Nos hemos limitado, por lo tanto, a los crímenes contra las personas, que constituyen la esencia del fenómeno de terror. Estos responden a una nomenclatura común incluso, aunque una práctica concreta se encuentre más acentuada en un régimen específico: la ejecución por medios diversos (fusilamientos, horca, ahogamiento, apaleamiento; y en algunos casos, gas militar, veneno o accidente automovilístico), la destrucción por hambre (hambrunas provocadas y/o no socorridas) y la deportación, o sea, la muerte que podía acontecer en el curso del transporte (marchas a pie o en vagones de ganado) o en los lugares de residencia y/o de trabajos forzados (agotamiento, enfermedad, hambre, frío). El caso de los períodos denominados de «guerra civil» es más complejo: no resulta fácil distinguir lo que deriva de la lucha entre el poder y los rebeldes y lo que es matanza de poblaciones civiles.
No obstante, podemos establecer un primer balance numérico que aún sigue siendo una aproximación mínima y que necesitaría largas precisiones pero que, según estimaciones personales, proporciona un aspecto de considerable magnitud y permite señalar de manera directa la gravedad del tema:
• URSS, 20 millones de muertos,
• China, 65 millones de muertos,
• Vietnam, 1 millón de muertos,
• Corea del Norte, 2 millones de muertos,
• Camboya, 2 millones de muertos,
• Europa oriental, 1 millón de muertos,
• América Latina, 150.000 muertos,
• Africa, 1,7 millones de muertos,
• Afganistán, 1,5 millones de muertos,
• Movimiento comunista internacional y partidos comunistas no situados en el poder, una decena de miles de muertos.
El total se acerca a la cifra de cien millones de muertos.
Este grado de magnitud oculta grandes diferencias entre las distintas situaciones. Resulta indiscutible que en términos relativos la «palma» se la lleva Camboya, donde Pol Pot, en tres años y medio, llegó matar de la manera más atroz —hambre generalizada, tortura— aproximadamente a la cuarta parte de la población total del país. Sin embargo, la experiencia maoísta sobrecoge por la magnitud de las masas afectadas. En cuanto a la Rusia leninista y estalinista hiela la sangre por su aspecto experimental pero perfectamente reflexionado, lógico y político.
Este acercamiento elemental no puede agotar la cuestión cuya profundización implica un salto «cualitativo», que descansa en una definición del crimen. Esta tiene que relacionarse con criterios «objetivos» y jurídicos. La cuestión del crimen cometido por un Estado fue abordada por primera vez desde un ángulo jurídico, en 1945, en el tribunal de Nüremberg instituido por los Aliados para juzgar los crímenes nazis. La naturaleza de esos crímenes quedó definida en el artículo 6 del estatuto del tribunal, que señala tres crímenes mayores: los crímenes contra la paz, los crímenes de guerra y los crímenes contra la Humanidad. Ahora bien, un examen de conjunto de los crímenes cometidos bajo el régimen leninista/estalinista, y después en el mundo comunista en general, nos lleva a reconocer en los mismos cada una de estas tres categorías.
Los crímenes contra la paz aparecen definidos por el artículo 6a y se refieren a «la dirección, la preparación, el desencadenamiento o la realización de una guerra de agresión, o de una guerra en que se violen tratados, pactos o acuerdos internacionales, o la participación en un plan concertado o en una conspiración para la realización de uno cualquiera de los actos precedentes». Stalin cometió sin ningún género de dudas este tipo de crimen, aunque solo fuera al negociar en secreto con Hitler, mediante los tratados de 23 de agosto y de 28 de septiembre de 1939, el reparto de Polonia y la anexión a la URSS de los Estados bálticos, de la Bukovina del norte y de Besarabia. El tratado del 23 de agosto, al liberar a Alemania del peligro de una guerra en dos frentes, provocó de forma directa el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial. Stalin perpetró un nuevo crimen contra la paz al agredir a Finlandia el 30 de noviembre de 1939. El ataque inopinado de Corea del Norte contra Corea del Sur el 25 de junio de 1950 y la intervención masiva del ejército de China comunista tienen las mismas características. Los métodos de subversión, utilizados de manera alternativa por los partidos comunistas dirigidos desde Moscú, podrían ser igualmente asimilados a los crímenes contra la paz, porque su acción ha desembocado en guerras. Así, un golpe de Estado comunista en Afganistán llevó, el 27 de diciembre de 1979, a una intervención militar masiva de la URSS, dando inicio a una guerra.
