Así que la cuestión no es la conversión, la cuestión es solamente la revelación. En este momento, la semilla es revelada como una semilla; al siguiente, como un árbol. Así que esto es sólo una cuestión de revelación. Y si podéis comprender profundamente, en este preciso momento la semilla es el árbol.
Los místicos tibetanos o los maestros Zen o los derviches Sufi, todos ellos han hablado de las nubes blancas. Las nubes blancas han estado atrapando el ser interior de mucha gente. Parece ser que se logra una armonía con las nubes blancas. Haz de eso una meditación y, entonces, muchas cosas vendrán a ti.
La vida no debería tomarse como un problema. Una vez que comiences de esa manera, estarás perdido. Una vez que pienses que la vida es un problema, éste nunca podrá ser resuelto. Así es como la filosofía se mueve, y así es como la filosofía siempre se mueve equivocadamente. No existen filosofías correctas: no las puede haber. Todas las filosofías están equivocadas. Filosofar está mal porque la filosofía da el primer paso equivocado al pensar en la vida como un problema. Una vez que la vida es un problema, no tiene solución. La vida no es un problema sino un misterio y así es como la religión la considera.
Una nube blanca es la cosa más misteriosa, apareciendo de repente, desapareciendo de repente. ¿En algún momento has pensado que las nubes no tienen nam-roop, ningún nombre, ninguna forma? Ni por un solo instante la forma es la misma. Está cambiando, se está transformando, es como la corriente de un río. Puedes darle una forma a la nube, pero esa es tu proyección. Una nube no tiene forma; es informe o continuamente está siendo formada, es un flujo. Y así es la vida. Todas las formas son proyectadas.
En esta vida te llamas a ti mismo hombre y hace sólo una vida podrías haber sido una mujer. En esta vida eres blanco y, en la siguiente, puedes ser negro. En este momento eres inteligente y, al siguiente, te comportas de una manera estúpida. En este momento estás callado y, al siguiente, te vuelves colérico, furioso, agresivo. ¿Has adquirido una forma? ¿O estás cambiando continuamente? Eres un flujo, una nube. ¿Has adquirido un nombre, alguna identidad? ¿Puedes llamarte a ti mismo esto o aquello? En el momento en que dices que eres esto, en ese preciso momento te vuelves consciente de que también eres lo contrario.
Le dices a alguien ‘Te amo’, y en ese preciso momento el odio está presente. Le dices a alguien que eres amigo y, en ese preciso momento, el enemigo está riendo dentro de ti, esperando su turno. En algún momento dices que estás contento y, de inmediato, la felicidad se pierde y te has vuelto infeliz. No tienes identidad. Si comprendes esto, te conviertes en una nube sin forma, sin nombre. Y, entonces, el desplazamiento comienza.
Para mí, la vida de una nube blanca es la vida de un sannyasin, de alguien que ha renunciado. La vida de un casero es una rutina fija. Es una cosa muerta, un patrón. Tiene un nombre, tiene una forma. Se mueve sobre una vía en particular, como los rieles de un tren. Sobre la vía los trenes avanzan; tienen una meta, deben alcanzar algún lugar. Pero un sannyasin es como una nube desplazándose en el cielo: no hay rieles de acero para él, no hay rutas, no hay identidades. No es nadie y vive la vida de un ser inexistente, vive como si no existiera. Si puedes vivir una vida como si no existieras, entonces estás en mi camino. Y mientras más existas, más enfermedad habrá; mientras menos existas, más sano serás. Mientras menos existas, más ligero serás. Mientras menos existas, más divino y bienaventurado serás.
Cuando digo que la vida no es un problema sino un misterio, me refiero a que no puedes resolverlo, te puedes convertir en él. Un problema es algo que debe resolverse intelectualmente, pero aunque lo resuelvas, nada se logrará. Habrás reunido un poco más de conocimiento, pero ningún éxtasis obtendrás de él. Un misterio es algo en lo que te puedes convertir. Puedes ser uno con él, fusionado. Entonces surge el éxtasis, después la bienaventuranza, luego, lo más grande que puede sucederle a un ser, la más grande alegría.
