El silencio se apoderaba de la casa, pero no el silencio de papel de seda de las noches dulces y tranquilas, ese silencio con carbón nocturno que saca las copias de los sueños dichosos, más leve que el pensamiento de las flores, menos talco que el agua... El silencio que ahora se apoderaba de la casa y que turbaban las toses del general, las carreras de su hija, los sollozos de la sirvienta y un acoquinado abrir y cerrar de armarios, cómodas y alacenas, era un silencio acartonado, amordazante, molesto como ropa extraña.
Un hombre menudito, de cara argeñada y cuerpo de bailarín, escribe sin levantar la pluma ni hacer ruido —parece tejer una telaraña:
Excelentísimo Señor Presidente Constitucional de la República, Presente.
Excelentísimo Señor:
Conforme instrucciones recibidas, síguese minuciosamente al general Eusebio Canales. A última hora tengo el honor de informar al Señor Presidente que se le vio en casa de uno de los amigos de Su Excelencia, del señor don Miguel Cara de Ángel. Allí, la cocinera que espía al amo y a la de adentro, y la de adentro que espía al amo y a la cocinera, me informan en este momento que Cara de Ángel se encerró en su habitación con el general Canales aproximadamente tres cuartos de hora.Agregan que el general se marchó agitadísimo. Conforme instrucciones se ha redoblado la vigilancia de la casa de Canales, reiterándose las órdenes de muerte al menor intento de fuga.
La de adentro —y esto no lo sabe la cocinera— completa el parte. El amo le dejó entender —me informa por teléfono— que Canales había venido a ofrecerle a su hija a cambio de una eficaz intervención en su favor cerca del Presidente.
La cocinera —y esto no lo sabe la de adentro— es al respecto más explícita: dice que cuando se marchó el general, el amo estaba muy contento y que le encargó que en cuanto abrieran los almacenes se aprovisionara de conservas, licores, galletas, bombones, pues iba a venir a vivir con él una señorita de buena familia.
Es cuanto tengo el honor de informar al Señor Presidente de la República...
Escribió la fecha, firmó —rúbrica garabatosa en forma de rehilete— y, como salvando una fuga de memoria, antes de soltar la pluma, que ya le precisaba porque quería escarbarse las narices, agregó:
Otrosí. Adicionales al parte rendido esta mañana: Doctor Luis Barreño: visitaron su clínica esta tarde tres personas, de las cuales, dos eran menesterosos; por la noche salió a pasear al parque con su esposa. Licenciado Abel Carvajal: por la tarde estuvo en el Banco Americano, en una farmacia de frente a Capuchinas y en el Club Alemán; aquí conversó largo rato con Mr. Romsth, a quien la policía sigue por separado, y volvió a su casa-habitación a las siete y media de la noche. No se le vio salir después y, conforme instrucciones, se ha redoblado la vigilancia alrededor de la casa. —Firma al calce. Fecha ut supra. Vale.
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