En algunos países, como ocurre en España, se ha sustituido la expresión «educación en la virtud» por «educación en valores», aunque no significan lo mismo. Educar en la virtud supone algo más que un mero conocimiento intelectual y reconocimiento de los valores. Para educar en la virtud se necesita no solo conocer qué es el bien, sino esforzarse por ser bueno, como diría Aristóteles. En otros países se presta más atención al estudio y a la educación en virtudes, aunque se les suele dar el nombre de fortalezas del carácter. Según los profesores estadounidenses Martin Seligman y Cristopher Peterson, las fortalezas son rasgos morales y pueden mejorarse mediante el entrenamiento. Se diferencian de las capacidades (como correr muy rápido, cantar bien o el talento) en que estas requieren una base innata para poder desarrollarlas y no están al alcance de todo el mundo, mientras que la consecución y desarrollo de las fortalezas dependen más de la voluntad. Establecen seis categorías de virtudes en las que se agrupan las fortalezas: 1) sabiduría y conocimiento (creatividad, apertura de mente, deseo de aprender...); 2) coraje (valentía, perseverancia...); 3) humanidad (amor, amabilidad, inteligencia social...); 4) justicia (equidad, ciudadanía...); 5) moderación (humildad, prudencia, autocontrol...); 6) trascendencia (aprecio por la belleza, gratitud, esperanza...).
Más cuestiones para pensar
¿Quién decide, nuestro cerebro o nuestra voluntad? ¿Va siempre la virtud unida a la felicidad? ¿Hay ocasiones en las que conviene no dejarse guiar por la prudencia? ¿Tendría sentido decir de alguien que es demasiado virtuoso?
El dilema del erizo es una parábola escrita en 1851 por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, en la que podemos comparar las relaciones que los humanos establecemos entre nosotros para poder sobrevivir con la relación que establecen los erizos para no helarse:
En un día muy frío, un grupo de erizos que se encuentran cerca sienten simultáneamente una gran necesidad de calor. Para satisfacer su necesidad buscan la proximidad corporal de los otros, pero, cuanto más se acercan, más dolor causan las púas del cuerpo del erizo vecino. Sin embargo, debido a que alejarse va acompañado de la sensación de frío, se ven obligados a ir cambiando la distancia hasta que encuentran la separación óptima (la más soportable).
Como los erizos, necesitamos a los demás para poder vivir como seres humanos, pero la convivencia con los demás no es fácil, y, con frecuencia, produce dolor. ¿Qué virtudes debemos desarrollar para facilitar la convivencia con los demás en un mundo global?
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