Busca lo misterioso en la vida. A dondequiera que veas —en las nubes blancas, en las estrellas de la noche, en las flores, en un fluyente río— a dondequiera que veas, busca el misterio. Y siempre que descubras que ahí hay un misterio, medita sobre él.
La religiosidad toma la vida como un misterio. ¿Qué puedes hacer con un misterio? No puedes hacer nada con el misterio, pero puedes hacer algo por ti. Puedes volverte más misterioso. Y entonces lo parecido puede encontrarse con lo parecido, lo mismo puede encontrarse con lo mismo.
La meditación quiere decir: Desvanécete tú mismo ante ese misterio, aniquílate tú mismo ante ese misterio, dispérsate tú mismo ante ese misterio. No seas nada más y permite que el misterio sea tan pleno, que seas absorbido por él. Y de pronto, una nueva puerta se abre, una nueva percepción se alcanza. De pronto, el mundo terrenal de la división, de la separación, ha desaparecido y ante ti se presenta un mundo diferente, un mundo totalmente diferente de unidad. Todo pierde su frontera, todo está con otros, no está dividido sino que es uno.
Esto puede hacerse sólo si tú haces algo contigo. Si debes resolver un problema, debes hacer algo con el problema. Debes encontrar una llave, una pista. Debes trabajar en el problema; debes moverte dentro de un laboratorio, debes hacer algo. Si debes encontrar un misterio, debes hacer algo contigo; con el misterio nada se puede hacer. Somos impotentes ante el misterio. Es por eso que seguimos transformando los misterios en problemas, porque con los problemas, somos potentes, con los problemas sentimos que tenemos el control. Con los misterios somos impotentes, no podemos hacer nada. Con los misterios enfrentamos la muerte y no podemos manipularla.
Es por eso que mientras más matemático y lógico se vuelva el intelecto humano, cada vez será menor la posibilidad de que se abra el éxtasis ante la mente humana; cada vez se hará menos posible la poesía. El romance se ha perdido; la vida se vuelve objetiva y no simbólica.
Así que cuando digo que mi camino es El Camino de las Nubes Blancas, sólo hablo de un símbolo. La nube blanca no está siendo utilizada como un hecho sino como un símbolo, como un símbolo poético, como la señal de una profunda fusión con los misterioso y lo milagroso.
¿PODRÍAS DECIRNOS QUÉ RELACIÓN TIENES CON LAS NUBES BLANCAS?
Yo soy una nube blanca. No existe ninguna relación y no puede haber una. La relación existe si sois dos, divididos. Por lo tanto, la relación no es en realidad una relación. Dondequiera que existe una relación, hay una separación. Yo soy una nube blanca. No te puedes relacionar con una nube blanca. Puedes volverte uno con ella y permitir que la nube blanca se vuelva una contigo, pero la relación no es posible. En la relación permaneces separado y, en la relación, continúas manipulando. Este es uno de los misterios de la vida humana, que hasta en el amor creamos una relación. Entonces el amor se pasa por alto. El amor no debería ser una relación. Deberías convertirte en el amante o en el amado. Deberías convertirte en el otro y permitir que el otro se convierta en ti. Debería haber una fusión, sólo entonces cesará el conflicto; de lo contrario, el amor se convierte en un conflicto, en una lucha. Si lo eres, entonces tratarás de manipular, luego te gustaría poseer, luego te gustaría ser el amo, entonces surge la explotación. Entonces, el otro será utilizado como un medio y no como un fin.
Con las nubes blancas no puedes hacer eso, no puedes hacerlas esposas y esposos. No puedes encadenarlas ni persuadirlas para que formen una relación. No lo permitirán, no te escucharán. Ya han tenido suficiente de eso y por esa razón ahora se han convertido en nubes blancas. Puedes ser uno con ellas y, entonces, sus corazones se abrirán.
Sin embargo, la mente humana