Pacomio y sus discípulos. San Pacomio. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: San Pacomio
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789874792327
Скачать книгу
a justificarte y a confesar tus pecados; y tus vestidos estarán todos manchados y tu boca permanecerá cerrada; ¡estarás aterrado sin tener nada que decir! Desventurado, ¿de cuántas cosas deberás rendir cuentas? Impurezas innumerables, que son como un cáncer para tu alma, deseos de los ojos217, malos pensamientos que entristecen al Espíritu y afligen el alma, palabras inconvenientes218, lengua fanfarrona que mancha todo el cuerpo219, bromas, malas diversiones, maledicencias, celos, odios, burlas, ofensas contra las imágenes de Dios220, condenas, deseos del vientre que te han excluido de los bienes del paraíso, pasiones, blasfemias que es vergonzoso mencionar, malos pensamientos contra las imágenes de Dios, cólera, disputas, obscenidades, arrogancia de los ojos, deseos perversos, falta de respeto, vanidades. Sobre todo esto serás interrogado, porque has pleiteado con tu hermano y no has resuelto el pleito, como hubieras debido, en el amor de Dios. ¿Nunca has oído decir que la caridad cubre una multitud de pecados (1 P 4,8)221? Y su Padre que esta en los cielos hará con ustedes lo mismo si no se perdonan mutuamente en sus corazones (Mt 18,35)222. Su Padre que está en los cielos no les perdonará sus pecados.

      39. He aquí, queridos míos, que ustedes saben que nos hemos revestido de Cristo223, bueno y amigo de los hombres. No nos despojemos de Cristo a causa de nuestras malas obras. Hemos prometido la pureza a Dios, hemos prometido la vida monástica, cumplamos las obras que son: ayuno, oración incesante, la pureza de cuerpo y la pureza de corazón. Si hemos prometido a Dios la pureza, no nos ocurra que seamos sorprendidos en la fornicación, la cual asume formas variadas. Se ha dicho, en efecto: Se han prostituido de múltiples formas (Ez 16,25). Hermanos míos, que no nos sorprendan en obras de este género, ¡qué no nos encuentren inferiores a todos los hombres!

      40. Nos hemos prometido a nosotros mismos ser discípulos de Cristo; mortifiquémonos224, porque la mortificación maltrata a la impureza. Esta es la hora de la lucha. No nos retiremos, por el temor de devenir esclavos del pecado225. Hemos sido constituidos luz del mundo226; que nadie se escandalice por causa nuestra227. Revistámonos de silencio, pues muchos, en efecto, le deben su salvación.

      41. ¡Velen sobre ustedes mismos, hermanos! No seamos exigentes entre nosotros, por temor a que lo sean con nosotros en la hora del castigo228. A nosotros, vírgenes, monjes229, anacoretas, ciertamente se nos dirá: “Dame lo mío con los intereses230. Nos increparán y nos dirán: “¿Dónde está el vestido de bodas231? ¿Dónde está la luz de las lámparas232? Si eres mi hijo, ¿donde está mi gloria? Si eres mi siervo, ¿dónde mi temor? (Ml 1,6)233. Si me has odiado en este mundo, ahora apártate de mí porque no te conozco (Mt 7,23). Si has odiado a tu hermano, te has hecho extraño a mi reino. Si has estado en peleas con tu hermano y no lo has perdonado, te atarán las manos detrás de la espalda, te atarán los pies y te arrojarán a las tinieblas exteriores, donde habrá llantos y rechinar de dientes (Mt 22,13). Si has golpeado a tu hermano, serás entregado a los ángeles sin piedad234 y serás fustigado con el flagelo de las llamas eternamente. No has tenido respeto por mi imagen, me has insultado, me has despreciado y deshonrado, por eso yo no tendré respeto por ti en la aflicción de tu angustia. No has hecho las paces con tu hermano en este mundo, yo no estaré contigo en el día del gran juicio. Has insultado al pobre235. Es a mí a quien has insultado. Has golpeado al desgraciado. Así te has hecho cómplice de quien me ha golpeado en mi humillación sobre la cruz236.

      42. ¿Acaso te he dejado faltar alguna cosa desde mi salida del mundo? ¿No te hice el don de mi cuerpo y de mi sangre como alimento de vida237? ¿No padecí la muerte por tu causa238, a fin de salvarte? ¿No te manifesté el misterio celestial239, para hacer de ti mi hermano y mi amigo? ¿No te he dado el poder de pisar serpientes y escorpiones y todo poder sobre el enemigo (Lc 10,19)? ¿No te he dado múltiples remedios de vida240 con los cuales puedes salvarte: mis portentos, mis signos, mis milagros, con los cuales me revestí en el mundo como con una armadura de guerra241? Te los he dado para que te ciñas y derrotes a Goliat242, es decir el diablo. ¿Qué cosa te falta ahora, por qué te me has convertido en un extraño? ¡Sólo tu negligencia te precipita en el abismo infernal!”.

