El libro negro del comunismo. Andrzej Paczkowski. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Andrzej Paczkowski
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788417241964
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una segunda ocupación militar de las tierras cosacas, que resultó mucho más mortífera que la primera. La región del Don se vio sujeta a una contribución de treinta y seis millones de puds de cereales, una cantidad que superaba ampliamente el conjunto de la producción local; la población rural fue sistemáticamente expoliada no solamente de sus escasas reservas alimenticias, sino también del conjunto de sus bienes, «calzado, ropa, orejeras y samovares comprendidos», según precisaba un informe de la Cheka39. Todos los hombres en estado de combatir respondieron a estos pillajes y a estas represiones sistemáticas uniéndose a las bandas de guerrilleros verdes. En julio de 1920, éstas contaban al menos con treinta y cinco mil hombres en el Kubán y en el Don. Bloqueado en Crimea desde febrero, el general Wrangel decidió, en una última tentativa, librarse del cerco bolchevique y operar una conjunción con los cosacos y los verdes del Kubán. El 17 de agosto de 1920, cinco mil hombres desembarcaron cerca de Novorossisk. Bajo la presión conjunta de los blancos, los cosacos y los verdes, los bolcheviques tuvieron que abandonar Yekaterinodar, la principal ciudad del Kubán, y después el conjunto de la región. Por su parte, el general Wrangel avanzó por Ucrania del sur. Los éxitos de los blancos fueron, sin embargo, de corta duración. Desbordados por fuerzas bolcheviques muy superiores en número, las tropas de Wrangel, entorpecidas por inmensos cortejos de civiles, regresaron a finales del mes de octubre hacia Crimea, en el más indescriptible desorden. La recuperación de Crimea por los bolcheviques, último episodio de enfrentamiento entre blancos y rojos, dio lugar a una de las mayores matanzas de la guerra civil: al menos cincuenta mil civiles fueron asesinados por los bolcheviques en noviembre y diciembre de 192040.

      Al encontrarse, una vez más, en el campo de los vencidos, los cosacos se vieron sometidos a un nuevo terror rojo. Uno de los principales dirigentes de la Cheka, el letón Karl Lander, fue nombrado «plenipotenciario en el norte del Cáucaso y del Don». Puso en funcionamiento troikas, tribunales especiales encargados de la descosaquización. Durante solo el mes de octubre de 1920, estas troikas condenaron a muerte a más de seis mil personas, inmediatamente ejecutadas41. Las familias, a veces incluso los vecinos de los guerrilleros verdes o de los cosacos que habían tomado las armas contra el régimen y que no habían sido atrapados, fueron detenidos sistemáticamente como rehenes y encerrados en campos de concentración, verdaderos campos de la muerte como lo reconocía Martyn Latsis, el jefe de la Cheka de Ucrania, en uno de sus informes: «Reunidos en un campo de concentración cerca de Maikop, los rehenes —mujeres, niños y ancianos— sobreviven en condiciones terribles, en medio del barro y el frío de octubre. (…) Mueren como moscas. (…) Las mujeres están dispuestas a todo con tal de escapar de la muerte. Los soldados que vigilan el campo se aprovechan de ello para mantener relaciones con estas mujeres»42.

      Toda resistencia era objeto de despiadados castigos. Cuando el jefe de la cheka de Piatigorsk cayó en una emboscada, los chekistas decidieron organizar una «jornada del terror rojo». Sobrepasando las instrucciones del mismo Lander, que deseaba que «este acto terrorista fuera aprovechado para atrapar rehenes preciosos con la intención de ejecutarlos, y para acelerar los procedimientos de ejecución de los espías blancos y de los contrarrevolucionarios en general», los chekistas de Piatigorsk se lanzaron a una oleada de arrestos y de ejecuciones. Según Lander, la cuestión del terror rojo fue resuelta de manera simplista. Los chekistas de Piatigorsk decidieron hacer ejecutar a trescientas personan en un día. Definieron cuotas para la ciudad de Piatigorsk y para aldeas de los alrededores y ordenaron a las organizaciones del partido que prepararan listas para la ejecución. (…) Este método insatisfactorio implicó numerosos ajustes de cuentas. (…) En Kislovodsk, faltos de ideas, se decidió matar a las personas que se encontraban en el hospital.

