Los líderes son discípulos que están en contacto con Dios. Ellos practican lo que Cristo predicaba, comunicándose con Dios a través de las herramientas de orientación: ellos buscan la Palabra de Dios para estrategia, oran por dirección y se hablan entre sí para buscar opiniones de sus pares. Encontrar la dirección de Dios para un ministerio específico es una experiencia compartida; puede ser hermoso cuando los espiritualmente maduros son guiados por los claros mandamientos de Dios y juntos buscan obedecerlo.
En el modelo cristocéntrico, una persona que posee visión y valores comunica a una membrecía o equipo de trabajo con ideas afines, quién puede ejecutarla. Cristo no tenía la intención de que su iglesia trabajara de esa manera. Créanme, no funciona, al menos no por mucho tiempo.
Cristo decretó la visión y la estrategia, y el presidente de una organización paraeclesial puede hacer lo mismo. Cuando un pastor intenta esta táctica, tarde o temprano fracasará. Por algunos años, el pastor puede ser capaza de decir: “Dios me llamó y me dio la visión. Usted puede cuestionarme, pero hay un punto donde si no está de acuerdo, no debe tocar al ungido del Señor.” Él puede incluso tratar de señalar que criticar u oponerse al pastor habría sido como si David se hubiera opuesto al Rey Saúl.
Pero un pastor local no es el Rey Saúl de Israel ni tiene la misma autoridad que Jesús, o incluso que los apóstoles. El liderazgo en la iglesia es una experiencia compartida y eso lo vemos claramente en el modelo eclesiocéntrico.
Algunos movimientos que practican el discipulado han abusado de sus principios al tratar de controlar las vidas de otros. Nadie debiera estar obligado a pedir permiso para faltar a la iglesia, hacer compras domésticas importantes, salir con alguien, casarse, salir de vacaciones, etc. Aunque el seguimiento es vital para el discipulado, el enfoque autocrático que tales acciones describen es una errónea aplicación del modelo cristocéntrico y nunca fue la intención de que fuera así en la comunidad de Cristo. La iglesia discipuladora es una comunidad de discípulos en la que sus líderes buscan conocer a Dios y hacer su voluntad. Sólo cuando ellos están conectados por una información básica común y utilizan sus herramientas de orientación, las cuales son el vértice de “Permanezcan en Mí”, esa comunidad puede discipular de manera eficaz.
3. En Entrenamiento: Pasando de un Liderazgo Preparado a una Comunidad de Liderazgo Comprometida en la Formación Multinivel.
El entrenamiento de la iglesia discipuladora empieza la primera vez que uno de sus miembros hace contacto con una persona. Hacer discípulos comienza con presentar a Cristo a hombres y mujeres. Esa sola declaración hace pedazos los parámetros del discipulado tradicional. Recuerda la definición de discipulado con la que empezamos? “Es el entrenamiento intencional de discípulos, con rendición de cuentas, sobre la base de relaciones amorosas.” Esto va mucho más allá de los grupos pequeños o de los encuentros uno a uno. Hay que decir que para la mayoría de la gente, el discipulado es algo que se hace dentro de la iglesia o al interior del hogar. En primer lugar, el discipulado no es para la iglesia, sino para el mundo. Su resultado final es transformar a la gente dondequiera que vivan, cualquiera que sea su posición, incluso si ellos no van a la iglesia y nunca lo hagan.
La ampliación del modelo de discipulado no es una idea nueva, pero la manera en que ha sido practicado por muchas congregaciones es aún demasiado estrecha para la iglesia. Como el genetista que reproduce el mismo ADN una y otra vez fuera del método reproductivo normal, muchas iglesias han intentado crear clones espirituales.
Tradicionalmente, el movimiento de discipulado ha atraído una cierta clase de persona: una hábil verbalmente y orientada a la comunicación, que ve una visión y la sigue. Tal principio y valor conducen a la gente a querer hacer una diferencia y anhelar un desafío. No hay nada de malo con ser así y gustarle estas cosas, pero los problemas surgen cuando empezamos a proyectar nuestros dones y rasgos de personalidad sobre otros como un asunto de espiritualidad. Gente como esta, y yo me incluyo, tiende a atraer gente parecida y a considerar a otros como no espirituales o apáticos.
