La economía mundial en estos dos decenios del tercer milenio se ha caracterizado por las turbulencias y la incertidumbre; por todas partes están apareciendo nuevos competidores y nuevas tecnologías, incluso creando sectores nuevos, llevando a la obsolescencia a muchos productos y empresas, además de eliminar fronteras y barreras de todo tipo.Todo ello nos obliga a aprender a gestionar la incertidumbre con eficiencia.
Las escuelas de negocios tenemos en estos momentos una función muy importante en la formación de líderes que gestionen con eficacia esta innovación, porque se precisan personas creativas y con iniciativa, actitudes necesarias para cualquier directivo o empresario.
Cualquiera puede tener una buena idea, pero lo que distingue al líder es tener la iniciativa y la capacidad de poder sacarla adelante para dar respuesta a las necesidades de los clientes valorando todas las opciones disponibles, motivando, fomentando y promoviendo la innovación en un contexto de «cultura innovadora».
Y todo ello debemos hacerlo en base a una prioritaria responsabilidad social y, si es posible, conjuntamente con otras empresas, instituciones y organismos públicos y privados, sin por ello perder de vista nuestra obligación de obtener buenos resultados finales, teniendo presente que no solo debemos dar por resuelta la solución a los deseos actuales del cliente, sino tender a conseguir perspectiva de escalabilidad, que nos permita resolver más fácilmente los problemas a medida que vayan surgiendo.
No vamos a entrar en este libro en las funciones de la Administración Pública, aunque influyen, y mucho, en la actividad empresarial; tan solo nos gustaría que los diversos gobiernos allanaran el camino para que la innovación pueda llegar a nuestros sectores y, si fuera posible, fomentarla en el tejido empresarial de su país.
Están surgiendo nuevos emprendedores que pretenden revolucionar la manera de hacer negocios innovando no solo en productos y servicios, sino en la aplicación de las nuevas tecnologías en los procesos de producción, apertura de nuevos mercados y, principalmente, en nuevos estilos de organización empresarial y de sus modelos de negocio.
Estos emprendedores e intraemprendedores están localizando nuevas fuentes de abastecimiento, encontrando proveedores en ámbitos antes no buscados, y creando organizaciones que optimizan los costes y la calidad para mantener los márgenes de beneficio en sus procesos productivos a fin de garantizar la subsistencia de las empresas e intentar su crecimiento.
No nos engañemos, es mucho más frecuente el fracaso de los emprendedores que aquellos que tienen éxito, que es de los que comentamos siempre, pero tenemos que aprender a convivir con el error y convertir estos en nuestras mejores enseñanzas. Así lo hacen los auténticos emprendedores y por eso continúan apareciendo nuevos productos y servicios innovadores todos los días que podemos ver en internet y las redes sociales.
Tampoco olvidemos que la innovación lleva aparejado un riesgo, pero que bien contralado y resuelto es rentable, si conseguimos ese producto o servicio que nos proponemos, con el que podremos impactar en el mercado y generar beneficios para nuestra empresa.
La sociedad está en permanente evolución y nuestra obligación, si pretendemos tener éxito, es anticiparnos a los posibles cambios y sus impactos que se nos van a presentar a corto y medio plazo, sabiendo identificar las oportunidades de negocio y aprovecharlas en nuestro favor.
Hay aspectos en los que se incide mucho y que son muy importantes, como es el caso de la digitalización en todas las
áreas de la empresa apoyada en los retos de la robotización y la inteligencia artificial, en los sistemas organizativos de las empresas, además de procesos comerciales automatizados para poder hacer llegar al cliente nuestra propuesta de valor.
Tenemos que tener presentes también otras cuestiones menos divulgadas, pero no por eso menos importantes, como es la innovación en la cadena de suministros que permite reestructurar la distribución para conseguir que sea más ágil, menos costosa y de mayor calidad, con el fin último de siempre que es conseguir un consumidor satisfecho y fidelizado.
