Los salteños tuvieron una presencia especialmente activa en el largo trayecto que el país transitó hasta lograr la organización nacional. Entre ellos sobresalen las figuras del Dr. MANUEL ANTONIO DE CASTRO, quien presidió el Congreso Nacional de 1824 y fue el fundador de la Academia Nacional de Jurisprudencia; el Dr. MARIANO BOEDO diputado al Congreso de Tucumán en el que ejerció la vicepresidencia cuando se declaró la Independencia. En el momento de sancionar la Constitución Nacional en 1853, el Dr. FACUNDO DE ZUVIRÍA, reconocido jurista salteño, fue elegido por sus pares en forma unánime para presidir el Congreso General Constituyente.
En el ámbito de la cultura nacional, es notable también la presencia de figuras salteñas de gran jerarquía que realizan un innegable aporte a la identidad y la singularidad genuinamente argentinos con sus estilos diversos. El listado es muy extenso, por esa razón y brevitatis causa solo mencionamos algunos nombres: JUANA MANUELA GORRITI, notable escritora; JUAN CARLOS DÁVALOS, quien dio origen a un fecundo linaje de poetas y artistas; LOLA MORA, la insuperable escultora clásica de trascendencia internacional; BERNARDO FRÍAS y ATILIO CORNEJO, máximos y prolíficos historiadores de Salta; y el Dr. CARLOS IBARGUREN, quien presidió tres Academias Nacionales, fue un escritor y jurista eminente y se desempeñó con especial brillo como Ministro de Instrucción Pública y Justicia del presidente Roque Sáenz Peña.
En uno de los momentos más dramáticos del siglo XX, cuando se desató la Primera Guerra Mundial, la República Argentina contó con la conducción sabia y firme del Dr. VICTORINO DE LA PLAZA —un distinguido hijo de Salta—. Este estadista afrontó decisiones complejas en un escenario bélico mundial lleno de asechanzas e incertidumbres y decidió mantener la neutralidad argentina a ultranza ante las naciones participantes en el conflicto.
Esta posición fue continuada por el presidente Hipólito Yrigoyen quien, siguiendo el ideario pacifista de don Victorino, al término de la guerra pidió un trato justo para los vencidos luego de proclamar: «Los hombres son sagrados para los hombres y los pueblos son sagrados para los pueblos».
En esa época de esplendor argentino, don INDALECIO GÓMEZ —otro notable político salteño— fue el alma y nervio que hizo posible la sanción de la célebre «Ley Sáenz Peña», que permitiría al país alcanzar el desideratum de la democracia plena.
El testimonio de estas vidas virtuosas nos permite afirmar que los pueblos solo cumplen su misión histórica cuando quienes los conducen poseen un temple sereno y enérgico, una acrisolada moral, una gran vocación de servicio, un claro programa prospectivo y una gran fe en el destino de su patria.
Los editores
Salta, febrero de 2021
1. José de Gurruchaga presidió en sus inicios la sociedad secreta de los «Caballeros Racionales» de Cádiz; Francisco de Gurruchaga fue diputado por Salta en la Asamblea del Año XIII. Él aportó el dinero y su experiencia de marino para crear la primera escuadra de guerra argentina.
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