El bronce supuso una mejora en la calidad de las herramientas, pues las hizo más resistentes a los esfuerzos. Su facilidad de licuarse y moldearse permitió la fabricación de innumerables objetos de uso común por medio de moldes, como vasos, calderos y toda clase de recipientes de uso cotidiano y religioso. Otra particularidad del bronce es que permitía afilar útiles como hachas, cuchillos o cinceles.
Los útiles de bronce revolucionaron también técnicas como la carpintería, propiciando la creación de azuelas, martillos y cinceles, o la agricultura, con la fabricación de azadas y hoces.
Además, la necesidad de encontrar yacimientos de estaño para fabricar bronce favoreció la exploración de territorios y la navegación y, con ello, el nacimiento de nuevas rutas comerciales.
Técnicas metalúrgicas en la Antigüedad
Los distintos lugares del mundo donde se inició la metalurgia desarrollaron técnicas en el fondo iguales pero lógicamente con algunas diferencias. Los primeros trabajos sobre metal, todavía dentro de la Edad de Piedra, empleaban precisamente piedras para darles forma, por lo tanto cabe imaginar que los trabajos eran meramente de conformado por golpes y quizá de doblado y hasta cizallado por el mismo procedimiento. De hecho estos primeros trabajos tuvieron poca repercusión en el desarrollo de estas sociedades por la escasez del material. Los objetos realizados eran sobre todo ornamentales y no tanto funcionales, aprovechando las cualidades del metal de brillo y plasticidad. Pese a esta modesta producción y con las debidas reservas, si podemos hablar que estos trabajos eran el inicio de la metalurgia.
Ahora bien, todavía deberían transcurrir miles de años antes de que el ser humano fuese capaz de conocer los minerales que contenían el cobre y luego, una vez localizados, separar la mena de la ganga, es decir el metal del detrito, por medios mecánicos y calor, proceso que se denomina reducción. Restos de esta actividad se han hallado en Irán datados hacia el 4000 a.C. Sin embargo, persiste una razonable duda entre los especialistas de si en un período algo anterior, entre el 5000 y el 4000 a.C., en Mesopotamia se logró fundir cobre e introducir en moldes, hito técnico notable ya que este metal tiene una temperatura de fusión de 1083 ºC
Entre el 4000 y el 2000, prácticamente todas las culturas conocen la fundición y también las aleaciones, primero de cobre al arsénico, que en realidad era una impureza que mejoraba la dureza del cobre, y luego con el estaño. Desde el punto de vista técnico, se fue dominando la fusión –un gran capítulo de la metalurgia que no se trata en este libro– y con ello la confección de moldes y el vertido y comportamiento del metal fundido dentro de ellos. Pero también el empleo de herramientas metálicas evolucionó sobremanera la invención y fabricación de toda clase de artículos metálicos de todo tipo de usos (armamento, ornamentación, herramientas y útiles domésticos, etc.) como nos descubre la arqueología. Hacia el 2000 a.C., en lo que en Europa occidental se considera el período del Bronce Antiguo, los artesanos del metal podían efectuar trabajos complejos de martillado (en plancha, en hilo), técnicas de embutido, de remachado, incrustación y engaste. Con ello abordaban trabajos de repujado –posiblemente la técnica de decoración más antigua–, de grabado y de recortado. De ello se deduce que se disponían de herramientas para golpear, para sujetar, para medir y para cortar que no eran tan diferentes en la forma de las actuales. A partir del período llamado Bronce medio ya se empezaron a conocer técnicas de soldadura por medio de las aleaciones, es decir la soldadura blanda.
También cabe destacar los trabajos similares en los metales considerados nobles (oro y plata), que si bien no son objeto de este libro por pertenecer al campo de la orfebrería, si que comparten muchas de las técnicas y herramientas de la metalurgia. Muy notables son los objetos y joyas de muchas civilizaciones, en este campo incluso las de América, por el dominio de los materiales y los acabados, la belleza de sus diseños y la creatividad. Destacan entre ellos los trabajos de repujado en oro hechos por los egipcios de máscaras funerarias y objetos de culto.
