Que la vida apareció en la Tierra hace, al menos, 2.500 millones de años;
Que la vida ha continuado evolucionando desde que apareció por primera vez, lo cual está confirmado por la Paleontología, la Biología y la Bioquímica modernas;
Que la estructura del código genético de todos los seres vivos indica su origen primigenio común.11
En esta misma línea, la mayoría de los museos de historia natural del mundo, en sus exhibiciones, presentan la evolución como un “hecho” de la ciencia. Por ejemplo, el Instituto Smithsonian, en su exposición de 2009 “Desde Darwin: La evolución de la evolución”, declaraba lo siguiente: “La evolución de los seres vivos ha estado ocurriendo durante miles de millones de años, y es responsable de la deslumbrante diversidad de la vida sobre la Tierra. Eso es un hecho” (énfasis añadido).12
Cuando la institución científica más preeminente del mundo afirma rotundamente que la evolución es un hecho, es razonable que los visitantes y los medios de comunicación lo crean. Expertos evolucionistas bien conocidos reafirman esta posición. El eminente paleontólogo Stephen J. Gould, de la Universidad de Harvard, escribió que no negaba el “hecho” de la evolución,13 y el profesor Richard Dawkins, de la Universidad de Oxford, afirma que el propósito de su libro sobre evolución, publicado en 2009, es mostrar que esta es un “hecho ineludible”.14
No obstante, cuando revisamos más atentamente estas declaraciones acerca de la evolución, descubrimos que muchas de ellas son meras afirmaciones hechas sin citar evidencias demostradas. Incluso cuando se citan evidencias, estas no confirman realmente la aseveración. Por ejemplo, se afirma que la vida apareció espontáneamente sobre la Tierra hace muchos millones de años, pero no he encontrado ningún artículo científico acreditado que explique un mecanismo plausible por el cual una célula podría surgir de manera natural a partir de sus moléculas constituyentes (un proceso llamado “abiogénesis”). Sin embargo, sí he encontrado muchos hallazgos científicos que demuestran que la abiogénesis no puede ocurrir, según explico detalladamente en el capítulo 3.
Otra afirmación común es que toda la vida evolucionó a partir de organismos primitivos por medio de pequeños cambios acumulativos sometidos a la acción de la selección natural. Cuando Charles Darwin propuso esta teoría hace más de 150 años, los científicos de la época conocían muy poco acerca de la extraordinariamente compleja maquinaria bioquímica que existe dentro de los organismos vivos; de hecho, la bioquímica celular no había sido descubierta todavía. Casi un siglo de estudios científicos adicionales fue necesario antes de que se descubriera el ADN, la molécula química que codifica la estructura y el funcionamiento de los innumerables tipos de células distintas que constituyen los millones de organismos diferentes que habitan nuestro planeta. El reciente desarrollo, en particular durante las últimas tres décadas, de sofisticados equipos científicos y nuevas metodologías, ha permitido la exploración exhaustiva de los organismos vivientes y sus células. En la actualidad, conocemos con un alto nivel de detalle la enorme complejidad de las estructuras celulares y su bioquímica, igual que de la información genética que las codifica.
Sin embargo, no he encontrado hasta la fecha ningún artículo publicado en una revista acreditada que proponga un mecanismo plausible para la aparición por azar de esa inmensa cantidad de información genética compleja. Tampoco ningún artículo que informe de la observación de nueva información genética significativa que haya aparecido por azar. En otras palabras, no he podido encontrar ni una sola publicación científica en que se reporten las evidencias necesarias para respaldar el requisito fundamental de la evolución: que puede surgir nueva información genética significativa por medio de procesos aleatorios. Al contrario, existen numerosos datos publicados que muestran que es imposible que nueva información genética significativa, de alguna trascendencia para la evolución, pueda surgir aleatoriamente. Estas evidencias se presentan en detalle en el capítulo 4.
El descubrimiento de que no solamente no está demostrado el extensamente aclamado “hecho” de la evolución, sino además existen numerosos artículos publicados en la literatura científica que lo refutan, puede ser una sorpresa para muchos lectores. Algunos, incluso, dudarán de que mis observaciones sean correctas. Después de todo, ¿no acabo de señalar que la mayoría de los científicos de todo el mundo consideran que la evolución ocurrió realmente? ¿Cómo puedo decir ahora que ha sido refutada por estudios científicos? Si es así, ¿por qué otros científicos no rechazan la teoría de Darwin? La respuesta es que algunos científicos, a medida que han ido descubriendo las evidencias más recientes con respecto a la bioquímica de los organismos vivos, sí están empezando a cuestionar la evolución. Sin embargo, no es fácil para los científicos rechazar públicamente la evolución, debido a la presión que ejercen sus colegas para desacreditarlos, e incluso destituirlos, de puestos de influencia. Un ejemplo reciente es el caso del director científico del Ministerio de Educación Israelí, Dr. Gavriel Avital, quien fue expulsado por cuestionar la validez de la evolución.15 El documental Expelled, No Intelligence Allowed [Expulsado, no se admite inteligencia], producido hace unos años, expone varios ejemplos de persecución y marginación de científicos que se han atrevido a cuestionar las evidencias en favor de la evolución.16
Las dudas con base científica sobre la Teoría de la Evolución no son nuevas. A mediados de los años ‘60, un grupo de matemáticos desafió la credibilidad de la evolución desde la probabilística. Los estudios matemáticos resultantes culminaron en un simposio sobre el análisis de las probabilidades de que la evolución hubiese podido ocurrir, que fue celebrado en el Instituto Wistar, respetado centro de investigación biomédica de Filadelfia, Estados Unidos. Las presentaciones del simposio se publicaron en un documento que fue ampliamente criticado por los biólogos.17 Estos insistieron en que los matemáticos no comprendían el funcionamiento de la evolución, pero no aportaron ninguna respuesta cuantitativa a los desafíos presentados por los estudios de probabilísticas.
También en los años ‘70, la paleontóloga Dra. Barbara J. Stahl, graduada en la Universidad de Harvard, llamó la atención sobre algunos defectos graves en las evidencias fósiles a favor de la evolución.18 A mediados de los años ‘80, el biólogo molecular Dr. Michael Denton, graduado del King’s College de Londres, destacó la enorme complejidad de los sistemas biológicos a nivel molecular, y la ineptitud de la Teoría de la Evolución para explicar el origen de estos sistemas.19
En los años ‘90, se aplicó la recién popularizada Teoría de la Información al análisis de moléculas orgánicas altamente informativas, y eso planteó el desafío de encontrar un origen natural para la inmensa cantidad de información específica contenida en ellas. El genoma es el plano de ADN de los seres vivos. Las cadenas de ADN están conformadas por pequeñas piezas, llamadas nucleótidos, que deben estar colocadas en un orden específico para codificar correctamente las características de cada organismo. Las proteínas, por su parte, son moléculas altamente variables, intrincadamente complejas, y específicas en estructura y en función. Cualquier pequeña alteración en la disposición de los aminoácidos que las componen afecta su forma, la manera en que están plegadas y su función. El orden de sus componentes dota al ADN y a las proteínas de información biológica específica. La información presente en el ADN se relaciona con la contenida en las proteínas, por medio de un código altamente sofisticado. De la misma manera en que los dígitos en un código de barras, el orden debe ser el indicado o el sistema fallará. Pero ¿de dónde provino toda esta información? “De un antepasado” no es una respuesta útil, ya que no explica el origen último de la información. El fracaso de la Teoría de la Evolución al no poder explicar la fuente de la información