Primera edición: abril, 2015
© Sonia Betancort, 2015
© del prólogo: María Ángeles Pérez López, 2015
© Vaso Roto Ediciones, 2015
ESPAÑA
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Impreso en España
Imprenta: Kadmos
ISBN: 978-84-16193-27-1
eISBN: 978-84-12348-77-4
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Dep. Legal: M-33360-2014
Sonia Betancort
La sonrisa de Audrey Hepburn
Prólogo de María Ángeles Pérez López
Índice
Contra el aria de la indefensión
ESCENA 1: LA LÁGRIMA PRECEDE AL LAGRIMAL
ESCENA 2: LA LÁGRIMA OCUPA TODO EL OJO
Perfección de los sueños que no corrige la realidad
ESCENA 3: LA LÁGRIMA SE DESLIZA POR EL ROSTRO (CAMBIO DE SECUENCIA)
ESCENA 4: LA SONRISA PRECEDE A LA BOCA
ESCENA 5: LA SONRISA ILUMINA EL ROSTRO
ESCENA 6: EL ROSTRO DESAPARECE (FUNDIDO EN NEGRO)
Contra el aria de la indefensión
En la imaginación del celuloide, los cuerpos encarnan un presente perpetuo que está, no obstante, en movimiento. De su estela se derivan figuras que constelan un universo tutelar, Vía Láctea cuyas estrellas brillan en el parpadeo entre dos fotogramas. Aunque Antonio Machado nos propusiera un irónico y genial cinematófobo llamado Juan de Mairena, para quien el cine era la ñoñez estética de un mundo cinético, la memoria visual (y en gran parte, también verbal) del siglo pasado y de este se construye en el deseo que genera la materia lumínica del séptimo arte, aquí encarnado en la actriz Audrey Hepburn.
Como un cuerpo a su imán (así el título del anterior libro de la poeta canaria Sonia Betancort), el que ahora leemos está imantando por la presencia una y otra vez convocada de Hepburn, quien brinda uno de los epígrafes iniciales, varias de las citas que van conformando el conjunto y la propia organización estructural, a partir de la división en seis escenas y un epílogo: lágrima, ojo, rostro (cambio de secuencia), sonrisa, rostro y fundido en negro, y el epílogo titulado «La sonrisa interior».
Cada escena toma una parte del rostro de la actriz para detenerse morosamente en el detalle que constituye la aspiración al todo, porque, a la vez que el libro va dividiéndose en escenas, como si fuera una película que se desenrolla y exhibe, aspira a construir una sola imagen caleidoscópica que guarde dentro todos los rostros, todos los tiempos, todos los nombres. De ahí el intenso diálogo que el libro-poema establece a través de sus numerosos epígrafes –de Djuna Barnes a Arturo Carrera, de Marosa di Giorgio a Albert Camus, de Yourcenar a Vallejo, Saramago o Truman Capote–, porque está atravesado por la herida del absoluto, de la nada, y, aunque no se desplaza de su centro y mantiene en todo momento su encuadre en primer plano, nombra elípticamente el afuera, la no posibilidad, el fotograma de la ausencia.
Su sustancia, inasible y enigmática pero contundente en el imaginario sentimental, atrae los versos, da forma al discurso, genera estallidos y burbujas de luz por las que las palabras se proponen como máscaras, se ocultan en el disfraz del equilibrio,