      Uno de los métodos más expeditivos de descosaquización fue la destrucción de las aldeas cosacas y la deportación de todos los supervivientes. Los archivos de Sergo Ordzhonikidze, uno de los principales dirigentes bolcheviques, y en aquella época presidente del comité revolucionario del Cáucaso norte, conservaron los documentos de una de estas operaciones que se desarrollaron a finales de octubre-mediados de noviembre de 192043.

      El 23 de octubre, Sergo Ordzhonikidze ordenó:

      «1. Quemar completamente la aldea Kalinovskaya.

       2. Vaciar de todos sus habitantes las aldeas Ermolovskaya, Romanovskaya, Samachinskaya y Mijaílovskaya; las casas y las tierras que pertenecen a los habitantes serán distribuidas entre los campesinos pobres y en particular entre los chechenos que se han caracterizado siempre por su profundo apego al poder soviético.

       3. Embarcar a toda la población de dieciocho a cincuenta años de estas aldeas ya mencionadas en transportes y deportarlos, bajo escolta, hacia el norte, para realizar allí trabajos forzados de categoría pesada.

       4. Expulsar a las mujeres, a los niños y a los ancianos, dejándoles no obstante autorización para reinstalarse en otras aldeas más al norte.

       5. Requisar todo el ganado y todos los bienes de los habitantes de los burgos ya mencionados.»

      Tres semanas más tarde, un informe dirigido a Ordzhonikidze describía así el desarrollo de las operaciones:

      « • Kalinovskaya: aldea enteramente quemada, toda la población (4.220) deportada o expulsada.

       • Ermolovskaya: limpiada de todos sus habitantes (3.218).

       • Romanovskaya: deportados 1.600; quedan por deportar 1.661.

       • Samachinskaya: deportados 1.018; quedan por deportar 1.900.

       • Mijaílovskaya: deportados 600; quedan por deportar 2.200.

      Además, 154 vagones de productos alimenticios fueron enviados a Grozny. En las tres aldeas en las que la deportación no había sido aún concluida fueron deportadas en primer lugar las familias de los elementos blancos-verdes, así como elementos que habían participado en la última insurrección. Entre aquellos que no han sido deportados figuran simpatizantes del régimen soviético, familias de soldados del Ejército Rojo, funcionarios y comunistas. El retraso sufrido por las operaciones de deportación se explica por la carencia de vagones. Como término medio, no se recibe, para llevar a cabo las operaciones, más que un solo transporte al día. Para acabar las operaciones de deportación, se solicita con urgencia 306 vagones suplementarios44».

      ¿Cómo concluyeron estas «operaciones»? Desgraciadamente ningún documento preciso nos arroja claridad sobre este aspecto. Se sabe que las «operaciones» se prolongaron y que, a fin de cuentas, los hombres deportados fueron por regla general enviados no hacia el Gran Norte, como sería el caso con posterioridad, sino hacia las minas del Donetz, más cercanas. Dado el estado de los transportes ferroviarios a finales de 1920, la intendencia debió tener dificultades para seguirlos… No obstante, en muchos aspectos, estas «operaciones» de descosaquización prefiguraban las «cooperaciones» de deskulakización iniciadas diez años más tarde: incluso la misma concepción de una responsabilidad colectiva, el mismo proceso de deportación mediante transportes, los mismos problemas de intendencia y de lugares de acogida no preparados para recibir a los deportados y la misma idea de explotar a los deportados sometiéndolos a trabajos forzados. Las regiones cosacas del Don y de Kubán pagaron un pesado tributo por su oposición a los bolcheviques. Según las estimaciones más fiables, entre 300.000 y 500.000 personas fueron muertas o deportadas en 1919-1920, sobre una población total que no superaba los 3.000.000 de personas.

      Entre las operaciones represivas más difíciles de incluir en una lista y de evaluar figuran las matanzas de detenidos y de rehenes encarcelados por la sola pertenencia a una «clase enemiga» o «socialmente extraña». Estas matanzas se inscribían en la continuidad y la lógica del terror rojo de la segunda mitad de 1918, pero a una escala todavía más importante. Esta oleada de matanzas «sobre una base de clase» estaba permanentemente justificada por el hecho de que un mundo nuevo estaba naciendo. Todo estaba permitido, como explicaba a sus lectores el editorial del primer número de Krasnyi Mech (La espada roja), periódico de la cheka de Kiev:

      «Rechazamos los viejos sistemas de moralidad y de “humanidad” inventados por la burguesía con la finalidad de oprimir y de explotar a las “clases inferiores”. Nuestra moralidad no tiene precedente,