Esquema cronológico de los inicios de la metalurgia en distintas partes del mundo.
Finalmente, la metalurgia entró en su plenitud con la Edad del Hierro, el metal más abundante y asequible, con la salvedad de que se precisan alcanzar los 1535 ºC para lograr su fusión y por ello la humanidad tuvo que perfeccionar los hornos de fundición de mineral. Entre el 2000 y el 500 a.C. todas las civilizaciones del Viejo Mundo supieron trabajar el hierro, con la salvedad del África tropical y ecuatorial. En América, fueron plenamente los españoles y acaso los vikingos quienes introdujeron la técnica de trabajar el hierro en este continente.
Pese a una amplia y hasta sofisticada fabricación de objetos de hierro en las grandes civilizaciones del Mundo Antiguo, todavía tardarían siglos en lograrse el refino del metal para fabricar acero, primero en cantidades modestas y luego a gran escala a partir del siglo XIX.
Cabeza de Horus, el dios halcón de los egipcios, donde se destaca la maestría de esta civilización en el trabajo de metal repujado de la cabeza, en este caso de oro. Dicha cabeza fue realizada a partir de una plancha embutiéndola y estirándola por golpeo hasta los mínimos detalles sin que haya soldadura ninguna.
Edad del Hierro
La Edad del Hierro empieza hacia el II milenio a.C., y los primeros en utilizar este material fueron los hititas, pueblo de la zona de Anatolia. A partir de ellos, siglos después entraría todo el mundo antiguo en esta Edad. Las dificultades técnicas que presenta la transformación de los minerales de hierro hizo retrasar su uso, teniendo en cuenta que hacía 5000 años que la humanidad estaba en contacto con los metales.
El cobre, por ejemplo, puede fundirse en un horno primitivo accionado por un soplete de boca o por un fuelle, y alcanzar temperaturas de hasta 1100 °C. Por el contrario, para fundir el hierro es necesario alcanzar temperaturas superiores a los 1700 °C, para lo cual hubo que inventar hornos más complejos.
Otra diferencia es que el cobre o el bronce pueden trabajarse en frío, incluso con herramientas de piedra, gracias a su maleabilidad a temperatura ambiente. En cambio, el hierro es muy tenaz y para volverlo maleable debe calentarse hasta ponerlo al rojo vivo. Por este motivo, los metalistas de la época tuvieron que inventar pinzas o tenazas que les permitieran manipular el metal incandescente y yunques más resistentes para trabajarlo, lo cual representó una auténtica innovación tecnológica.
Por otro lado, el mineral de hierro es muy abundante en la superficie de la corteza terrestre. Este hecho favoreció, junto con la abundancia de bosques donde se elaboraba el carbón vegetal necesario para el tratamiento del mineral de hierro, la expansión de la siderurgia por el Próximo Oriente y la cuenca del Mediterráneo.
La metalurgia del hierro pronto fue difundida desde las regiones pioneras del Próximo Oriente, Chipre y el Egeo por los griegos en el siglo VIII a.C. en Sicilia e Italia, o por medio de las actividades comerciales de los fenicios por todo el Mediterráneo.
En general, el hierro posee grandes ventajas respecto a otros metales como el bronce o el cobre; por ejemplo, que el mineral del cual se extrae es más abundante y fácil de encontrar. Las herramientas de uso cotidiano y las armas son más resistentes y duraderas que las de cobre o bronce, que se rompían al chocar debido a su fragilidad. Con hierro se construyeron infinidad de objetos y herramientas destinados a la actividad agraria como rejas para arados, arneses de carros, guadañas y hoces. También se hicieron espadas, puntas de lanza, escudos, bridas para caballos y yelmos más resistentes. El conocimiento de la metalurgia del hierro contribuyó en gran medida al progreso y a la expansión socioeconómica de las civilizaciones antiguas.
Los egipcios empleaban el hierro además de para fabricar armas para construir