Este libro no hubiera podido concretarse sin algunas personas e instituciones que, de diversas formas, han contribuido a la investigación que le dio origen y a su redacción definitiva. A Lía Galán y a María Delia Buisel debo mi primer acercamiento a Virgilio como alumna de grado: en sus clases no sólo me he beneficiado de sus conocimientos, sino también de su entusiasmo para leer, releer y disfrutar los versos de Eneida. El Centro de Estudios Latinos, unidad integrante del Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS) de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, ha sido el espacio en el que durante todos estos años, en seminarios, jornadas, reuniones y conversaciones informales, tuve la posibilidad de formarme, discutir y compartir mis conclusiones con colegas muy queridos: agradezco a todos ellos su acompañamiento, su apoyo y sus enriquecedoras observaciones. El Dr. Julián Gallego (Universidad de Buenos Aires-Conicet) ha guiado con gran amabilidad el proceso de edición y publicación de este libro en el marco de la colección del Programa de Estudios sobre las Formas de Sociedad y las Configuraciones Estatales de la Antigüedad (PEFSCEA).
La biblioteca del Centro de Estudios Latinos, la Biblioteca “Guillermo Obiols” de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (Universidad Nacional de La Plata), la Biblioteca d’Humanitats (Universidad Autónoma de Barcelona), la Biblioteca de Lletres (Universidad de Barcelona), la Widener Library y la Smyth Classical Library (Universidad de Harvard), la biblioteca del Instituto de Filología Clásica (Universidad de Buenos Aires) y el servicio que presta el Proyecto de Enlace de Bibliotecas (PrEBi) de la Universidad Nacional de La Plata han sido fundamentales para acceder a la bibliografía en que se ha cimentado mi investigación. No olvido aquí los generosos aportes de las bibliotecas particulares de mis profesores y colegas del Centro de Estudios Latinos y de otras universidades del país.
He tenido el honor de que este estudio, en sus distintas etapas, recibiera la lectura atenta de destacados y queridos especialistas. Josep Maria Escolà i Tuset (Universidad Autónoma de Barcelona) leyó y corrigió gran parte del borrador de la tesis, y los tres miembros del jurado que la evaluó realizaron comentarios y sugerencias valiosísimos que me invitaron a reconsiderar aspectos del trabajo. Recientemente, Federico Santangelo (Universidad de Newcastle) y Stephen Wheeler (Universidad Estatal de Pensilvania) leyeron el manuscrito de este libro: sus observaciones minuciosas, que abarcaron desde erratas tipográficas hasta preguntas generales sobre el planteo de la investigación, han contribuido ciertamente a mejorarlo. A todos ellos agradezco la generosidad de brindarme su tiempo para leer y corregir mi trabajo.
Mis padres, mis tres hermanos y mis amigas han sido apoyo constante y refugio seguro en los años de mi investigación doctoral y en los de revisión y redacción final del trabajo. A todos ellos y a la memoria de mis abuelos va dedicado este libro. Y de manera muy especial a mi esposo Federico y a mis hijos Juan Pedro y María Lucía: ningún dios podría haberme profetizado nunca tanta felicidad.
María Emilia Cairo
La Plata, julio de 2020
Introducción
Las lecturas de Eneida que se han formulado desde las más diversas líneas hermenéuticas coinciden en señalar que el concepto de fatum –“destino”, “hado”– es central para la interpretación del poema. Si bien los diferentes estudios críticos varían en la manera de considerar esta noción, existe un acuerdo generalizado respecto de su centralidad para comprender las relaciones entre las esferas divina y humana presentadas por Virgilio.
Cuando comienza la acción del relato épico, el fatum ya ha sido determinado, pero es mediante las profecías y los anuncios que se hace conocido a los personajes humanos. En virtud de ello consideramos que el análisis del relato profético en Eneida dilucidará cuestiones relativas al modo en que el fatum se transmite, a la manera en que los dioses se comunican con los hombres y a las posibilidades que los personajes humanos tienen de comprender los designios del destino.
