Edgar Allan Poe: Novelas Completas. Edgar Allan Poe. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Edgar Allan Poe
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9782378079697
Скачать книгу
la superficie del cuerpo, y la habitual rigidez cadavérica sobrevino de inmediato. Volví a desplomarme con un estremecimiento en el diván de donde me levantara tan bruscamente y de nuevo me entregué a mis apasionadas visiones de Ligeia.

      Así transcurrió una hora cuando (¿era posible?) advertí por segunda vez un vago sonido procedente de la región del lecho. Presté atención en el colmo del horror. El sonido se repitió: era un suspiro. Precipitándome hacia el cadáver, vi -claramente- temblar los labios. Un minuto después se entreabrían, descubriendo una brillante línea de dientes nacarados. La estupefacción luchaba ahora en mi pecho con el profundo espanto que hasta entonces reinara solo. Sentí que mi vista se oscurecía, que mi razón se extraviaba, y sólo por un violento esfuerzo logré al fin cobrar ánimos para ponerme a la tarea que mi deber me señalaba una vez más. Había ahora cierto color en la frente, en las mejillas y en la garganta; un calor perceptible invadía todo el cuerpo; hasta se sentía latir levemente el corazón. Mi esposa vivía, y con redoblado ardor me entregué a la tarea de resucitarla. Froté y friccioné las sienes y las manos, y utilicé todos los expedientes que la experiencia y no pocas lecturas médicas me aconsejaban. Pero en vano. De pronto, el color huyó, las pulsaciones cesaron, los labios recobraron la expresión de la muerte y, un instante después, el cuerpo todo adquiría el frío de hielo, el color lívido, la intensa rigidez, el aspecto consumido y todas las horrendas características de quien ha sido, por muchos días, habitante de la tumba.

      Y de nuevo me sumí en las visiones de Ligeia, y de nuevo (¿y quién ha de sorprenderse de que me estremezca al escribirlo?), de nuevo llegó a mis oídos un sollozo ahogado que venía de la zona del lecho de ébano. Mas, ¿a qué detallar el inenarrable horror de aquella noche? ¿A qué detenerme a relatar cómo, hasta acercarse el momento del alba gris, se repitió este horrible drama de resurrección; cómo cada espantosa recaída terminaba en una muerte más rígida y aparentemente más irremediable; cómo cada agonía cobraba el aspecto de una lucha con algún enemigo invisible, y cómo cada lucha era sucedida por no sé qué extraño cambio en el aspecto del cuerpo? Permitidme que me apresure a concluir.

      La mayor parte de la espantosa noche había transcurrido, y la que estuviera muerta se movió de nuevo, ahora con más fuerza que antes, aunque despertase de una disolución más horrenda y más irreparable. Yo había cesado hacía rato de luchar o de moverme, y permanecía rígido, sentado en la otomana, presa indefensa de un torbellino de violentas emociones, de todas las cuales el pavor era quizá la menos terrible, la menos devoradora. El cadáver, repito, se movía, y ahora con más fuerza que antes. Los colores de la vida cubrieron con inusitada energía el semblante, los miembros se relajaron y, de no ser por los párpados aún apretados y por las vendas y paños que daban un aspecto sepulcral a la figura, podía haber soñado que Rowena había sacudido por completo las cadenas de la muerte. Pero si entonces no acepté del todo esta idea, por lo menos pude salir de dudas cuando, levantándose del lecho, a tientas, con débiles pasos, con los ojos cerrados y la manera peculiar de quien se ha extraviado en un sueño, aquel ser amortajado avanzó osadamente, palpablemente, hasta el centro del aposento.

      No temblé, no me moví, pues una multitud de ideas inexpresables vinculadas con el aire, la estatura, el porte de la figura cruzaron velozmente por mi cerebro, paralizándome, convirtiéndome en fría piedra. No me moví, pero contemplé la aparición. Reinaba un loco desorden en mis pensamientos, un tumulto incontenible. ¿Podía ser, realmente, Rowena viva la figura que tenía delante? ¿Podía ser realmente Rowena, Rowena Trevanion de Tremaine, la de los cabellos rubios y los ojos azules? ¿Por qué, por qué lo dudaba? El vendaje ceñía la boca, pero ¿podía no ser la boca de Rowena de Tremaine? Y las mejillas -con rosas como en la plenitud de su vida-, sí podían ser en verdad las hermosas mejillas de la viviente señora de Tremaine. Y el mentón, con sus hoyuelos, como cuando estaba sana, ¿podía no ser el suyo? Pero entonces, ¿había crecido ella durante su enfermedad? ¿Qué inenarrable locura me invadió al pensarlo? De un salto llegué a sus pies. Estremeciéndose a mi contacto, dejó caer de la cabeza, sueltas, las horribles vendas que la envolvían, y entonces, en la atmósfera sacudida del aposento, se desplomó una enorme masa de cabellos desordenados: ¡eran más negros que las alas de cuervo de la medianoche! Y lentamente se abrieron los ojos de la figura que estaba ante mí. "¡En esto, por lo menos -grité-, nunca, nunca podré equivocarme! ¡Éstos son los grandes ojos, los ojos negros, los extraños ojos de mi perdido amor, los de… los de LIGEIA!"

