entre ellos, Voz de Arauco, que recoge términos y expresiones del mapudungun. Conocedor profundo de esta cultura, Ernesto Wilhelm describe así su grandeza: “Ocupa un lugar preferente entre las lenguas indígenas de América del Sur. Se distingue por un vocabulario abundante; gran regularidad de todas las operaciones gramaticales; un mecanismo verbal muy detallado que facilita la expresión límpida de las modificaciones del pensamiento; sintaxis sencilla con frases casi siempre coordinadas y una fonética de una condición estable y sonora; por medio de numerosos afijos y partículas intercaladas, consigue una precisión y concisión casi inimitables”.

      Por su parte, el naturalista e historiador francés Claudio Gay se refiere de esta forma a sus descubrimientos y estudios relativos al mapudungun, en su libro escrito entre 1870 y 1873: “Al sur del río Maule, los indios —mucho más feroces, patriotas e inflexibles ante las exigencias de los españoles— resistieron con tesón a los elementos destructores. Cuando más tarde fueron sometidos por los poderosos conquistadores, siguieron en su vida privada hablando su propia lengua a despecho de las numerosas ordenanzas emitidas por el rey hasta 1770, que solo permitían hablar español, a las que se resistieron al punto de preferir confesarse a través de un intérprete, aun cuando estuvieran completamente españolizados, y si hoy han olvidado el idioma araucano por completo, es por la vida comercial que la independencia chilena ha introducido en estos territorios (...)

      “Esta lengua merece, en efecto, la atención de los filólogos por la riqueza de sus expresiones, a la vez vigorosas, sonoras y armónicas, de sus formas gramaticales y sobre todo del estado de perfección que alguna vez alcanzó, pues en el pasado era mucho más elevada, ya sea como consecuencia de la información y la reflexión, ya sea por el principio instintivo que todo pueblo recibe de la naturaleza. Su gramática se encuentra tan bien dispuesta, que pareciera ser fruto del trabajo razonado de hombres en nada ajenos al método y la lógica”. (Usos y costumbres de los araucanos).

      El misionero de origen judeoalemán fray Félix de Augusta publicó en 1910 un libro titulado Lecturas araucanas. (Narraciones, costumbres, cuentos, canciones, etc.). En el prólogo de su extensa obra bilingüe (408 páginas), dice que “Pocos hay quienes se toman el trabajo de penetrarse bien del idioma araucano, y es innegable que su aprendizaje no tiene utilidad práctica sino para los misioneros y para aquellos comerciantes que quieren atraer una gran clientela de indígenas; sin embargo, merece su conocimiento en alto grado la propagación entre los círculos científicos, no dejando entonces de conquistarse la admiración de los lingüistas, por su sencilla y lógica estructura, la riqueza de sus formas verbales, la precisión y claridad de dicción y la facilidad con que da expresión a todo modo de pensar y sentir”.

      Y más adelante sostiene algo que debe haber resultado muy rupturista para la época, sobre todo en aquellos que consideraban a los mapuche un pueblo bárbaro, es decir, ignorante, carente de leyes o normas, sin creencias y hasta sanguinario: “Esta nación, hoy día tan despreciada por cierta clase de personas que desean y proponen el secuestro de sus bienes y hasta el exterminio de su raza, esta nación vive, piensa, ama, tiene sus leyes tradicionales, sus ideas religiosas, su culto, poesía, elocuencia, sus canciones, su música, sus artes, sus fiestas y juegos, su vida cívica, sus pasiones y virtudes”.

      Quienes han leído textos del mapudungun traducidos al castellano, habrán notado que muchos nombres, verbos, conceptos, sustantivos y adjetivos están escritos de manera diversa, con variaciones en las letras utilizadas, aun cuando se refieran a lo mismo, lo que puede conducir a cierta confusión. Ello tiene una explicación: el mapudungun es una lengua originalmente ágrafa, es decir, sin el equivalente en la escritura: solo existía de manera oral.