Yo baso mi afirmación de que ampliar la comunidad de discipulado no es nueva en Efesios 4:11-16:
“Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo. Así ya no seremos niños, zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza y por la astucia y los artificios de quienes emplean artimañas engañosas. Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro.”2
Este pasaje muestra que el liderazgo de la iglesia local debería preparar gente para ser ministros eficientes de Jesucristo. Eso incluye ayudarlos a crecer en su madurez espiritual, y el resultado final es el pleno empleo de los dones de Dios a través de su pueblo. Cuando cada miembro hace la parte que le corresponde, la iglesia se edifica en amor.
Para hacer esta labor, el entrenamiento o desarrollo debe realizarse en varios niveles. La palabra traducida por “capacitar” en Efesios 4:12, significa “entrenar a un atleta, reparar un hueso roto, o restaurar algo en mal estado”. El trabajo es más que entrenar en habilidades espirituales a los que se encuentran espiritualmente bien. Cualquier iglesia involucra gente en varias etapas de su caminar con Dios: algunos están en crisis, varios se sienten derrotados, otros están listos para ser entrenados o para liderar. La iglesia discipuladora es al menos tres cosas: un hospital para los enfermos espiritualmente, un invernadero para el crecimiento de nuevos creyentes y un centro de entrenamiento para el que está firme y ansía servir.
Debido a que la tarea pastoral es multidimensional y en varios niveles, la labor del pastor hacedor de discípulos es manejar varios niveles de desarrollo de la gente. El liderazgo de la iglesia debería estar ocupado en tres áreas primarias del discipulado:
La ruta de la predicación y la enseñanza. Predicar es el primer y más importante paso en el proceso de discipulado en la iglesia local. Sin la predicación, un pastor hacedor de discípulos está sin su mejor herramienta. El ministerio del púlpito establece la agenda de la iglesia, la inspira, la motiva y prepara el camino para su aplicación. Sin embargo, he sido sorprendido ante la cantidad de personas que consideran la filosofía del discipulado como el enemigo de una buena predicación. Guiados por conceptos errados, muchos han decidido que una persona no puede al mismo tiempo un pastor predicador y discipulador.
“Vengan y vean”, “vengan y síganme”, “vengan y quédense conmigo” y “permanezcan en Mí”, son etapas del discipulado. Tan pronto como una persona llega a la puerta y escucha un sermón, está participando activamente de ello. Aunque sólo asista a la iglesia y juegue en el equipo de softbol, el discipulado ha empezado. Ella se encuentra en la etapa de “vengan y vean”. La meta es lograr que pase a la siguiente etapa y se una a un pequeño grupo o a alguna otra parte de la obra. Si eso pasa, habrá hecho la transición a la etapa de “vengan y síganme”. Y si es un líder en potencia y toma un entrenamiento especializado, habrá entrado a la etapa de “vengan y quédense conmigo”.
La ruta del liderazgo. Muchas iglesias pierden su fortaleza y mueren cuando dejan de producir nuevos líderes. Para entrenarse y ser una iglesia discipuladora, una comunidad de legalistas (o de celotes, si usted prefiere), debe ser producida. Un selecto grupo de talentosos estudiantes dispuestos a aprender la filosofía y la práctica del discipulado debe ser formado. Ellos se unen al grupo de liderazgo y se reproducen a sí mismos mediante el desarrollo de sus propios aprendices cada año.
El desarrollo de un grupo de liderazgo en constante crecimiento asegura el futuro de la iglesia. Si un pastor llama a discipular por la ruta de la predicación, si no puede formar un grupo de liderazgo, él ha decidido quedarse. Para implementar y comunicar profundamente el discipulado, él debe también desarrollar líderes. Sin esto, la reproducción no existe y la multiplicación no puede darse.
En