La explotación de miel con colmenares de abejas polinizadoras que benefician árboles frutales y huertos.
Una aplicación del teorema de Coase puede analizarse en el problema de la planta de celulosa sobre las costas del río Uruguay, en la República Oriental del Uruguay. Si la meta buscada era desarrollar la economía en la zona, produciendo y generando divisas y empleo, la decisión más eficiente debió haber estado en seleccionar la opción más eficiente para la comunidad (por ejemplo, entre una piscifactoría o una productora de celulosa), pero teniendo en cuenta los valores innegociables de la preservación ambiental, es decir, afianzando la conciencia ecológica, que un Estado no puede soslayar. Las cuatro opciones que plantearía el teorema de Coase generarían dos situaciones eficientes y dos ineficientes, en el sentido apuntado. Obviamente, la decisión adoptada figuraría en dicho análisis como ineficiente (Coase, 1990).
06. En todos sus trabajos sobre el tema de tecnología, Simon reconoce las vertientes del concepto: la vertiente cognitiva (como contenido), la vertiente operativa (como quehacer o proceso) y la vertiente óptica (como producto o artefacto).
Sin embargo, también en la mayoría de sus trabajos, utiliza habitualmente el término “tecnología” para referirse al planteo cognitivo, pues, para Simon, el término no significa otra cosa que “...otro nombre para el conocimiento humano” (Simon, 1997.d). Al describir el proceso tecnológico en su obra, suele utilizar el término “ingeniería” y, al referirse al producto tecnológico o artefacto, habla del mundo artificial.
Es probable que pueda decirse que Simon no fue claro en la consideración expresa de las tres vertientes, y que generó confusiones, especialmente cuando introdujo el término “Metatecnología” como “el conocimiento que influencia y determina los modos en los que se decide aplicar tecnología” que, a su juicio: “...amplía nuestro abanico de alternativas tecnológicas, aumenta nuestro poder para investigar las consecuencias reales o potenciales y sus interconexiones y cambia nuestra postura respecto al entorno, los objetivos y los propios fines” (Simon, 1973.d) y que luego amplió en la sección referida a cómo el motor de vapor y el ordenador tornan “revolucionaria a la Tecnología” (Simon, 1987.j).
Pero absolutamente nadie puede negar su posición frente a este tipo de conocimiento ni a sus pensamientos en relación con consecuencias de su aplicación, sean estas materiales, jurídicas y morales: “La palabra tecnología suele traer a la mente los artefactos del Hombre. Trae a la mente máquinas, acerías, centrales eléctricas, excavadoras y refinerías. Trae a la mente materiales sintéticos (plástico y nailon) y sustancias poderosas (DDT y vacuna contra la polio). Trae a la mente procesos de producción: la cinta continua de molienda e hibridación de granos. Trae a la mente dispositivos de comunicación y transporte: el automóvil y los aviones, teléfono y televisión. Trae a la mente armas nucleares y el ABM. Trae a la mente las consecuencias, buenas y malas, que han tenido y tienen esas máquinas, materiales y procesos para la condición humana y el contexto del Hombre” (Simon, 1973.d).
Simon no se preocupó demasiado en su comentario de reformular o redimensionar su concepto de tecnología y su supuesto derivado, la Tecnocracia. Supongo que la extrema vaguedad de este último término, (43) o su carencia de valor para describir o prescribir, me exime de mayores comentarios, pero resulta conveniente aclarar que, siendo un concepto relativo, resulta dependiente de la ideología reinante, de la cultura institucional y de la personalidad del actor que decide. Además, resulta absolutamente dependiente de la complejidad del sistema social vigente, de la relativa autonomía institucional, de la legitimación percibida, de la estabilidad relativa del régimen político y de los sistemas globales imperantes. Tratándose de tecnología, siempre evocamos pensamientos de lo artificial y, por ello, dado que Simon mantuvo su pensamiento a través de años, quiero recordar sus palabras al respecto: “Casi todos los elementos que nos rodean dan testimonio del artificio humano. La temperatura en que pasamos la mayor parte del tiempo se mantiene artificialmente a 21º, el aire que respiramos es empobrecido o enriquecido con una cantidad de humedad y las impurezas que inhalamos son producidas –y filtradas– en gran parte por el hombre. Además, para muchos de nosotros –los que llevamos cuello blanco– la parte importante del medio consiste principalmente en hileras de artificios, apodados símbolos, que recibimos a través de ojos y oídos bajo la forma de lenguaje escrito y hablado y que, por nuestra parte, como hago yo ahora, vertemos al ambiente por medio de la boca o de la mano. Las leyes que rigen estas hileras de símbolos, las leyes que rigen las ocasiones en que los emitimos y los recibimos, los determinantes de su contenido, todo ello, constituyen consecuencias del artificio colectivo” (Simon, 1969.a).