      Los Crímenes de la calle Morgue

      Edgar Allan Poe

       Publicado: 1841

      Конец ознакомительного фрагмента.

      Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

      Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

      Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.

/9j/4AAQSkZJRgABAQEAYABgAAD/4QC+RXhpZgAATU0AKgAAAAgABgESAAMAAAABAAEAAAEaAAUA AAABAAAAVgEbAAUAAAABAAAAXgEoAAMAAAABAAIAAAITAAMAAAABAAEAAIdpAAQAAAABAAAAZgAA AAAAAABgAAAAAQAAAGAAAAABAAaQAAAHAAAABDAyMTCRAQAHAAAABAECAwCgAAAHAAAABDAxMDCg AQADAAAAAf//AACgAgAEAAAAAQAABYKgAwAEAAAAAQAACMoAAAAAAAD/4Q3iaHR0cDovL25zLmFk b2JlLmNvbS94YXAvMS4wLwA8P3hwYWNrZXQgYmVnaW49J++7vycgaWQ9J1c1TTBNcENlaGlIenJl U3pOVGN6a2M5ZCc/Pg0KPHg6eG1wbWV0YSB4bWxuczp4PSJhZG9iZTpuczptZXRhLyI+DQoJPHJk ZjpSREYgeG1sbnM6cmRmPSJodHRwOi8vd3d3LnczLm9yZy8xOTk5LzAyLzIyLXJkZi1zeW50YXgt bnMjIj4NCgkJPHJkZjpEZXNjcmlwdGlvbiByZGY6YWJvdXQ9IiIgeG1sbnM6QXR0cmliPSJodHRw Oi8vbnMuYXR0cmlidXRpb24uY29tL2Fkcy8xLjAvIj4NCgkJCTxBdHRyaWI6QWRzPg0KCQkJCTxy ZGY6U2VxPg0KCQkJCQk8cmRmOmxpIHJkZjpwYXJzZVR5cGU9IlJlc291cmNlIj4NCgkJCQkJCTxB dHRyaWI6Q3JlYXRlZD4yMDIxLTA3LTExPC9BdHRyaWI6Q3JlYXRlZD4NCgkJCQkJCTxBdHRyaWI6 RXh0SWQ+NjU1ZWZlY2EtNzNiNy00ZTk2LWE5NDAtZmVmNWNkOGQ2OGZlPC9BdHRyaWI6RXh0SWQ+ DQoJCQkJCQk8QXR0cmliOkZiSWQ+NTI1MjY1OTE0MTc5NTgwPC9BdHRyaWI6RmJJZD4NCgkJCQkJ CTxBdHRyaWI6VG91Y2hUeXBlPjI8L0F0dHJpYjpUb3VjaFR5cGU+DQoJCQkJCTwvcmRmOmxpPg0K CQkJCTwvcmRmOlNlcT4NCgkJCTwvQXR0cmliOkFkcz4NCgkJPC9yZGY6RGVzY3JpcHRpb24+DQoJ CTxyZGY6RGVzY3JpcHRpb24gcmRmOmFib3V0PSIiIHhtbG5zOmRjPSJodHRwOi8vcHVybC5vcmcv ZGMvZWxlbWVudHMvMS4xLyI+DQoJCQk8ZGM6dGl0bGU+DQoJCQkJPHJkZjpBbHQ+DQoJCQkJCTxy ZGY6bGkgeG1sOmxhbmc9IngtZGVmYXVsdCI+UGxhdG88L3JkZjpsaT4NCgkJCQk8L3JkZjpBbHQ+ DQoJCQk8L2RjOnRpdGxlPg0KCQk8L3JkZjpEZXNjcmlwdGlvbj4NCgkJPHJkZjpEZXNjcmlwdGlv biByZGY6YWJvdXQ9IiIgeG1sbnM6cGRmPSJodHRwOi8vbnMuYWRvYmUuY29tL3BkZi8xLjMvIj4N CgkJCTxwZGY6QXV0aG9yPnJlZG5vczk0PC9wZGY6QXV0aG9yPg0KCQk8L3JkZjpEZXNjcmlwdGlv bj4NCgkJPHJkZjpEZXNjcmlwdGlvbiByZGY6YWJvdXQ9IiIgeG1sbnM6eG1wPSJodHRwOi8vbnMu YWRvYmUuY29tL3hhcC8xLjAvIj4NCgkJCTx4bXA6Q3JlYXRvclRvb2w+Q2FudmE8L3htcDpDcmVh dG9yVG9vbD4NCgkJPC9yZGY6RGVzY3JpcHRpb24+DQoJPC9yZGY6UkRGPg0KPC94OnhtcG1ldGE+ DQogICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAg ICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgCiAgICAgICAgICAg ICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAg ICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAKICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAg ICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAg ICAgICAgICAgICAgICAgICAgIAogICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAg ICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAg ICAgICAgCiAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAg ICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAKICAgICAg ICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAg ICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgIAogICAgICAgICAgICAgICAgICAg ICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAg ICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgCiAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAg ICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgICAgIC