e) Experiencia de ser una Iglesia en camino
Una imagen de la Iglesia que siempre me ha cautivado es la de la caravana. Esta permite a un grupo humano atravesar el desierto, sorteando las adversidades del clima, las asechanzas de los bandidos, las amenazas de los animales. En la caravana camina mucha gente, algunos van por delante, abriendo camino; la mayoría se ubica en el centro; otros se quedan en la retaguardia, bien porque su paso es débil, bien porque se proponen cubrir y defender, acompañar a los que caminan más lentamente o no dejar que nadie se quede atrás y se pierda.
Nuestra Iglesia se asemeja a una caravana: algunos van delante, marcando el paso y abriendo brechas; otros siguen caminos abiertos; otros van más atrás, acompañando a los que no logran seguir el paso. Hay algunos que tienen ideas creativas y audaces, actitudes proféticas y gestos martiriales. En la Iglesia hay de todo. Pero son los profetas y mártires los que riegan la Iglesia con su voz y con su sangre, y la alimentan de esperanza, haciendo ver que el horizonte final no se identifica nunca con la mediocridad de la realidad, sino que la trasciende y la impulsa.
En el concilio pudimos apreciar muchos límites y defectos de nuestra Iglesia, como cuando la familia se reúne y salen a relucir también los trapos sucios. Nuestra Iglesia es, a la vez, una comunidad divina y humana. Contamos con la asistencia y la ayuda de Dios, pero somos humanos, con fallos y pecados. Hemos conocido las fortalezas, pero también las debilidades de nuestra Iglesia. Somos una Iglesia en camino.
3. Metodología sinodal
No es la intención aquí hacer una historia del Concilio Plenario de Venezuela, para ello remitimos al excelente trabajo del P. Amador Merino 16, pero sí resulta útil recoger la metodología seguida, pues nos ayudó a nosotros y podría ser referencia para otros que emprenden su propio camino.
a) Consulta al pueblo de Dios
Una vez decidida la realización del concilio se organizó una primera consulta al pueblo de Dios. Se trataba de una invitación a la participación, pues, para que realmente sea plenario, un concilio implica la participación de todos. Por eso los obispos escribieron:
Exhortamos, pues, vivamente a todos los católicos, como miembros del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, a entrar de lleno en el concilio. Invitamos especialmente a los sacerdotes y diáconos, a los religiosos, a los jóvenes, a las familias y movimientos apostólicos, a que cooperen con generosidad y entusiasmo con el concilio [...] Nadie debe considerarse extraño o no invitado. El proceso conciliar nos compromete a todos 17.
En este sentido, se asumió como metodología un proceso de «consulta permanente al pueblo de Dios y una encuesta a otras instancias sociales» 18. La finalidad de la consulta fue precisada en estos términos: a) auscultar y articular el sentir de la Iglesia (sensus ecclesiae) y el de la sociedad de Venezuela, en general, sobre la Iglesia; b) identificar y sistematizar la temática conciliar.
La primera consulta sobre el concilio a los católicos de Venezuela y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad se produjo el 12 de marzo de 1998. Constaba de una única pregunta: «¿Qué considera usted que debe ser tratado en el concilio para renovar la vida y misión de la Iglesia en Venezuela?». Se trataba de una pregunta bien abierta para escuchar las preocupaciones sentidas y, a partir de ellas, poder identificar y sistematizar los temas conciliares.
Las respuestas a esta primera consulta fueron procesadas por el Centro de Investigaciones Socio-Religiosas (CISOR). Se recibieron 1.433 respuestas, que planteaban un total de 4.278 asuntos o temas. Como se había indicado en la convocatoria, muchas de las respuestas fueron elaboradas corporativamente: 30 diócesis; 20 arciprestazgos o zonas pastorales; 144 parroquias; 52 congregaciones religiosas; 2 institutos seculares; 15 seminarios o institutos de formación religiosa; 159 grupos de diversos movimientos de apostolado seglar; 107 planteles educativos; 42 organizaciones o asociaciones de servicio. El resto fueron respuestas individuales.