Sobrevivir a la crisis organizando el planeta en una red fabulosa de conexiones cuyas consecuencias son contradictorias no es una solución permanente. La globalización tiene aspectos positivos, y las redes abiertas tienen fantásticas oportunidades para la comunicación humana y el espíritu de negocios. La mención de Simon a las redes abiertas y la utilización de software en ellas son prueba evidente. Pero, también, la globalización tiene aspectos negativos en los que se dilapida ese espíritu o se utiliza como enmascaramiento de actitudes autoritarias o de tretas inmorales de negocio o de desastres ambientales o sociales. Los problemas de organización de las instituciones sociales no se arreglan misteriosamente, ni con las redes ni con los programas que permiten trabajar en colaboración en ellas. Expresó Simon en 1997: “La lección principal para ser delineada de estos ejemplos de groupware y de nuestras experiencias hasta el momento con la Web es que la capacidad de cada uno de comunicarse con otros al instante no es ninguna solución mágica de los problemas de organización” (Simon, 1997.g).
Tampoco basta con enunciar planes de conciencia ecológica, tiene que haber compromiso institucional de hacerlos operativos y compromiso comunitario de exigirlos. Ya no resulta ético ganar dinero, como fundamento utilitario de las empresas, en detrimento de los lugares de la sociedad, dilapidando el entorno. Ya no resulta ético ni moral que el avance de la ciencia y la tecnología sea irrefrenable. Las desviaciones éticas y morales de la aplicación en nanotecnología, la manipulación indiscriminada en biogenética, la utilización no ética de los mapas genéticos, las tergiversaciones del uso de la inteligencia artificial y la robótica, las especulaciones no éticas ni morales del problema de longevidad están a la vuelta de la esquina, so pretexto de que se constituyen en los negocios del futuro. En la sociedad del conocimiento, es fundamental respetar la ética y la moral que subyacen en todo el progreso de la humanidad. Su consideración hace al Management Sustentable. (44)
En la actual sociedad, con el crecimiento exponencial del conocimiento, esto resulta esencial, tanto para conservar viejos conocimientos como para adquirir nuevos. Expresó Simon; “...hay dos obvias razones por las que los seres humanos debemos estar motivados a buscar nuevos conocimientos: por el valor de sus usos y por razones de curiosidad” (Simon, 1999.e). Obviar la consideración ética u olvidar la generación de zozobra que implica el acceso a nuevos conocimientos significa negar la condición humana. Simon expuso su opinión acerca de la incertidumbre del nuevo conocimiento de esta manera: “La incertidumbre descansa en el corazón de la creación de conocimiento. El nuevo conocimiento significa conocimiento que no teníamos antes, que tampoco buscamos con seguridad alguna de encontrarlo o noción alguna de que apareciera” (Simon, 1999.e).
Culmino las observaciones a este capítulo con palabras de Simon respecto a la moral y la ética subyacentes en la valuación de los nuevos conocimientos. Dijo: “Más allá de la pregunta de si descubrimos nuevos conocimientos, está la pregunta de cómo deberíamos justipreciar su valor, que podríamos denominar la pregunta Prometeo/Pandora: ¿el conocimiento que descubriremos será un beneficio para la humanidad o una terrible metida de pata, o ambos? El trabajo de los científicos es un campo de aplicación que tiene algunas particularidades para enfrentar esa pregunta. Se puede preguntar, por ejemplo, si la humanidad sería mejor o peor con el conocimiento de cómo construir un arma nuclear (incluso la respuesta a esta pregunta puede ser compleja, dado que la cuestión se puede precisar de forma ligeramente diferente: ¿Podría la humanidad estar mejor o peor si los estadounidenses o