Beneficiada por la audaz y compleja intervención humana en el paisaje a través del sistema hidráulico, cuya operatividad y funcionamiento se valió de su dominio sobre las poblaciones del valle y allende sus fronteras, hacia 1521 la ciudad de Tenochtitlan había alcanzado una extensión de 11 500 hectáreas y de 300 a 350 000 habitantes, mientras que en su conjunto las poblaciones de la cuenca sumaban cerca de un millón de almas.
Semejante concentración humana se tradujo en una creciente presión sobre fuentes de energía localizadas dentro y fuera de la propia cuenca. La creciente demanda de alimentos, por ejemplo, llevó a expandir las chinampas sobre el lago de México y, con ello, aumentó el bloqueo del desagüe natural hacia el lago de Texcoco, disminuyendo el nivel de las aguas y profundidad de éste, así como la humedad del aire. A su vez, la madera empleada en la fabricación de canoas, viviendas y otros bastimentos para la ciudad deforestó paulatinamente las faldas de las serranías, repercutiendo en el azolve de canales y lagos. Estas y otras transformaciones del paisaje y del ambiente se acelerarían tras la caída de Tenochtitlan a manos de los españoles y sus aliados indígenas.
Figura 2. Plano de la ciudad de Tenochtitlan en 1519. Autor: Leopoldo Batres. Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, 1892. Escala: 1: 7 500; 0 m, 001 = 7 m, 50. 100 x 77 cm. Mapoteca Manuel Orozco y Berra, Serie Distrito Federal, Expediente Distrito Federal 2, Código Clasificador COYB.DF.M43.V2.0092.
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