La consulta ciertamente recogió preocupaciones pastorales que representan un sentir eclesial. Una síntesis interpretativa preparada por el mismo Centro de investigación dejó en claro lo siguiente:
a) Los que respondieron a la consulta eran miembros de la Iglesia y se sentían responsables, «protagonistas»; por eso, cuando hablaban de ella decían «nosotros»; se sentían sus «dolientes». Afirmaban que se deben denunciar las injusticias, rescatar la dignidad de las personas, demostrar la opción por los pobres y evangelizar, saliendo de las parroquias, haciéndose activamente presentes en la realidad problemática de sus hermanos.
b) Se requería la formación de formadores en las dimensiones espiritual, ética, doctrinal y pastoral. Faltaba unidad de criterios. Se necesitaba la formación para la evangelización. Los laicos pedían participar en todo: «Quieren formación, mucha formación: que los animen dentro de una pastoral coherente, de conjunto. Quieren pastores: obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, íntegros e integrados en fraternidad pastoral. Quieren sacerdotes que les prediquen con seriedad, preocupados por el crecimiento de la fe, cercanos, que los visiten y entiendan».
Los resultados de la consulta, publicados en la serie «Estudios del Concilio Plenario de Venezuela» 19, permitieron la elaboración de un plan temático general. En efecto, la Conferencia episcopal se propuso preparar la temática conciliar a partir de los resultados de la consulta 20.
b) Una primera organización de los contenidos
El 10 de noviembre de 1998 se constituyó la subcomisión de contenidos, a la que se encomendó la tarea de preparar el plan temático general del concilio y definir unas líneas-fuerza conciliares a partir de los resultados de la consulta 21. En enero de 1999, durante la asamblea ordinaria de la Conferencia episcopal, fue presentado un papel de trabajo de los posibles contenidos del concilio. Se trataba de un primer paso estructurado que recogía los diversos aportes y se presentaba abierto a sugerencias y cambios.
El tema central de la reflexión conciliar que se proponía era: «La evangelización de Venezuela en los albores del tercer milenio». Se insistía en el carácter teológico-pastoral de la temática. Se presentaron seis líneas-fuerza evangelizadoras 22 y luego se añadieron cinco ejes transversales 23. A partir de enero de 1999 se constituyó una secretaría general y se nombraron tres grandes comisiones conciliares: Contenidos, Logística y Jurídica. Asimismo fueron constituidas las subcomisiones responsables de preparar los documentos de trabajo.
Durante esta fase preparatoria, la mayoría de las subcomisiones trabajaron con mucho entusiasmo y lograron implicar en su dinámica a varias personas representativas del mundo eclesial: sacerdotes, religiosos, laicos, organismos eclesiales. Hubo una buena participación que concluyó con la presentación de la primera versión de los documentos de trabajo el mes de julio de 1999 24. Desde la Comisión de Contenidos se ofrecieron unos criterios metodológicos para la elaboración de los documentos de trabajo desde una óptica pastoral.
c) Un paso adelante: los núcleos problemáticos
Un momento de crisis vivido a mitad del año 1999 en la metodología resultó muy fructífero, en cuanto hizo patente la necesidad de identificar los núcleos problemáticos de cada tema. Un concilio puede tratar innumerables temas, pero corre el riesgo de perderse en una selva de argumentos teológicos si no identifica cuáles son los problemas pastorales que merecen una respuesta. En este sentido, fue muy útil la diferencia entre «núcleo temático»: cualquier tema que se pudiera desarrollar, y «núcleo problemático»: una situación que requeriría una respuesta pastoral. Progresivamente se llegó al consenso de que el concilio debía tratar no núcleos temáticos, sino núcleos problemáticos. Algunos de los documentos de trabajo presentados planteaban temas muy interesantes, pero no pertinentes pastoralmente, y además no respondían a las preocupaciones expresadas en la consulta al pueblo de Dios.
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