Entenderemos aquí como profecía todo discurso emitido por un personaje divino o dotado de un conocimiento divino (fantasmas, sacerdotes) y dirigido a otro personaje, divino o humano, para comunicarle algún evento futuro. Característicamente, estos discursos poseen al menos un verbo en futuro del indicativo que expresa el evento profetizado; por lo común, se añade otra forma verbal en modo subjuntivo o imperativo que da al destinatario una orden referida al curso de acción que debe seguir. En particular, las profecías con destinatarios humanos suelen aparecer en el marco de procedimientos rituales específicos vinculados a la adivinación.1 Como se verá a lo largo del estudio, la comunicación asidua con los dioses es uno de los rasgos con los que Virgilio caracteriza a los enéadas: el vínculo con la esfera divina identifica a los fundadores de la estirpe de los futuros romanos.
En este trabajo, al hablar de la “identidad” de los enéadas y los romanos, lo haremos atendiendo a los aportes recibidos de disciplinas como la arqueología y la antropología que conciben la identidad no como una entidad fija y dada a los individuos y comunidades desde el exterior, sino como un proceso dinámico y socialmente construido: la identidad nunca es estática sino que se modifica y transmite mediante el proceso de identificación, es decir, de la adhesión de los miembros de la comunidad a ese conjunto de rasgos y características que definen a su grupo como tal.2 De las múltiples perspectivas teóricas sobre este concepto, consideramos adecuada para nuestro trabajo la definición planteada por J. Assmann, quien concibe la identidad colectiva como una imagen [Bild] con la que sus miembros se identifican y cuya fuerza surge de la capacidad de influir en los pensamientos y acciones de los integrantes del grupo.3 Esta conciencia de pertenecer a un colectivo se fundamenta en un sistema compartido de símbolos, a los que pertenece en primer lugar la lengua, pero también los rituales religiosos,4 las danzas, la vestimenta, las comidas.5 Para indagar en nuestro trabajo el modo en que las profecías participan de la configuración de la identidad romana en Eneida, esta visión amplia de los elementos que la conforman resulta fructífera, puesto que permite pensar “lo romano” desde un enfoque que no se limita a entender la romanidad sólo en términos de ciudadanía.6 En particular, entendemos que en Eneida la comunicación asidua de los personajes divinos con los humanos a través de oráculos y anuncios contribuye a configurar una imagen de los romanos como pueblo caracterizado por su religiosidad, imagen que ya se encuentra en textos de Cicerón7 pero que en el contexto histórico de Virgilio adquiere rasgos particulares.
En este trabajo, serán objeto de análisis las profecías en tanto mensajes de la divinidad comunicados mediante la palabra. No se considerarán de manera central, aunque se mencionen a propósito de la lectura de otros anuncios, aquellos signos u omina que, aun cuando también manifiestan la voluntad divina, se transmiten por un canal no verbal: el fuego en la cabeza de Ascanio (libro 2), la aparición de los caballos al llegar a Italia (libro 3) o las abejas y el fuego en el palacio de Latino (libro 7), por nombrar sólo algunos ejemplos. El escudo forjado por Vulcano (libro 8), en el que se anuncian acontecimientos de la historia romana, constituye un caso especial puesto que la profecía se plasma mediante el recurso de la écfrasis. El mensaje se presenta a través de una imagen, es decir, no es verbal; se describe con palabras sólo para el lector. No obstante, puesto que este pasaje ha sido examinado tradicionalmente dentro del conjunto de las profecías sobre Roma, ha sido incluido en nuestro estudio, en un capítulo independiente.8
Enumeramos a continuación los fragmentos objeto del presente trabajo, indicando en cada caso el emisor, el receptor y la ubicación del pasaje: Júpiter a Venus (1.223-304), Venus a Eneas (1.387-401), el fantasma de Héctor a Eneas (2.268-297), la sombra de Creúsa a Eneas (2.771-794), Apolo a Eneas (3.84-120), los Penates a Eneas (3.147-179), la arpía Celeno a Eneas (3.192-269), Héleno a Eneas (3.356-471), el fantasma