En otros lugares de Europa también estaban en auge regímenes totalitarios de extrema derecha. En Italia, Benito Mussolini incluso se adelantó a Hitler en su ascenso al poder. También molestos por los efectos de la Gran Guerra, los italianos sentían un gran resentimiento hacia británicos y franceses, al no mantener estos sus promesas. Mussolini encabezaba el movimiento fascista, una ideología que ayudó a desarrollar. Se basaba en un punto de vista revolucionario y en esencia era una forma irredenta y revanchista de nacionalismo, que aspiraba a la recuperación y expansión de los territorios italianos. Los fascistas de Italia propagaban la idea de la Nueva Roma, una continuación del antiguo Imperio Romano, así como la expansión y el control del Mediterráneo. Configurándose como una doctrina totalitaria, el fascismo se oponía a cualquier forma de liberalismo, calificando a este como el «fracaso del individualismo». En su lugar, proponían unidad, una especie de mentalidad compartida que beneficiaría al pueblo italiano en su conjunto. En el aspecto económico, el fascismo buscaba promover las corporaciones: un sistema en el que los empleados se agrupan en torno a sindicatos y se asocian con sus empleadores para representar a los productores nacionalizados, trabajando junto al estado italiano para una política económica nacional que beneficiaría a todos. Mussolini se hizo con el poder en Italia entre 1922 y 1925, convirtiéndose en el primer ministro más joven hasta ese momento y trató de hacer de nuevo a Italia una potencia mundial. Después de establecer su autoridad en los años siguientes, empezó a extender la influencia de Italia y crear las premisas para la guerra.
Entretanto, el ascenso de Adolf Hitler parecía imparable y se convertía en una enorme preocupación para las demás grandes potencias de Europa, sobre todo las que fueron miembros de las Potencias Aliadas en la Gran Guerra. De hecho, se hizo tan influyente en su país que en 1933 Hitler ganó las elecciones, convirtiéndose en canciller de Alemania. Así los nacionalsocialistas se convirtieron en la fuerza política principal e inmediatamente empezaron a trabajar para recuperar la devastada economía alemana. Hitler introdujo multitud de nuevas políticas, muchas de las cuales dejaban la renovación del Estado en manos de los ciudadanos. Las industrias estatales se privatizaron, se fijaron aranceles a las importaciones y se promovió la autosuficiencia económica nacional. Los nacionalsocialistas también se asociaron con todas las grandes empresas alemanas del momento, que poco después de su llegada al poder se centraron en un complejo programa de rearme. Algunas de estas empresas industriales jugarían después un importante papel en la evolución de la Segunda Guerra Mundial: Krupp, Bosch, Daimler-Benz, Henschel, Junkers, Siemens, Volkswagen, Alkett, Hanomag y muchas otras. Además, se introdujeron numerosas políticas sociales que beneficiaban a las clases medias y bajas y daban al ciudadano común la posibilidad de implicarse en lo que se anunciaba como un futuro mejor. Esto también se estimulaba mediante el darwinismo social, popularizado por el NSDAP.
No mucho después de llegar al poder, Hitler empezó un rearme rápido y a gran escala de Alemania. Su gasto militar ascendió a más del 10% del producto interior bruto, lo que era una cantidad enorme. Se empezó a trabajar clandestinamente en nuevas tecnologías militares, prototipos de armamento y mecanización. Siguiendo de cerca las novedades en otras naciones, Alemania no se quedó atrás. Las empresas antes mencionadas se mantuvieron ocupadas desarrollando diseños avanzados de aviones y tanques, algunos de los cuales sobrepasarían con mucho a todos los disponibles en Europa en ese momento.
Con el tiempo, Hitler empezó a mencionar su plan de un Lebensraum, un nuevo «espacio vital» expandido para el pueblo alemán, que consideraba que era suyo por derecho y tenía que conquistarse. Posteriormente, violó abiertamente el Tratado de Versalles (esa reliquia de la Gran Guerra) reocupando la zona desmilitarizada de Renania en marzo de 1936, a lo que siguió el Anschluss de Austria, es decir, su anexión. Este era el primer objetivo de Hitler de recrear las fronteras nacionales de Alemania en 1914 y la vía a la «Gran Alemania». Para todas las potencias de Europa, la acción de Hitler anunciaba una cosa y solo una: la guerra.
