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N.º 415 - marzo 2021
© 2008 Margaret Mayo
Tórrida pasión
Título original: The Italian’s Ruthless Baby Bargain
© 2009 Cathy Williams
Alma de fuego
Título original: Ruthless Tycoon, Inexperienced Mistress
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Estos títulos fueron publicados originalmente en español en 2009
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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I.S.B.N.: 978-84-1375-158-0
Índice
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Capítulo 1
DESDE que Penny miró a Stephano Lorenzetti a los ojos supo que estaba metida en un buen lío. Nunca había visto unos ojos de un marrón tan intenso, unas pestañas tan largas y brillantes, o unas cejas tan oscuras y sedosas. Su mirada era tan penetrante que daba la impresión de que le desnudaba el alma; como si intentara averiguar qué clase de persona era antes incluso de que dijera nada.
Le fue imposible ignorar el torrente de sensaciones que le corría por las venas; el sofoco que sintió de pronto, o la repentina e inusual sensación de alarma. Sin embargo, no era más que una impresión suya. Aparte de eso, Stephano Lorenzetti era un hombre muy sexy.
–¿Señorita Keeling?
También tenía una voz grave y sensual. Penny pensó que todo en él despertaba unos sentimientos que llevaba mucho tiempo dominando.
Penny asintió, porque no confiaba mucho en que le saliera la voz. Se dijo que no recordaba haber sentido emociones tan fuertes nada más conocer a una persona; sobre todo sabiendo que iba a trabajar para él. ¡Qué tontería por su parte!
–Tiene lengua, ¿verdad? –preguntó él con un leve retintín, acompañado de una expresión ceñuda.
¡Madre mía, qué ojazos…!
Sin embargo, su pregunta y el tono tuvieron el efecto deseado, y Penny despertó de su ensoñación y recuperó la compostura.
–Sí, soy la señorita Keeling.
Penny se puso derecha, pero él le sacaba casi una cabeza.
–¿Mira a todos sus jefes como si fueran de otro planeta?
Penny no sabía si estaba de broma o en serio; de todos modos, intentó tranquilizarse.
–No suelo, señor Lorenzetti.
–Así que soy una excepción. ¿Hay alguna razón para eso?
No sólo era un bombón, sino que además hablaba inglés con un atractivo acento italiano. Mientras se estremecía de emoción, Penny se preguntó si sería aconsejable trabajar para un hombre que la afectara de tal modo, incluso