      Las primeras gramáticas y diccionarios del mapudungun provienen de misioneros católicos, cuya finalidad no era el estudio científico, sino que el conocimiento práctico que les permitiera una adecuada comunicación que expandiera su labor evangelizadora. La primera gramática fue publicada por el padre Luis de Valdivia en 1606; la segunda, por el padre Andrés Febrés, en 1775, y la tercera por el padre Bernardo de Havestadt, en 1777.

      Después de ello, muchos diccionarios, investigaciones y gramáticas fueron editadas hasta nuestros días. Se entenderá, entonces, que tantos autores a través de tantos siglos hayan volcado en una escritura antes inexistente su propia versión gráfica (letras) de la fonética (sonidos) escuchados. Por ejemplo, en las traducciones de las últimas décadas, en lugar de la letra Q o C se prefiere mayoritariamente la K, probablemente porque representa mejor el sonido original.

      De allí la gran cantidad de trascripciones que existen para los mismos conceptos. Ello se agrava aún más si consideramos que el mapudungun tiene sonidos inexistentes en el castellano y, a su vez, no posee otros de nuestro idioma. Y una última complejidad: innumerables términos mapuche se refieren a conceptos o ideas que en Occidente no existen o existen de una manera totalmente diversa: el sistema de parentescos, por ejemplo.

      Afortunadamente, en las últimas décadas se ha ido homogeneizando esta grafía y terminología. En este libro utilizamos las de uso más expandido y aceptado en la actualidad. Para facilitar la lectura, se incluye un glosario de nombres y términos que en cada una de las historias están en letra cursiva.

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      Los relatos contenidos en este volumen no solo hablan de una geografía determinada, de lugares o de personas específicas que los protagonizan, sino de un mundo mágico y remoto, poblado de espíritus que colaboran con la gente o se enfrentan a ellas. También tratan de seres humanos que consiguen una profunda relación con la naturaleza, al punto de que varios de ellos terminan transformados en piedras, ríos o árboles.

      Grandes creadores de los epew (cuentos), los mapuche fueron consolidando allí un vívido universo poblado de seres fantásticos, animales monstruosos, ríos y mares que cobran vida, entes sobrenaturales que conviven con la gente, flores y árboles sanadores, brujos y chamanes, ánimas tutelares, diluvios, terremotos y maremotos que cambian la fisonomía del lugar y volcanes indómitos habitados por espíritus que transforman su entorno.

      Así, estas lecturas ayudan a comprender, desde el punto de vista de la literatura, la cosmovisión de un pueblo que ha sido base de nuestro crecimiento como nación.

      Si bien es cierto muchos de estos relatos tienen influencias de la cultura occidental, como se dijo antes, aquí adquieren un renovado fulgor y una fuerte originalidad, marcados por el particular entorno geográfico y climático, por las costumbres y rituales del mundo mapuche, por su coherente religiosidad. Ya no son simples recreaciones o imitaciones, sino historias definitivamente originales.

      Respetando todo aquello, en esta recopilación se ha conservado un concepto cultural originario, evitando denominaciones propias de lo cristiano occidental lejanas al mundo mapuche; por ejemplo, príncipes, reyes, princesas, hadas, gnomos y tantos otros que son habituales en muchas de las antologías. Incluso en estas páginas hemos preferido el término comunidad antes que tribu, porque se acerca más al sentido de asociación grupal mapuche. También hemos evitado la denominación de cacique, que ellos nunca ocuparon para sí: es un nombre de origen antillano con que los españoles nominaron a las jefaturas que participaban en los parlamentos. De igual manera, no hay aquí tigres ni leones, porque ellos nunca existieron en la Araucanía, aunque sí los pumas.

      Al momento de la llegada de los españoles, el concepto de país o república (Chile) no existía ni tampoco el de frontera entre nosotros y Argentina. Aunque en menor cantidad, muchas comunidades mapuche habitaban en las zonas de Neuquén, Chubut, Río Negro y parte de la Patagonia (poyas, ranqueles, tehuelches, entre otros). Ello explica que varias de las narraciones de este libro se desarrollen, justamente, en el actual territorio argentino. Todos pertenecían a alguna comunidad de pueblos originarios: no eran ni chilenos ni argentinos.

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