      43. Hijo mío, estas cosas y otras peores nos dirán si somos negligentes y no obedecemos (el mandamiento) de perdonarnos mutuamente243. Vigilemos sobre nosotros mismos y cuáles son las potestades de Dios, que vendrán en nuestro auxilio en el día de la muerte; aquellas que nos guiaron en medio de la dura y terrible guerra, aquellas que harán resurgir nuestras almas de entre los muertos244.

      Se nos han dado, ante todo, la fe y la ciencia para expulsar de nosotros mismos la incredulidad, se nos han dado, después, la sabiduría y la prudencia para discernir los pensamientos del diablo, huirles y detestarlos. Se nos ha predicado el ayuno, la oración, la templanza, que otorgan la calma al cuerpo y la quietud a las pasiones. Se nos han dado la pureza y la vigilancia, gracias a las cuales Dios habitará en nosotros. Se nos han dado la paciencia y la mansedumbre. Si custodiamos todo esto, heredaremos la gloria de Dios.

      44. Se nos han dado la caridad y la paz, poderosas en la lucha; el enemigo, en efecto, no se puede acercar al lugar donde se encuentran éstas. Respecto a la alegría, se nos ha ordenado combatir con ella la tristeza. Se nos han dado la generosidad y la disposición para el servicio. Nos han dado la santa oración y la perseverancia que colman de luz el alma. Se nos han dado la modestia y la simplicidad, que desarman la maldad. Ha sido escrito para nosotros que debemos abstenernos de juzgar245, para vencer la mentira, perverso vicio que está en el hombre, porque si no juzgamos no seremos juzgados en el día del juicio. Se nos ha dado la paciencia para afrontar el sufrimiento y las injusticias, para que no nos oprima el desaliento.

      45. Nuestros padres han transcurrido sus vidas en el hambre, en la sed y en innumerables mortificaciones246, hasta conquistar la pureza; sobre todo han huido del hábito del vino, que nos colma de todos los males247. Las turbaciones, los tumultos y los desórdenes en nuestros miembros son causados por el abuso del vino248. Esta es una pasión llena de pecados, es la esterilidad y la podredumbre de los frutos. La insaciable voluptuosidad entenebrece el entendimiento, hace impúdica la conciencia y rompe el freno de la lengua. Hay alegría plena cuando no se entristece al Espíritu Santo249 y no está atontada la voluntad. El sacerdote y el profeta, está escrito, fueron atontados por el vino (Is 28,7). El vino es licencioso, insolente la ebriedad. Quien se abandona a él no estará limpio de pecado (Pr 20,1). Cosa buena es el vino, si se bebe con moderación250. Si vuelves tus ojos a las copas y a los cálices, caminarás desnudo como un necio (Pr 23,31). El que se haya preparado para hacerse discípulo de Jesús, que se abstenga del vino y de la ebriedad.

      46. Nuestros padres, conociendo cuántos males provienen del vino, se abstuvieron. Bebían poquísimo, en caso de enfermedad. Y si le fue concedido un poco a Timoteo, ese gran trabajador, eso sucedió porque su cuerpo estaba lleno de enfermedades251. Pero a quien hierve de vicios en la flor de la juventud, en quien se acumulan las impurezas de las pasiones, ¿qué le diré? Tengo miedo de decirle que no beba (vino) por temor de que alguno, despreciando la propia salvación, murmure contra mí. En nuestros días, en efecto, para muchos este lenguaje es duro. Además, queridos míos, es bueno vigilar y es útil mortificarse, porque quien se mortifica pondrá en un lugar seguro su nave, en el buen y santo puerto de la salvación, y se saciará de los bienes del cielo252.

      47. Pero lo que es todavía más grande que todo esto: nos ha sido dada la humildad; ella vela sobre todas las otras virtudes, tal es la gran y santa fuerza de la cual se revistió Dios cuando vino al mundo253. La humildad es el baluarte de las virtudes, el tesoro de las obras, la armadura de la salvación254, el remedio para toda herida. Después de haber fabricado las telas finas, los ornamentos preciosos y todos los adornos para el tabernáculo, se lo revistió con una tela de cilicio255. La humildad es cosa mínima delante de los hombres, pero preciosa y estimada delante de Dios. Si la adquirimos pisaremos todo el poder del enemigo (Lc 10,19). Está escrito, en efecto: ¿A quién miraré, sino al humilde y al manso? (Is 66,2).

      48. No concedamos reposo a nuestro corazón en este tiempo de carestía, porque si se ha multiplicado la jactancia y la vanagloria, se ha multiplicado la avidez, reina la fornicación por causa de la saciedad de la carne, ha prevalecido el orgullo. Los jóvenes no obedecen más a los ancianos, los ancianos no se preocupan más por los jóvenes, cada uno camina según los deseos de su corazón256. Éste es el tiempo de gritar