Varias de las poetas recogidas en esta antología –Marzanna Bogumila Kielar, Jolanta Stefko, Marta Eloy Cichocka, Julia Fiedorczuk, Agnieszka Wolny-Hamkało, Renata Senktas, Magdalena Bielska– han sido ya traducidas con anterioridad a nuestra lengua, publicadas en revistas, en festivales de poesía, algunas cuentan con poemarios enteros traducidos, como sería el caso de Marta Eloy Cichocka o de Julia Fiedorczuk, otras aparecen aquí traducidas por primera vez a nuestra lengua. Son poetas que tienen todas ellas al menos dos poemarios publicados, poetas la gran mayoría nacidas en la década de los setenta, dos de la década de los sesenta y dos de la década de los ochenta, muchas de ellas críticas literarias, profesoras universitarias, investigadoras, etc.
Ewelina Izabela Wejbert-Wąsiewicz, en Annales Universitatis Mariae Curie-Skłodowska, en su artículo «El feminismo en la literatura polaca escrita por mujeres» (2017), repetía una idea recogida ya anteriormente por I. Smolka (1997) y A. Legeżyńska: «la historia de la poesía contemporánea escrita por mujeres en Polonia sigue a la espera de un profundo estudio». En ese mismo trabajo, unas líneas más abajo afirmaría que «lo que comparten las poetas de las diferentes generaciones es el carácter autobiográfico de su obra, el lirismo, la primacía de lo cotidiano y las experiencias psíquicas de las mujeres».
Marian Stala, catedrático de literatura de la Universidad Jaguellónica de Cracovia, en el artículo «Un intento de libertad práctica», publicado en mayo de 1998, en el monográfico «La Cultura de la III República» del magacín cultural de la prestigiosa revista Tygodnik Powszechny, hacía unas consideraciones sobre aspectos fundamentales que diferenciaban la poesía de los años setenta de la poesía de finales de los ochenta y de la década de los noventa, década esta última en la que se publicaron los primeros poemarios escritos por muchas de las poetas recogidas en la presente antología:
En 1978, la libertad era un valor fundamental y, al mismo tiempo, en peligro, difícil de alcanzar, requiriendo un esfuerzo especial y coraje; por tanto, el término «poesía de la libertad» fue el mayor elogio; por eso el mito de la libertad moldeó con tanta fuerza la vida espiritual de esa época. A finales de los ochenta, lo que era un mito se convirtió en un elemento de la experiencia cotidiana y, por tanto, también cambió su significado e influencia en la conciencia individual y colectiva.
En resumen: el punto de partida de la poesía de los noventa, su fundamento tácitamente asumido, es una experiencia concreta de la libertad de expresión y de acción. Por lo tanto, esta poesía puede verse como un intento especial de practicar la libertad o, de otra forma, como un intento de libertad práctica…
Las consecuencias de ese intento fueron las primeras en ser escuchadas en la obra (y en el comportamiento público) de los debutantes de finales de los ochenta y noventa. Borrar el pasado, cuestionar la jerarquía, ir más allá de los tabúes, demostrar la singularidad eran acciones obvias para ellos, que confirmaban la presencia y la accesibilidad de la libertad. Sin embargo, la alegre celebración de la independencia no duró mucho; ni la poesía joven ni la poesía tout court se detuvieron en una etapa de anarquismo despreocupado…
Lo que sucedió después, lo que sigue sucediendo ante nuestros ojos, resulta difícil de analizar; tal vez fue el descubrimiento de que la libertad diaria era ambigua y difícil; en cualquier caso, más difícil que el mito de la libertad que los poetas y los lectores de poesía han venido alimentando durante décadas… Sea como sea, hay una correlación bastante nítida (que no significa clara y fácil de explicar) entre una decepción gradual por la libertad y el tono que desde hace unos años se puede ver en la poesía polaca.
