Crónica de una pandemia. Sarui Jaled. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Sarui Jaled
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789878715544
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al ver su cuerpo sin vida. Terminó describiendo esa experiencia como uno de los momentos más dolorosos que le había tocado vivir. La maestra calificó este relato con el puntaje más alto de la clase.

      Sebastián tiene siete añitos. En los videos que me mandan lo veo feliz jugando con su papá. Andando en la bici, reventando globos llenos de agua, tratando de hacer volar aviones por control remoto, pescando, ayudando a preparar el fuego para el asado. Puedo imaginar lo contento que está porque se ha apropiado de sus papás ahora que no trabajan y deben estar en casa. Le encanta estar con su mamá y hacer actividades con el papá. Cuando los padres trabajan, él está en la escuela muchas horas, a veces sale de mal humor, enojado, tira la mochila con bronca porque pasó mucho tiempo esperando que lo vayan a buscar. Siempre quiere jugar, estar acompañado. Es travieso, divertido, pero le gusta hacer lo que quiere. Es caprichoso. Siempre está desafiando a los padres y a su hermano Santiago.

      Cuando estoy de visita en Houston, tengo la tarea de ir a buscarlo a la salida de la escuela, llevarlo a futbol y a clases de Taekwon-do. Es un niño desafiante, decidido, sabe lo que quiere e invariablemente se sale con la suya. Varias veces me ha hecho pasar grandes sustos que me dejaron al borde del infarto. Como ese día que fui a buscarlo a la escuela y al salir no quiso subirse al auto porque me dijo que quería ir caminando a la casa. Se puso a jugar con otros niños compañeros y de pronto desapareció, como si la tierra se lo hubiese tragado, no lo veía por ninguna parte, lo llamaba a gritos, pero no estaba. Corrí desesperada a buscarlo por los lugares donde pudiera estar. Busqué en un túnel debajo de la calle por donde se cruzan los chicos en bicicleta, busqué en un parque cercano y ni rastros. Ya llevaba más de 1 hora buscándolo, una madre que estaba en su auto, se ofreció a ayudarme y llamó al 911. Avisó que un niño se había ido de la escuela dejando a su abuela en estado de shock porque no puede encontrarlo por ninguna parte. Inmediatamente vino la policía y nos informó que otro oficial había visto un niño caminando solo por la calle y en ese momento estaba con él. El agente me invitó a subir al auto policial para ir al encuentro a 5 cuadras de la escuela y me indicó que me sentara atrás donde llevan los detenidos. Yo estaba muy asustada porque pensaba que el niño que habían encontrado podría no ser mi nieto. Cuando llegamos al lugar indicado, estaban en la vereda el oficial con Sebastián tomado de la mano. Nos bajamos del auto, nos acercamos y el agente le preguntó, “¿por qué te fuiste corriendo?” Dijo, “yo no me fui corriendo, yo estaba caminando. Y entonces, ¿por qué tu abuela no te pudo alcanzar.? Bueno, porque ella es muy vieja y no puede correr rápido”, contestó. Los oficiales me miraron y no pudieron contener la risa por la respuesta.

      Desde los 5 años juega al futbol maravillosamente. Se destaca en su equipo. Los días que tiene torneo, nos preparamos con sillas, termos con agua, para asistir al partido. Jugador estrella, sale al campo con su camiseta, botines y medias de futbolista profesional. Se saludan con el equipo contrario y cuando el árbitro suena el silbato, está listo, se concentra y espera su jugada. Sale corriendo marcando rivales que tienen la pelota hasta que logra sacárselas, la lleva para adelante, gambeteando entre jugadores, corre rápidamente al centro de la cancha provocando momentos dramáticos mientras sus compañeros de equipo y los hinchas que estamos fuera de la cancha, padres, hermanos, abuelos gritan desesperados ¡Al Arco! ¡Al Arco! Es muy emocionante, Sebastián juega muy bien. Los rivales cometen faltas empujándolo, haciéndole zancadillas y tirándolo de la camiseta para arrebatarle la pelota. Sebastián con su rapidez y la vista fija en el arco, impide a toda costa que se la arrebaten. Y así cuando logra colocarse frente al arco a una distancia prudente, tira buscando el gol y hace la primera anotación. Al grito de ¡Gooool! Los compañeros lo abrazan, el árbitro corre para felicitarlo con un apretón de manos. ¡Qué contento se pone con el triunfo de su equipo! ¡Es un verdadero crack!

      Pensar en mis nietos, es la mejor medicina para olvidar los temores que nos invaden en tiempos de COVID-19. Hace Taekwon-Do un arte marcial de origen coreano. Tae significa pie, patada. Kwon: puño, bloqueo, Do: método, arte, forma de vida. Tuve que buscar que deporte es éste que practica Sebastián, estaba confundida, creía que era lo mismo que Karate. Es la defensa personal sin armas.

