La sorpresiva presencia de Ester aquella noche en el Carmelo holandés (Echt) responde en definitiva a un envío, la madre carmelita concluye: “La Reina del Carmelo te envía” (736). Por lo mismo, hay una alusión a María en el trasfondo de toda la pieza teatral que se hace patente si hacemos una lectura desde el final, resuelto el enigma de “la suplicante” nocturna. De hecho, la comprensión de la visita nocturna hace que Ester se pueda marchar y prometer un futuro encuentro “en el gran día, el de la manifestación de su gloria” (736), palabras finales de la obra que aluden explícitamente a María y retoman las del inicio, cuando la sola palabra “refugio” hace recordar a la Madre, “la Purísima, la Inmaculada…” (731), y cree que “la nocturna” es una presencia de María: “Dime, ¿no serás tú la misma Virgen Madre?” (731). Luego, la obra se abre y se cierra entorno a la figura de la Virgen María, reina del Carmelo.
Diálogo nocturno es una obra muy ceñida a las circunstancias personales de su autora, por lo cual puede considerarse ciertamente autobiográfica. Es una obra teatral no profesional escrita para ser representada por y para las monjas carmelitas de Echt, Holanda, en junio de 1941, como un homenaje a la madre superiora del convento en su onomástico (Antonia)4. Esto se inserta en la larga tradición poética y dramatúrgica de los claustros de las carmelitas. Edith Stein, ahora sor Teresa Benedicta de la Cruz, tenía ya en este tiempo una pluma avezada en cuestiones filosóficas, pedagógicas y teológicas, además de una sólida formación humanista unida a un gusto por la dramaturgia desde su juventud.
Edith Stein murió junto a su hermana Rosa –también convertida a la fe cristiana y entrada en la vida carmelita– en agosto de 1942, luego, esta obra se sitúa al final de su vida, en momentos del recrudecimiento de la persecución nazi en Holanda. Este es el clima de la obra de teatro. De esta manera, Diálogo nocturno es, en primer lugar, un reflejo de la realidad donde acontece el diálogo que se establece entre Dios, tal como se comunica en la historia de Israel, y la historia de aquel presente trágico. En este sentido, podemos hablar de una biografía teológica en la medida en que se exponen los hitos de un itinerario de encuentro con Dios, pero también de una teobiografía, en cuanto es Dios mismo que se deja ver en el acontecer de una vida concreta. Esta conjunción entre vida y teología se hace evidente en la figura bíblica de la reina Ester, quien proviene de una amenaza de exterminio del pueblo judío en el pasado histórico hebreo y que entra ahora en aquel convento holandés para encontrarse con la madre priora en el presente de ese pueblo. Ambas dialogan sobre la historia fatídica, presentando la intervención divina a favor del pueblo judío relatada en la Biblia como nuevo motivo de esperanza para el presente, de modo que rezan los salmos bíblicos, tradición orante compartida por judíos y cristianos hasta la actualidad.
Es la “historia santa” de Mardoqueo, Ester, Amán y Asuero la que se ofrece como clave de interpretación del presente5. Como consta, Edith Stein se ha identificado expresamente con la heroína hebrea, lo que demuestra su lectio divina del relato bíblico, aun cuando es un libro poco recurrente en el ámbito cristiano. Se completa así el círculo interpretativo que va de la historia al texto y del texto a la historia.
El estreno de Medianoche suponía para el resto de los integrantes del equipo, los no “teatristas”, una novedad que escapaba al trabajo de análisis, traducción y comprensión del texto. Era algo totalmente nuevo, a pesar de conocer íntegramente el parlamento. Se trataba de un auténtico producto interdisciplinario, pues cada frase contenía en sí horas de cuestionamiento entre teología y dramaturgia, donde se exponían diversas aproximaciones provenientes de distintas metodologías e intereses, y este entrecruzamiento de perspectivas daba como resultado una obra construida en un lenguaje unitario y común. Así, el relato artístico conducía inevitablemente a un encuentro personal y vital con la autora, a casi ochenta años de distancia.
En esta ocasión quiero destacar las líneas teológico-espirituales que vertebran este proyecto, dando un nuevo instrumento de profundización para una propuesta artística que trasciende ya su marco conceptual y se ofrece a la creatividad y a la sensibilidad propia de sus espectadores.