Los crímenes de guerra aparecen definidos en el artículo 6b como «las violaciones de las leyes y costumbres de la guerra. Estas violaciones comprenden, sin limitarse a estas conductas, el asesinato, los malos tratos o la deportación para realizar trabajos forzados o con cualquier otra finalidad, de las poblaciones civiles en los territorios ocupados, el asesinato o los malos tratos de los prisioneros de guerra o de las personas localizadas en el mar, la ejecución de rehenes, el saqueo de bienes públicos o privados, la destrucción sin motivo de ciudades y pueblos o la devastación no justificada por las exigencias militares». Las leyes y costumbres de la guerra aparecen inscritas en convenciones de las que la más conocida es la Convención de La Haya de 1907, que estipula: «En tiempo de guerra, las poblaciones y los beligerantes permanecen bajo el imperio de los principios del derecho de gentes tal y como se derivan de los usos establecidos por las naciones civilizadas, por las leyes de la humanidad y por las exigencias de la conciencia pública».
Ahora bien, Stalin ordenó o autorizó numerosos crímenes de guerra, siendo el más espectacular la liquidación de la casi totalidad de los oficiales polacos hechos prisioneros en 1939, de los que solo son un episodio los 45.000 muertos de Katyn. Sin embargo, otros crímenes de mucha mayor amplitud han pasado inadvertidos, como el asesinato o la muerte en el Gulag de centenares de miles de soldados alemanes capturados entre 1943 y 1945. A esto se añaden las violaciones en masa de mujeres alemanas por los soldados del Ejército Rojo en la Alemania ocupada, sin hablar del saqueo sistemático, llevado a cabo por el Ejército Rojo, de todo útil industrial localizado en los países ocupados. Tienen cabida en el mismo artículo 6b los resistentes organizados que combatieron el poder comunista de manera abierta, cuando fueron hechos prisioneros y fusilados o deportados. Por ejemplo, los militares de las organizaciones polacas de resistencia antinazi (POW, AK), los miembros de las organizaciones de guerrilleros armados bálticos y ucranianos, los resistentes afganos, etc.
La expresión «crimen contra la Humanidad» apareció por primera vez el 18 de mayo de 1915, en una declaración contra Turquía suscrita por Francia, Inglaterra y Rusia en relación con la matanza de los armenios, calificada de «nuevo crimen de Turquía contra la Humanidad y la civilización». Los abusos nazis impulsaron al tribunal de Nüremberg a redefinir la noción en su artículo 6c: «El asesinato, el exterminio, la reducción a la esclavitud, la deportación y cualquier otro acto inhumano cometido contra todas las poblaciones civiles, antes o durante la guerra, o las persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos, cuando estos actos o persecuciones hayan o no constituido una violación del derecho interno del país en que fueron perpetrados, fueran cometidos a continuación de cualquiera de los crímenes que entran dentro de la competencia del tribunal, o en relación con ese crimen».
En su requisitoria de Nüremberg, François de Menthon, fiscal del Tribunal Supremo francés, subrayaba la dimensión ideológica de estos crímenes:
Me propongo demostrarles que toda comisión de crímenes organizada y masiva deriva de lo que me permitiría denominar un crimen contra el espíritu, quiero decir de una doctrina que, negando todos los valores espirituales, racionales o morales, sobre los que los pueblos han intentando desde hace milenios hacer progresar la condición humana, pretende sumergir a la Humanidad en la barbarie, y no ya en la barbarie natural y espontánea de los pueblos primitivos, sino en una barbarie demoníaca ya que es consciente de sí misma y utiliza para la consecución de sus fines todos los medios materiales puestos a disposición del hombre por la ciencia contemporánea. El pecado original del nacionalsocialismo, a partir del cual se derivan todos los crímenes, es este pecado contra el espíritu. Esta doctrina