      Me olvido del virus, y pienso cuando el año pasado lo llevaba a sus clases con los profesores coreanos. Uniforme blanco, el cinturón que indicaba su grado de avance en el arte marcial. Cuando empezamos, le dieron un cinturón blanco y a medida que avanza recibe distintos cinturones que lo hacen sentir muy orgulloso. El blanco significa inocencia, como la del principiante que todavía no ha adquirido la técnica. Luego recibió uno amarillo, que significa la tierra donde germina la raíz de una planta, al igual que se infunda el Taekwondo en una persona. Ya le dieron el de color naranja, que significa la perseverancia del estudiante para lograr sus metas. Seguramente cuando vuelvan a clases, obtendrá el cinturón verde que significa el crecimiento a medida que crecen las técnicas que va aprendiendo. Cuando le den el de color púrpura, ese significará la libertad. Más adelante cuando le den el azul, significará el cielo, hacia donde crece la planta, como el taekwondo crece en los estudiantes.

      En sus clases, tiene unos minutos de meditación y relax. Es muy emocionante verlo sentado sobre el piso con las piernas cruzadas, concentrado y meditando, mientras escuchan música.

      Sebastián adora los perros. Vienen de vacaciones todos los años a San Juan, cuando finalizan el año escolar. De junio a agosto. Por lo general los traen los padres, los dejan y al final de las vacaciones la abu Esther los lleva de vuelta a Houston. Pasan casi tres meses con sus abuelos, la abuela paterna y los abuelos maternos. No se cansa de jugar con Bolt, Whisky y Timoteo, que son los perros de mi casa. Y en la casa de la abu Esther juega con el Moro, el ovejero alemán de los Posleman. De modo que tienen dos casas para visitar y en las dos hay perros.

      Santiago y Sebastián tienen varios primos aquí. Son los hijos de la tía Mariana y del Tío Javier. Son cuatro chicos maravillosos. Sofía y Luisina, las nenas muy compañeras de Santiago por la edad. Dos primos varones, Nico y Manu con quienes juega Sebastián haciendo travesuras, subiéndose a los árboles. En el fondo de la casa de Esther hay un árbol frutal grande con pomelos, y ahí se suben a cosecharlos. Pasan tardes muy divertidas. Además tienen a la tía Yasi, que los consiente, juega con ellos, tienen una mesa de ping pong donde hacen buenísimos partidos, les compra todos los caramelos y chocolates que venden en el kiosco. Claro que cuando se portan mal, la tía se pone seria, y ellos saben que ya es hora de calmarse y portarse bien como niños educados y obedientes.

      Les encanta cuando el tío Javier y el Tata Rodolfo preparan la camioneta para subir el cuatriciclo y las bicicletas. Algunas veces invitan a Kamila a estos paseos. A ella le encanta. Saben que los llevarán al dique o a la montaña. Podrán subirse al cuatri conducido por Santiago y recorrer las lomas chicas y grandes del desierto saltando sobre los asientos, matándose de risa y gritando de contentos. Aunque se llenen de polvo. ¡Cuánta libertad! Tener todos los caminos y la montaña para ellos solos.

      Después de tantos recorridos, regresan a descansar donde los esperan los grandes. Ahí ya está lista la canasta para merendar con los sándwiches y las cosas ricas que preparó la abu Esther y las tías para el tan deseado paseo. Cuando el sol se va escondiendo entre los cerros, ya es hora de poner orden y ayudar a subir a la camioneta todo lo que trajeron. Es hora de volver. Al llegar a casa, los espera una ducha bien caliente para sacarse todo el polvo que levantaron con las bicis y con las ruedas del cuatriciclo.

      Los chicos tienen ahora en su casa de Houston la compañía de Lucía, ella es su prima y mi sobrina nieta. Tiene 17 años. Una adolescente que se destaca como eximia jugadora de golf. Es argentina, cordobesa, deportista excelente. Viajó a Estados Unidos llena de ilusiones y proyectos para iniciar una experiencia increíble no solo por lo novedoso del ambiente sino por los desafíos que para ella significaba el idioma, el golf e iniciar la etapa universitaria en otro país, lejos de su familia. Llegó en febrero para empezar la universidad con una beca que obtuvo en un torneo de golf al lograr uno de los primeros premios. Al mes de iniciar sus estudios, llegó el coronavirus y se suspendieron las clases. Tanta incertidumbre afectando a todo el mundo, sin distinción de edad, raza, religión ni situación económica.

      Resulta