A.A. como comunidad no avala ni recomienda oficialmente a todos los alcohólicos todas las formas de actuar propuestas en este libro. Pero cada método les ha resultado útil a algunos miembros y puede que a ti también te sea de alguna utilidad.
Este libro se ha concebido como un manual fácil de usar que se puede consultar de vez en cuando, y no como un texto para leer de cabo a rabo una sola vez para luego olvidarlo.
A continuación aparecen dos advertencias que han resultado ser útiles.
A. Mantener una actitud abierta. Es posible que no te atraigan las sugerencias propuestas en este libro. Si es así, nos hemos dado cuenta de que, en vez de rechazarlas para siempre, es mejor dejarlas a un lado por el momento. Si no cerramos la mente a estas ideas, podemos más tarde volver a probar algunas que antes no nos gustaban, si así lo deseamos.
Por ejemplo, a algunos de nosotros nos sucedió que en nuestros primeros días sin beber, las sugerencias y el compañerismo que nos ofrecían nuestros padrinos de A.A. nos ayudaban grandemente a mantenernos sobrios. Otros esperamos hasta que visitamos muchos grupos y conocimos a muchos miembros antes de recurrir a la ayuda de un padrino.
Algunos de nosotros encontramos en la oración tradicional una fuerte ayuda para no beber, mientras otros huimos de todo lo que tuviera el menor olor a religión. No obstante, todos tenemos perfecta libertad de cambiar de opinión más tarde si queremos hacerlo.
Algunos de nosotros nos dimos cuenta de que cuanto antes nos pusiéramos a practicar los Doce Pasos sugeridos como programa de recuperación en el libro Alcohólicos Anónimos, mejor. A otros nos parecía mejor aplazar hacerlo hasta haber pasado algún tiempo sobrios.
Lo importante es reconocer que no hay una forma prescrita o “correcta” de practicar el programa de A.A. Cada uno hace uso de lo que más le convenga — sin cerrar la puerta a otros recursos de ayuda que posteriormente pueden serle de utilidad. Y todos hacemos un esfuerzo por respetar el derecho de nuestros compañeros a hacer las cosas a su manera.
A veces, se oye a un miembro de A.A. hablar de escoger entre los elementos del programa como si se tratara de un “autoservicio”, tomando lo que le guste y dejando lo demás. A lo mejor le seguirán otros que deseen lo que él ha dejado — o tal vez más tarde este mismo miembro volverá para tomar algunas ideas que antes rechazó.
No obstante, vale tener en mente que en el autoservicio podemos vernos tentados a no tomar sino postres o pan o ensaladas u otra comida que nos guste en especial. Sirve para recordarnos de la importancia de una vida equilibrada.
Al ir recuperándonos del alcoholismo, nos dimos cuenta de lo necesario que es tener una dieta equilibrada de ideas, aun si, al principio, algunas no nos parecían tan apetitosas como otras. Así como la buena comida, las buenas ideas no nos hacen ningún bien a no ser que nosotros hagamos uso inteligente de ellas. Y esto nos conduce a la segunda advertencia:
B. Usar el sentido común. Llegamos a reconocer la necesidad de valernos de nuestro sentido común al aplicar a nuestra vida las siguientes sugerencias.
Como en el caso de cualquier otra buena idea, se puede hacer un mal uso de las sugerencias propuestas en este libro. Consideremos, por ejemplo, el asunto de comer caramelos. Obviamente, los alcohólicos con diabetes, obesidad o problemas de azúcar en la sangre han tenido que encontrar sustitutos, para no poner en peligro su salud; pero podían sacar algún beneficio de la idea de comer caramelos al estar recuperándose del alcoholismo. (Muchos nutricionistas están a favor de acostumbrarse a comer cosas ricas en proteínas en vez de dulces). Además, no es bueno para nadie abusar de este remedio. Aparte de los caramelos, debemos comer comidas balanceadas.
Otro ejemplo es el uso del lema “Tómalo con calma”. Algunos nos hemos dado cuenta de que podíamos abusar de esta buena idea, y convertirla en un pretexto para la falta de puntualidad, la pereza o la mala educación. Por supuesto que ésta no es la intención del lema. Si se aplica apropiadamente, puede ser curativo; si se aplica mal, puede obstaculizar nuestra recuperación. Algunos de nosotros agregaríamos al lema: “‘Tómalo con calma’, pero hazlo”.