Pero teniendo siempre en cuenta que la tecnología debe ser un facilitador de nuestra gestión, nunca un controlador de logros y resultados.
Por ello, debemos estar orientados a aportar soluciones a los problemas y cuestiones que la sociedad necesita. Podremos desarrollar nuevos modelos de negocio construyendo en nuestras empresas una verdadera cultura de la innovación continua, de manera que cada día busquemos nuevos escenarios y caminos para mejorar y prosperar en este mercado global, tanto nuestras empresas como nosotros como profesionales.
1. Innovar, una estrategia empresarial imprescindible
En estos momentos, innovar no es una opción, sino un requisito sine qua non para la supervivencia de las empresas, por lo que se hace imprescindible encontrar e incrementar nuestro potencial de innovación.
La innovación supone introducir cambios, aplicar nuevas ideas y, sobre todo, la transición de las ideas a la realidad del producto, servicio o procesos, mejorando los actuales o creando otros completamente nuevos y posicionarlos en el mercado.
En realidad se trata de localizar las mejores ideas, propias o ajenas aportadas por nuestros colaboradores, en las que nadie había pensado anteriormente o, que si lo habían hecho, no las han llevado a la práctica. Por eso estas nuevas ideas se implementan más fácilmente entre aquellos que tienen conocimiento de los mercados: clientes, proveedores y producción, que les permite hacer realidad la innovación requerida para el producto.
No pensemos que la innovación se refiere solo a los productos y servicios, sino, y de manera muy importante, a los procesos, es decir, a hacer las cosas de manera diferente, y esto debe afectar a todas las áreas de la empresa.
Pero, en realidad, la mayoría de las empresas sigue haciendo lo mismo de siempre porque, como es habitual oír, si esto funciona, por qué vamos a cambiarlo, llegando si se sigue esa línea a la obsolescencia y salida del mercado cuando surgen turbulencias, se incrementa la competencia y/o se modifica la demanda.
Empresarios y directivos tenemos la obligación de mejorar la competitividad y crear ventajas competitivas. Por ello, en los momentos actuales o se innova, o nos quedamos rezagados, de forma que debemos crear en nuestras empresas una auténtica cultura de la innovación.
Si logramos reinventarnos antes que los demás, habremos alcanzado ese diferencial de éxito que pretendemos, mejorando la manera en que hacíamos las cosas y manteniendo el espíritu de evolución permanente.
Lo importante de crear una cultura de la innovación en nuestro entorno es atraer a todos los miembros de la empresa y colaboradores a participar en el proceso de creación de ideas, sugerencias e incluso quejas para su posterior tratamiento, y fomentar con ello su interés en colaborar con la dirección en detectar oportunidades de mercado.
Esta cultura precisa de líderes diferentes, que estén cómodos en unas estructuras más lineales, e inconformistas permanentes hasta dar satisfacción a los clientes en sus demandas de modificaciones de productos o servicios, e incluso crearles la necesidad de unos nuevos o radicalmente transformados, manteniendo en todo momento el espíritu ganador que comparten con todo el equipo.
Estos líderes no deben tener miedo al fracaso y deben ser conscientes de que de los errores se aprende y lo mismo deben transmitir a su equipo. De esa manera, crearán y mantendrán el capital intelectual y retendrán a los colaboradores más valiosos.
Para ello, deben gestionar con flexibilidad y no solo adaptándose a los cambios, sino provocándolos, porque si las circunstancias económico-sociales y políticas están cambiando y seguimos haciendo lo mismo, el resultado más normal es abocar a la empresa a su desaparición.
De hecho, la innovación, en los últimos años, se ha convertido en el verdadero motor impulsor de la empresa para su transformación y crecimiento, que posibilita el incremento de márgenes de beneficio, diversifica productos, servicios y procesos, genera diferenciación, fideliza los consumidores, etc., con lo que se asegura una clara ventaja competitiva.
Estas características citadas nos llevan a la conclusión