La cuestión del estado en el pensamiento social crítico latinoamericano. Juan Camilo Arias. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Juan Camilo Arias
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789585495654
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valor es un efecto —una ilusión objetiva— de las relaciones entre personas que se establecen a través del intercambio de cosas (Rubin, 1985). Del mismo modo, las relaciones de intercambio tampoco son el locus de una praxis social o racionalidad común que solo habría que representar en el Estado como “forma general”; al contrario, es la forma Estado la que produce la apariencia de homogeneidad social. Ambos, valor y ciudadanía, son abstracciones reales. Pero, además, el concepto de Estado de Lechner resulta inadecuado desde el punto de vista empírico. La asimilación de verdadero Estado y democracia burguesa lo reduce a un concepto aplicable a los estados centrales desde fines del siglo XIX y no sin problemas. También, la definición de heterogeneidad estructural debiera llevarnos a la conclusión de que en Estados Unidos no hubo Estado, es decir hubo solo aparato de Estado, hasta el final de la guerra civil. Se trata a fin de cuentas de un concepto normativo que identifica como especificidad lo que en realidad es distancia respecto de una “idea”, aunque esa idea tenga la fuerza de un prejuicio social.

      El segundo texto es El desarrollo del capitalismo en América Latina, de Agustín Cueva (2004). Su primera edición es de 1977, el mismo año que el artículo referido de Lechner, y al igual que aquel otorga un lugar central en su argumentación a la relación entre la especificidad de los Estados latinoamericanos y la heterogeneidad estructural de las formaciones sociales de la región:

      No es lo mismo construir un estado sobre el cimiento relativamente firme del modo de producción capitalista implantado en toda la extensión de un cuerpo social, que edificarlo sobre la anfractuosa topografía de estructuras precapitalistas que por su misma índole son incapaces de proporcionar el fundamento objetivo de cualquier unidad nacional, esto es, un mercado interior de amplia envergadura (Cueva, 2004, p. 32).

      Y poco más adelante:

      No es de extrañar entonces que la marcada autonomía de los distintos segmentos económicos, modalidad inevitable de existencia de esa abigarrada matriz precapitalista, se haya traducido por la poca “coherencia orgánica” de la sociedad en su conjunto y de su sobreestructura política en particular (p. 33).

      En un lenguaje permeado por la lectura estructuralista de Marx y a través de una argumentación desarrollada en el campo del debate historiográfico más que en el de la filosofía política, vuelve a aparecer el vínculo entre heterogeneidad estructural, definida como coexistencia/articulación de diversos modos de producción, y un Estado que, en los términos de Lechner, no se adecua a su concepto: “incoherencia orgánica de la superestructura política” en palabras de Cueva. Pero, a poco de andar, las excepciones exigen construir explicaciones ad hoc y completar la hipótesis original con condiciones suplementarias. Argentina y Chile son las más notables. El caso argentino se caracteriza por una presencia marginal de formas de explotación precapitalista. La pretensión de Cueva de conceptualizar el período de “anarquía” durante el siglo XIX como una lucha entre el interior precapitalista y la capitalista provincia de Buenos Aires no tiene asidero empírico (Oszlak, 2012). El caso chileno ofrece además un éxito temprano en la formación del Estado nacional en comparación con la mayoría de los Estados de la región. La explicación de Cueva de que esto se debió a la debilidad de los elementos precapitalistas en Chile no cuadra con el ejemplo argentino que comparte esa característica y tuvo además un largo período de guerras civiles. Sin embargo, Cueva (2004) parte de esa presunta debilidad para afirmar: “podría resumirse diciendo que la posibilidad de conformación de estados nacionales verdaderamente unificados y relativamente estables en América Latina varió en función directa de la existencia de una burguesía orgánica de envergadura nacional” (p. 40).

      Pero aquí nos volvemos a encontrar en otro nivel de análisis con el mismo problema que enfrentábamos en Lechner: una “burguesía orgánica de alcance nacional”, es decir, la unidad de la burguesía como clase es un producto del Estado, no su supuesto (Poulantzas, 1986a, 2005). Para no caer en una tautología, la mayor o menor probabilidad de unificación de la burguesía debe anclarse en el mayor o menor grado de homogeneidad social estructural. Cuando el modo de producción capitalista se extiende a la totalidad del cuerpo social o al menos abarca una porción vasta de él “el estado se estabiliza […] si no, la situación de extrema precariedad se prolonga indefinidamente, expresada en una permanente crisis de hegemonía” (Cueva, 2004, pp. 41-42). Afirmación que encuentra, de nuevo, su refutación en el caso argentino, porque, a pesar del indiscutido predominio de la forma capitalista de explotación en todo su territorio, no es difícil ver allí los elementos de una “permanente crisis de hegemonía”.

      Pero la heterogeneidad estructural es solo una dimensión de la explicación de Cueva. Este autor construye su explicación de la dependencia de América Latina a partir del encuentro entre la expansión mundial del capital desde fines del siglo XIX y las estructuras heterogéneas de las formaciones sociales latinoamericanas. La expansión imperialista le permite dar cuenta de por qué se habría vuelto predominante el modo de producción capitalista en las distintas formaciones sociales de la región y periodizar las etapas del desarrollo dependiente durante el siglo XX. Así mismo, Cueva revela mucho más éxito en la construcción de esa periodización, que parte de la aproximación a la acumulación y el desarrollo capitalistas como fenómenos mundiales, que en la explicación de las diferencias intrarregionales partiendo de la heterogeneidad estructural tal como la define. Una conclusión similar a la que alcanzábamos en la discusión del texto de Lechner, aunque Lechner daba un paso más al hacer depender la heterogeneidad estructural —si bien de un modo abstracto— de aquella expansión mundial del capital.

      El tercer y último texto es El Estado en América Latina de René Zavaleta Mercado (2015a). Se trata de un texto de 1984, es decir, algo posterior a los de Lechner y Cueva. Sin embargo, la formulación y el tratamiento de los problemas lo acercan más a aquellos que a los debates contemporáneos dominados por la transición a la democracia. Ello se evidencia en los vínculos del texto con otros previos de Zavaleta, como “Las formas aparentes en Marx” de 1978 o “Problemas de la determinación dependiente y la forma primordial” de 1982 (Zavaleta, 2015b, 2015c). Sin embargo, como en un espejo invertido, el problema de la heterogeneidad se transforma en Zavaleta en el problema de la homogeneidad. Para él, a diferencia de Lechner y Cueva, la homogeneización social es una función específicamente estatal. Según lo señaló antes en “Las formas aparentes en Marx”,

      […] la base económica contiene los elementos de heterogeneidad de la sociedad en tanto que la superestructura manifiesta las líneas de su unidad. […] La diversidad es por eso, en lo interno, la propiedad o característica de toda base económica, y mucho más si tenemos más de un modo de producción dentro de la misma formación económico social (Zavaleta Mercado, 2015b, p. 94).

      El Estado, por el contrario “impone la unidad o tiene como fin supremo la unidad […] es el estado el encargado de manifestar como unidad esto que tiende a existir como dispersión” (Zavaleta Mercado, 2015b, p. 94). La heterogeneidad estructural es, pues, una característica universal de la “base económica” considerada como medio interno; no podemos encontrar allí, por lo tanto, lo específico de América Latina. Obsérvese además que la heterogeneidad no es identificada con la diversidad de modos de producción, sino que es un resultado normal de la reproducción ampliada del capital. Entonces, más bien es al revés: lo específico de América Latina son las debilidades, los fracasos, las formas incompletas de la “nacionalización” de las sociedades latinoamericanas.

      Empecemos por la conclusión de “El Estado en América Latina” en lo que se refiere al problema que estamos tratando: la resolución del problema de la homogeneización es función de la autonomía de lo político. Y la autonomía de lo político presenta un doble carácter: es apariencia objetiva, en tanto ilusión de separación entre Estado y sociedad civil, y es efectividad real, en tanto consideramos al Estado como aparato. La capacidad del Estado de imponer la unidad a la formación social depende de la constitución de su autonomía relativa en sus dos determinaciones. En ese marco adquieren pleno sentido dos categorías centrales en ese texto: ecuación social (o bloque histórico) y momento constitutivo. Con ecuación social, Zavaleta refiere al modo de la separación y al tipo de relación que se establece entre sociedad civil y Estado; la ecuación social es siempre un producto histórico, tiene “elementos