Este tono, que conecta inesperadamente a poetas de diferentes generaciones, es un tono oscuro; oculta un encuentro con el caos, la decadencia, la desesperación, la nada…, mostrados desde la perspectiva de aquellos que han llegado a aceptar la oscuridad y también de aquellos que intentan enfrentarse a ella.
Siendo como son estas palabras una valoración general sobre la realidad poética de ese momento, podrían encontrar desarrollo posterior, en el ámbito que nos ocupa, en lo manifestado más de diez años después, en 2013, por Leokadia Hull, de la Universidad de Warmia, y Mazuria de Olsztyn, que en el artículo «Junto al canon. La poesía escrita por mujeres en el marco de la literatura posterior a 1945» decía de la antología de poesía de mujeres Solistas:
Su publicación se convirtió en un importante acontecimiento no sólo artístico. El libro alcanzó un gran eco, fue magníficamente promocionado y se convirtió probablemente en el manifiesto más destacado de la presencia de las poetas jóvenes en el mapa literario de las últimas dos décadas. Las editoras del volumen [entre las que se encuentra una de las poetas de nuestra antología, Joanna Mueller] le dieron el significativo título de Solistas. Solistas que no conforman, porque no quieren hacerlo, un coro. Subrayan que, si algo las une, se trata de «la soledad, la autonomía y el culto de la singularidad»; y añaden, no sin cierto retintín dirigido a «la poesía escrita por hombres», que las poetas «no se agrupan en clubs de adoradores como los poetas, por lo que no necesitan citarse mutuamente, escribirse epígrafes o dedicatorias como sucede a menudo en la poesía escrita por hombres. No se dan palmaditas en la espalda en sus poemas […].
Rara vez participan en las disputas artísticas, no intentan encontrarse en el marco de los postulados programáticos de las sucesivas generaciones, o posicionarse a favor de alguna de las partes […]. Rara vez caen en modas poéticas, más bien se marcan su propio camino.
Para acabar concluyendo:
Se podría llegar a emitir un juicio arriesgado: la presencia de la poesía escrita por mujeres altera la linealidad generacional en la historia de la poesía, lo cual tiene que ver con el tratamiento histórico literario y también con la recepción de los lectores de su obra.
No puede tampoco extrañar en el contexto de la situación aquí presentada que en las líneas finales del magnífico prólogo –texto imprescindible para tener una idea de conjunto de la poesía polaca del siglo XX– del, sin duda, mayor conocedor de poesía polaca, de literatura polaca, en el ámbito hispánico, Xavier Farré, que precedía a la antología Poesía a contragolpe. Antología de poesía contemporánea (autores nacidos entre 1960 y 1980), publicada por Prensas Universitarias de Zaragoza en 2012, éste afirmara:
Es interesante también destacar la aparición de voces femeninas de gran calidad, retomando la línea de grandes poetas que ha tenido a lo largo del siglo XX la poesía polaca.
Luz que fue sombra. Diecisiete poetas polacas (1963-1981) es una pequeña contribución al mayor conocimiento de algunas de esas voces. De diecisiete de esas voces. Singulares. Individuales. Una contribución que establece un diálogo en tiempo presente con antologías aparecidas en los últimos años en el contexto polaco (Solistas, Con trenzas), pero también con antologías en otras lenguas, como sería el caso de la estadounidense Scattering the Dark: An Anthology of Polish Women Poets, que reúne poemas de treinta y una poetas polacas.
Son ocho los poemas que hemos escogido para cada una de las diecisiete poetas, poemas que hemos intentado –en la medida de lo posible, aunque no en todos los casos lo hemos conseguido– que aparecieran por primera vez en español y que procedieran de diferentes poemarios, dando así una imagen panorámica de la obra de las diferentes autoras. Esa imagen es la que debería permitir a los lectores aproximarse a la poesía de unas poetas que, huyendo como huyen de las etiquetas, suenan con voz propia en el panorama de la poesía polaca actual.