Incluso en Asia la situación era inquietante y las fronteras confusas. China se convirtió en el epicentro de los conflictos en esta parte del mundo, donde la Gran Guerra tampoco solucionó nada. También estaba fragmentada en dos grandes partidos: el Kuomintang, Partido Nacionalista Chino, y el Partido Comunista Chino. Su enfrentamiento llevó a la Guerra Civil China, que duró de forma intermitente más de 20 años. E igual que en los años pasados, los nacionalistas chinos pidieron ayuda a Alemania, mientras que el partido comunista estaba ayudado por la Unión Soviética. Estas nuevas alianzas daban una clara imagen de los actores del próximo gran conflicto.
También Japón se implicó en el conflicto chino. Con la intención desde hacía tiempo de dominar Asia, el Imperio Japonés estuvo en un constante auge militarista en los años previos a la Segunda Guerra Mundial. También desarrolló una potente industria militar, buscando nuevos avances en tecnología bélica. Después de simular un incidente, los japoneses iniciaron su invasión de Manchuria (una región de China) en septiembre de 1931. Después de varios meses de lucha, los japoneses consiguieron crear un estado títere, Manchukuo. Todos estos acontecimientos contribuyeron a preparar el escenario para algo espantoso y de largo alcance.
En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, varios acontecimientos cruciales indicaban la creciente inquietud de Europa. Incluso antes de la anexión de Austria por Hitler, Italia agitó las aguas de la paz con su invasión de Etiopía. Tratando de expandir el «imperio» italiano, es decir, de expandir sus territorios en África, Benito Mussolini manifestaba sus políticas expansionistas mirando a Etiopía. Años antes, Mussolini había implicado a Italia en un eterno y violento conflicto en Libia, tratando de «pacificarla». La llamada Pacificación de Libia fue una guerra agotadora que duró de 1923 a 1932, llevada a cabo contra los rebeldes indígenas. Al final Italia tuvo éxito y consolidó su gobierno allí. Pero ahora, en 1935, Etiopía era el siguiente objetivo. Conocido como la Segunda Guerra Italo-Abisinia, el conflicto duró hasta 1937. Los italianos iniciaron la guerra por sorpresa, sin declaración previa, en octubre de 1935, lanzando ataques contra su colonia africana de Eritrea. Aunque Etiopía era una nación con una larga tradición, seguía muy subdesarrollada en todos los sentidos, especialmente en el militar. Esto hizo que la guerra se caracterizara sobre todo por las repetidas derrotas de los etíopes y la supremacía italiana en todos los aspectos. Después del fin de la guerra, que acabó con la ocupación italiana de Etiopía, el rey de Italia, Víctor Manuel III, fue proclamado emperador y se organizaron las provincias ocupadas de Etiopía, Eritrea y Somalilandia en la recién creada África Oriental Italiana.
En Asia, la invasión japonesa de Manchuria amenazaba con extenderse más, implicando a nuevos oponentes. Y uno de ellos era la Unión Soviética. Desde 1932 a 1939, los japoneses y los soviéticos tuvieron algunos conflictos esporádicos a lo largo de sus fronteras, conocidos en su conjunto como las Guerras Fronterizas Soviético-Japonesas. En cierto modo, eran una respuesta de la Unión Soviética a la agresiva política expansionista de Japón, ya que la línea fronteriza entre estas dos naciones se convirtió en el foco de continuas disputas. El conflicto fue creciendo gradualmente en magnitud y se centró en los estados satélites de soviéticos y japoneses: Mongolia y Manchukuo. Culminó en 1939 con la Batalla de Jaljin Gol. Una de las mayores batallas en Asia Oriental hasta ese momento, Jaljin Gol se caracterizó por maniobras de gran envergadura, cargas masivas de infantería y grandes batallas de tanques. Fue un enorme campo de pruebas para la futura guerra armada: tanto los tanques ligeros soviéticos como los japoneses jugaron un papel esencial en la batalla y abrieron el