El comportamiento administrativo. Herbert Alexander Simon. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Herbert Alexander Simon
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Зарубежная деловая литература
Год издания: 0
isbn: 9789870125235
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realizadas en el Prefacio.

      02. Los humanos expresan sus comportamientos a partir de sus actitudes, conformadas por conjeturas polares del universo en el que interactúan, absolutamente intemporales y abruptas. Este proceso les permite comprender los hechos y otorgarles sentido, acercarse o apartarse de determinadas situaciones y, de esta manera, replicar el proceso de decisión más primitivo, esto es, apelar a las actitudes, cuando no hay ni experiencia ni conocimiento disponibles.

      Los valores ostentan una dimensión subjetiva, porque no existen valores sin que alguien valore. Los humanos comprenden el mundo que los rodea a partir de su propia asignación de valores y, al hacerlo, generan (construyen) diferentes visiones del mismo mundo que resultan confrontadas por las disímiles motivaciones e intereses de quienes las originan, excitando conflictos que resultan, de esta manera, inmanentes a la esencia humana. El proceso humano de atribución de valores a los hechos implica yuxtaponer etiquetas, rótulos y solemnidades a entes, sujetos, imágenes y signos, apareándolos con un código predeterminado, expresando así sus voluntades. Sin embargo, es imposible determinar si los valores son falsos o verdaderos, pues, al decir de March, Sproull y Tamuz, “...constituyen el más pobre conocimiento que podemos acumular de simples historias y evidencias de uno mismo” (March, et al., 1991).

      Las proposiciones fácticas comprenden una dimensión empírica y contrastable, mientras que las proposiciones de valor (éticas) invisten una obligación y son imposibles de cualquier derivación lógica del contenido empíricamente observable. Para Simon, solo aquellas pueden ser valoradas como correctas, incorrectas, falsas o verdaderas, porque los valores constituyen el nivel de conocimiento más pobre que se pueda escoger del mundo y esta posición conduce a la presunción metodológica de Simon de la diferente validación de estos juicios: el juicio de valor se valida por la voluntad humana; el juicio fáctico, por los hechos (Simon, 1991.c; 1997.d).

      La composición jerárquica y el concepto de finalismo pueden explicitarse en un esquema cuya forma piramidal refleja la interdependencia de los componentes del sistema de valores y un continuo que representa la composición en toda decisión humana con dos extremos, valores y hechos, que siempre existen mezclados en el proceso. Cuando esa mixtura tiene dominancia de valores, nos encontramos en el campo de la axiología “o teoría de los valores” (Bunge, 1998); cuando tiene dominancia de los hechos (acción), nos encontramos en el campo de la praxiología: “La praxiología o teoría de la acción es el estudio de las características generales de la acción humana individual y colectiva. Puede considerarse como el fundamento de la sociotecnología o bien como la más básica y general de todas las teorías sociales, aunque, por desdicha, no la más avanzada” (Bunge, 1998).

Foto ilustrativa de la praxiología y la axiología

      Los valores constituyen la especulación más insignificante acerca del mundo, y construyen la forma extrema de información a la que los humanos intentan aferrarse para no sucumbir en el procesamiento no simbólico de la motivación (Simon, 1983.c).

      03. En esta sección, se analizará el contenido de algunas de las obras de Simon después de la publicación de El Comportamiento Administrativo, orientando la búsqueda a los fundamentos de las proposiciones de valor y hecho.

      En la década del cuarenta, en 1944 más precisamente, Simon comenzó a trabajar con la influencia de los juicios de valor y los juicios de hecho y su incidencia en el proceso de decisión y su incipiente vinculación con el esquema de la cadena de medios y fines (se recomienda analizar lo observado en los capítulos I y IV). Expresó en esa oportunidad: “Cualquier decisión racional puede ser vista como una conclusión derivada de ciertas premisas. Estas premisas son de dos diferentes clases: premisas de valor y premisas fácticas, equivalentes de manera aproximada a fines y medios, respectivamente. Dado un conjunto completo de premisas de valores y fácticas, solo es posible una única decisión que es consistente con la racionalidad. Así, con un sistema dado de valores y un especificado conjunto de alternativas, solo hay una alternativa de ese conjunto que es preferible a otras” (Simon, 1944). Tres años más tarde (1947), rescatando esa esencia, publicó la primera edición de esta obra.

      Comenzó con una expresión irónica: “Ámame y ama mi lógica”, y luego continuó: “Un científico no es adulado (y en mi personal sistema de valores, no debiera) si se le dice que sus conclusiones son buenas, pero que no sigue las premisas. Si el pie de página del señor Waldo es correcto, entonces yo debería ser condenado, no adulado. Seré perdonado, tal vez, por creer que las aseveraciones del pie de página son incorrectas y por desear que el señor Waldo deba indicar más específicamente dónde se encuentra la brecha lógica y cuáles son las premisas y líneas de razonamiento correctas para alcanzar las conclusiones a las que arribé. Espero que si el señor Waldo algún día emprende esta tarea, aplique el mismo estándar de rigor en sus razonamientos que el que yo traté de aplicar (quizás no siempre exitosamente) en El Comportamiento Administrativo” (Simon, et al., 1952).

      En relación específicamente con el contenido de los hechos y valores, Simon fue aún más categórico y dijo: “Para mí, aún mucho más inquietante que no poder descubrir más sobre las premisas en las que el señor Waldo basa su argumento, es exteriorizar falsa una de las premisas cruciales. Nadie que haya estudiado seriamente los escritos del positivismo lógico o mi propia discusión de hechos y valores en El Comportamiento Administrativo, podría atribuirnos la proposición de que hay ‘decisiones de valor’ y ‘decisiones de hecho’. Las frases ‘juicio de valor’ y ‘juicio de hecho’ son utilizadas en la página 5 de El Comportamiento Administrativo en un contexto que indica claramente para cualquier lector escrupuloso que el término ‘juicio’ se refiere a un elemento de decisión, no a una decisión en su totalidad; y si ese pasaje se rotula oscuro, la dilucidación resulta fácilmente alcanzable en la elaboración del tema en el Capítulo III. No intentaré aquí rehacer el interrogante hecho-valor. El capítulo de El Comportamiento Administrativo recién mencionado trata el problema en extensión y citas referenciales adicionales para los intelectuales