INTRIGA EN LOS LAURELES
FRANCISCO JOSÉ NESBITT ALMEIDA
INTRIGA EN LOS LAURELES
© 2021, Francisco José Nesbitt Almeida
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ISBN: 978-1-953540-59-1
Impreso en México – Printed in Mexico
INDICE
Para ti Reina… y para nuestras dos Princesas. Octubre de 2017
AGRADECIMIENTOS
Para ti Reina… y para nuestras dos Princesas. Octubre de 2017
UNO
El sol de mediodía se reflejaba en la cara bronceada de Fabián produciendo, aun con el frío de noviembre en el norte del país, que el sudor corriera por su frente y bañara sus hombros descubiertos mientras se encontraba en el corral de la hacienda alimentando a los animales próximos a ser cargados en camiones para su venta en el vecino país del Norte.
Fabián se crió desde su nacimiento en la hacienda Los Laureles propiedad de don Luis Rodríguez; es nieto de la cocinera del lugar, quien se hizo cargo de él desde hace ya dieciocho años ante la partida de su madre, a quien solo ha visto en unas cuantas ocasiones ya que vive en la carretera, según dicen. El hacendado se encargó de que aprendiera a leer y escribir y posteriormente estudiara la secundaria. Le permitía desde muy pequeño que tomara prestados los libros de la biblioteca, los que leyó uno a uno con el transcurso de los años, aprendiendo más de lo que en una hacienda se puede lograr, y convirtiéndose en el consentido de don Luis, quien también es un amante de la lectura.
Escuchó que su abuela doña Lupe lo llamó para que acudiera de inmediato a la cocina de la casa grande de la hacienda. La casa grande de la hacienda es una casona situada al centro de una arboleda, construida a principios del siglo XX, con fachada de cantera, una enorme terraza al frente, un patio central hoy cubierto y acondicionado como estancia con una chimenea al centro, una enorme biblioteca y la cocina cuenta con acabados en talavera con una antigua estufa de leña. Ahí se presentó el muchacho.
—Mande, abuela; ¿no ves que estoy ocupado? ¿Cuál es la urgencia?
—Es necesario que vayas con Manuel a la ciudad, llega hoy la nieta del patrón y tienen que ir a recogerla.
—¿Por qué yo? ¿No puede ir Manuel solo? A mí no me gusta lidiar con niñas de ciudad.
—Cállate y métete a bañar, no puedes ir en esas fachas.
—¿Qué? ¿Será una princesa? Así me voy a ir…
Hacía ya más de diez años que la nieta de don Luis no visitaba la hacienda. La única hija del hacendado se había ido a estudiar a la capital del país hacia unos dieciocho años y solo regresó a pasar algunas vacaciones, formó una familia en la ciudad y don Luis con su esposa se quedaron solos en la hacienda. El patrón enviudó un par de años atrás, quedándose solo, en cuanto a familia se refiere, pues únicamente viaja a ver a la familia de su hija una vez al año y en la hacienda solo tiene a Fabián que todas las tardes las pasa con él en la Biblioteca leyendo o escuchando las historias de los viajes de don Luis con su mujer por casi todo el mundo y aprendiendo todo lo relacionado con los negocios; aprendió que la tierra, la mujer y el orgullo se defienden incluso con la vida; palabras sabias de don Luis que nunca olvidará y que más adelante tomará en cuenta para muchas de sus decisiones.
En el trayecto de dos horas desde la hacienda Los Laureles a la ciudad, Fabián, como es su costumbre, bombardeó a Manuel, caporal de la Hacienda y mano derecha de don Luis, con preguntas respecto a la familia del patrón. Manuel ha sido siempre muy cortante con Fabián, mas al muchacho esto no le importa y siempre intenta hacerlo hablar. Se enteró de que los familiares de don Luis vivían en la Capital del País muy lejos de ahí; que la hija del patrón, Ana Karen, se fue a estudiar y se enamoró de Jean Claude, un francés, hijo de una prominente familia con negocios de Transporte; y que se casaron siendo aún muy jóvenes, quedando Jean Claude a cargo del negocio al fallecer su padre años después y que, según se sabía, iba en decadencia por malos manejos. Al darse cuenta Manuel de que estaba ya dando mucha información y sabiendo que Fabián no olvida nada e indaga hasta conocer la verdad de todo, prefirió callar para no tener problemas después con don Luis y así siguieron durante todo el trayecto hasta llegar a la terminal aérea.
Fabián se sentía extraño y ridículo al estar en la puerta de llegada de pasajeros del aeropuerto sosteniendo un letrero que decía Paulina Dumont; situación que olvidó de inmediato al ver a una aeromoza que acompañaba