Está claro que al seguir cualquier consejo, tenemos que usar nuestra inteligencia. Todo método que se describe aquí tiene que usarse con buen juicio.
Una cosa más. A.A. no pretende ofrecer consejo científico experto para mantener la sobriedad. Sólo podemos compartir contigo nuestra experiencia personal, y no teorías y explicaciones profesionales.
Así que en estas páginas no se ofrecen fórmulas mágicas para dejar de beber si aún lo estás haciendo, ni milagrosos secretos para acortar o evitar una resaca.
A veces, se puede lograr la sobriedad en casa; pero una larga carrera de bebedor suele causar problemas médicos tan graves que sería aconsejable pedir la ayuda de un médico o de un hospital para desintoxicarse. Si estás tan gravemente enfermo, puede que necesites asistencia de esta clase antes de poder interesarte en lo que ofrecemos aquí.
Sin embargo, muchos de nosotros que no estuvimos tan gravemente enfermos hemos logrado pasar lo peor en compañía de nuestros amigos de A.A. Sólo por haberlo experimentado nosotros mismos, frecuentemente podemos ayudar a aliviar en parte las penas y el sufrimiento. Por lo menos, lo entendemos. Hemos pasado por esto.
Así que el tema de este libro es el de no beber (no se trata de dejar de beber). Se trata de vivir sobrio.
Nos hemos dado cuenta de que para nosotros la recuperación empezó por no beber: por lograr la sobriedad y no tomar nada de alcohol en ninguna forma. Además nos hemos dado cuenta de que tenemos que mantenernos alejados de las drogas psicotrópicas. Podemos progresar hacia una vida feliz y satisfactoria sólo si nos mantenemos sobrios. La sobriedad es la rampa de lanzamiento hacia nuestra recuperación.
En cierto sentido, este libro trata de cómo vivir sobrio. (Antes no podíamos y por eso bebíamos).
2 Mantenerse alejado del primer trago
En A.A. se suelen oír estas expresiones: “Si no te tomas el primer trago, no puedes emborracharte” y “un trago es demasiado y 20 no son suficientes”.
Muchos de nosotros, cuando empezamos a beber, nunca deseábamos ni tomábamos más de uno o dos tragos. Pero con el paso de los años, fuimos aumentando la cantidad. Luego, en años posteriores, nos veíamos bebiendo cada vez más, y algunos emborrachándonos profundamente para quedarnos en este estado largo tiempo. Tal vez no se notaba nuestra condición al hablar o al andar, pero para aquel entonces, nunca estábamos realmente sobrios.
Si nos sentíamos muy preocupados por esto, bebíamos menos, o intentábamos beber solamente uno o dos tragos, o cambiábamos de licores fuertes a vino o cerveza. Al menos, tratábamos de limitar la cantidad para evitar emborracharnos desastrosamente. O intentábamos ocultar cuánto bebíamos.
Pero estas tácticas nos resultaban cada vez más difíciles. De vez en cuando, incluso nos absteníamos de beber totalmente durante una temporada.
Con el tiempo, volvíamos a beber: sólo un trago. Y, ya que esto aparentemente no nos hacía ningún grave daño, nos parecía que podíamos tomarnos otro sin peligro. Tal vez eso era lo único que tomamos en aquella ocasión, y era un alivio descubrir que podíamos tomar solamente uno o dos tragos y luego parar. Algunos hicimos eso muchas veces.
Pero la experiencia resultó ser engañosa. Nos convenció de que podíamos beber sin peligro. Y entonces llegaba la ocasión (una celebración especial, una pérdida personal, o nada en particular) en que dos o tres tragos nos hacían sentirnos bien, así que creíamos que dos tragos más no nos harían daño. Y sin la menor intención de hacerlo, nos encontramos otra vez bebiendo demasiado. Estábamos de vuelta donde habíamos empezado: bebiendo en exceso sin querer hacerlo.
Tales experiencias repetidas nos han obligado a llegar a esta conclusión lógicamente ineludible: si no nos tomamos el primer trago, nunca nos emborrachamos.