El proyecto de investigación nos conduce hacia la tridimensionalidad del teatro. No se limita al análisis de un texto, lo que va a constituir solo una primera aproximación a la obra. El horizonte de una puesta en escena conlleva una dinámica propia donde se conjugan múltiples y variados elementos expresivos y evocativos, de carácter afectivo y estéticos entre otros. Esto complejiza la reflexión en cuanto contiene ahora diversos y simultáneos registros de expresión.
Aproximación a la obra
Un camino de aproximación a la adaptación libre de Florencia Martínez sobre Diálogo nocturno, de Edith Stein, consiste en atender a los títulos respectivos que condensan el drama de las obras en cuestión.
a) Diálogo nocturno
En Diálogo nocturno, el sustantivo es el diálogo: Zwiesprache. Por esta razón –que no es solo formal y que se hace presente en otras obras de la fenomenóloga, como en aquella de Santo Tomás de Aquino con Edmund Husserl6– no se trata solo de un recurso obvio de la dramaturgia, que también puede servirse del monólogo, sino más bien de una auténtica manera de enfrentar la realidad y el acceso a la verdad. Es la asunción de la mayéutica filosófica, donde acontece la verdad.
Solo dos personajes articulan el drama. Ambas mujeres, una hebrea que viene del pasado y una católica que se halla en el presente, dialogan en un espacio donde el tiempo no transcurre linealmente. Si bien la heroína Ester viene del pasado, es peregrina que busca refugio en el devenir de la historia y a la vez presagia un futuro glorioso para su pueblo y para la Iglesia de Cristo. La madre carmelita que está en la portería del convento donde ocurre el drama, en cierto modo también viaja al pasado, que se le hace contemporáneo por sus conocimientos bíblicos y participa también de la visión del futuro que se le muestra.
El libro de Ester se encuentra en la Biblia, en la sección de libros llamados históricos que suceden al Pentateuco y se distinguen de los libros poéticos y sapienciales y de los libros proféticos, que conforman el conjunto del Antiguo Testamento.
Los hechos relatados se sitúan en el exilio persa del siglo V a. C., aunque la composición del escrito es muy posterior. Más que una crónica histórica, el libro de Ester es ejemplo de aquella literatura que anima y sostiene la fe de un pueblo perseguido. Nombrar a Ester en la obra de teatro es hacer presente un drama bien conocido por sus destinatarias: una hebrea que gracias a la conducción de su tío Mardoqueo logra llegar al poder y arriesga su vida en favor de su pueblo, intercediendo ante el rey Asuero para detener el exterminio instigado por el visir Amán. Estas son en síntesis las connotaciones bien determinadas de la figura de Ester.
Desde otro punto de vista, la reina Ester representa también, en el drama steiniano, la palabra de Dios dirigida al pueblo de Israel en primer lugar y en persona. Por lo tanto, en la aparición de Ester es Dios quien finalmente entra en diálogo con la religiosa carmelita, en las tenebrosas horas de una nueva persecución y exterminio. De este modo, la palabra de Dios hecha mujer viene al encuentro en un acontecer marcado por el odio. Y esta “encarnación” se realiza en una modalidad original: pone de relieve una valiente intercesión cuyos prolegómenos están en la astucia de Mardoqueo, quien sabe aprovechar el encanto femenino para seducir al rey7. Aquí se manifiesta la fuerza de la seducción como un arma que se dirige al corazón. La decisión de Ester de presentarse ante el rey sin el debido permiso –acto penado con la muerte– es el punto cúlmine de la historia:
Ester 5. 1a: “Al tercer día, y una vez acabada su oración, se despojó de sus vestidos de orante y se vistió de reina. Recobrada su espléndida belleza, invocó a Dios, que vela sobre todos y los salva. Luego, tomando a dos siervas, se apoyó suavemente en una de ellas, mientras la otra la seguía alzando el ruedo del vestido. 1b: Iba resplandeciente, en el apogeo de su belleza, con rostro alegre como de enamorada, aunque su corazón estaba oprimido por la angustia. 1c: Franqueando todas las puertas, llegó hasta la presencia del rey. Estaba el rey sentado en su trono, revestido de las vestiduras de las ceremonias públicas, cubierto de oro y piedras preciosas y con aspecto verdaderamente impresionante. 1d: Alzando su rostro, resplandeciente de gloria, lanzó una mirada tan