La lluvia como impedimento. No se recomienda recolectar plantas en días lluviosos. Aparte de que la planta puede hallarse muy tocada, también puede llegar en muy mal estado a casa por el exceso de humedad.
La sequía, una maldición. Tampoco las épocas de sequía por falta de lluvias suelen ser idóneas para esta práctica.
Identificación correcta. Es preciso identificar con total seguridad la planta que se busca. Muchas plantas presentan un aspecto muy parecido, a veces casi idéntico, con otras de su misma familia o género. Cabe estar bien informados o contar con la asesoría de un experto.
Contaminación. Se debe evitar recolectar plantas medicinales en espacios potencialmente contaminados o expuestos a un posible foco de contaminación, como márgenes de carreteras, orlas de sembrados donde se utilicen pesticidas, cerca de vertederos, estercoleros y naves industriales.
Los parásitos. Se deben evitar aquellas plantas que se vean ajadas, enfermas, atacadas por parásitos o plagas.
Cuando es el momento. Por regla general, las hojas deben ser recolectadas cuando son jóvenes; las flores, cuando se hallan bien abiertas; y los frutos, una vez maduros. Pero existen muchas excepciones a esta norma.
Cosecha moderada. Es mejor recolectar aquí y allá de diferentes individuos, antes que esquilmar unos pocos, y en general es preferible no desenraizar nunca las matas, para dar oportunidad a la planta a rebrotar bien la temporada siguiente. No se debe recolectar más de lo que vayamos a utilizar.
Dañar poco. Podemos utilizar una cuchilla bien afilada o unas tijeras, y arrancar unos pocos ramilletes de cada planta, evitando dañarla lo menos posible.
Guantes de jardinero. Serán de gran utilidad cuando manipulemos plantas espinosas, pegajosas o aquellas que contengan látex u otras sustancias potencialmente urticantes.
No mezclar. Una vez cosechadas, es preferible no mezclar las plantas, para evitar luego posibles confusiones. Cada especie debe guardarse en una bolsa aparte. Evitar el papel de diario, pues con la humedad, puede teñir de tinta a la planta y contaminarla.
Se pueden congelar (a unos veinte bajo cero) para eliminar las puestas de huevos de insectos, que muchas veces descubrimos pasado un tiempo en forma de insectos voladores cuando abrimos el recipiente.
Conservación
de las plantas
UNA VEZ COSECHADAS LAS PLANTAS, que tendremos debidamente clasificadas por especies, las debemos someter a un correcto proceso de secado. Si no lo hacemos bien, podemos sufrir la frustración de ver que aquellas plantas que con tanto esmero y dedicación hemos cosechado se nos han podrido prematuramente y ya no se pueden emplear para nuestros saludables fines. En líneas generales y atendiendo a las referencias de expertos, estos son los pasos que deberíamos seguir:
Examinar a fondo toda la planta cosechada para descartar aquellas partes raídas o enfermas y eliminar la presencia de algún parásito, hongo, puesta de huevos, etc.
Las sumidades aéreas se pueden atar formando ramilletes; luego se dejan a secar colgados boca abajo, en un espacio a la sombra.
O bien se extiende la planta sobre una lámina secante, sobre todo cuando hablamos de cortezas, raíces o de flores grandes, y dejar que se seque en un espacio al aire libre, pero sombreado.
Las semillas se pueden dejar que caigan de la planta disponiéndola boca a bajo, y se dejan a secar sobre una plancha secante.
Raíces y rizomas deben partirse por la mitad o en pequeños trozos, y los bulbos en rodajas. Se sacuden bien para desprender la arena y se lavan en agua tibia, antes de dejarlos secar.
El periodo de secado variará en función del tamaño y estructura de la planta. Como es lógico, una planta crasa o arbustiva necesita un periodo de secado mucho más largo que las plantas herbáceas.
Una vez seca, se tritura bien y se guarda en un recipiente cerrado.
Los recipientes clásicos de herbolario habían sido de porcelana o de barro curado. Puede servir también el cristal o la arcilla, y son válidos los de lata.
Se deben almacenar en espacios alejados de todo foco de humedad, calor y humos, así como del contacto de la luz solar.
Estos recipientes deben estar totalmente limpios, libres de humedad, antes de depositar en ellos la hierba. Y la planta debe estar perfectamente seca antes de ser depositada en ellos.
Las plantas suelen conservar su poder terapéutico entre doce y catorce meses; más allá de ese periodo, es fácil que hayan perdido buena parte de su potencial curativo.
Es preciso etiquetar debidamente estos recipientes con el nombre de la planta guardada, los ingredientes de la fórmula si es una tisana y la fecha en la que fue depositada. De no hacerlo, podemos correr el riesgo de olvidarnos de qué planta se trata, y en tal caso su uso ya no podrá responder a una necesidad terapéutica concreta, sino que será una toma a ciegas.
Las plantas se pueden congelar, pero antes se deben secar por completo y librarlas de impurezas. No pierden sus principios activos.
No se recomienda guardar las plantas en la cocina, menos aún en estanterías abiertas, pues al cocinar se genera mucho calor, humedad y profusión de gases y grasas que pueden perjudicar a las plantas. Lo ideal es buscarles un emplazamiento fresco, como la despensa o un cobertizo, donde no les toque el sol.
Plantas medicinales
en el balcón
NO ES IMPRESCINDIBLE CONTAR EN CASA con un amplio jardín para poder aspirar a tener un minihuerto de plantas medicinales. En el huerto del balcón se pueden combinar plantas medicinales de uso corriente con plantas aromáticas, incluidas especies de florida más o menos espectacular, lo que nos permite contar a un tiempo con una reserva de potenciales remedios herbarios y con un jardín colorista y cautivador.
A veces, con una pequeña terraza, o un balcón mínimamente amplio, nos las podemos arreglar. Basta con adaptarse a las circunstancias y sacar partido de las posibilidades que nos ofrece el espacio en cuestión. Es preciso informarse bien de qué especies son las más adecuadas para cada tipo de recipiente, sean jardineras grandes, macetas o tiestos colgantes, sobre el tipo de sustrato, la orientación con respecto al sol y al viento, y los ritmos de poda y riego, entre otras cuestiones. Todo ello entraría en un tratado de jardinería, que no es la misión de este libro.
Sí lo es proponer una selección de plantas, perfectamente asequibles, que podemos atrevernos a cultivar en casa, y que a medio o largo plazo nos pueden proporcionar remedios herbarios de gran utilidad para toda la familia. Algunos ejemplos son:
Albahaca, Ocimmum basilicum. Labiada. Se suele sembrar en semilleros, pero también directamente en maceta; la época de siembra es entre febrero y abril. Requiere un sustrato rico en humus, profundo y aireado. Posición a media sombra o luz atenuada, protegida del viento. No soporta el frío intenso ni las heladas. Riego moderado, sin encharcar. Aunque las hojas se pueden recolectar durante todo el año, el mejor momento es justo antes de la floración. Se deben cortar con unas tijeras, por encima de la yema. La albahaca se usa como condimento, para elaborar salsas, y las hojas frescas, como remedio casero para ahuyentar los insectos.
Aloe, Aloe barbadensis. Liliácea. Se planta en macetas grandes o jardineras, para darle espacio a expandirse. Si no se quiere tener más plántulas, se debe ir retirando las que van apareciendo