El reporte de competitividad 2001-2002, donde Finlandia llega al primer lugar, también destaca que se llegó a un alto nivel de competitividad y al mismo tiempo de equidad social, ubicando los primeros puestos en equidad en educación y salud, además de una buena posición en los índices de cumplimiento de la ley y corrupción (McArthur y Sachs, 2002). Finlandia parece haber dado el increíble salto de pasar de depender de su industria forestal –recursos naturales– directamente a la innovación.
Otros países que han dado grandes saltos cuantitativos y cualitativos en su crecimiento, en base a las tecnologías son Taiwán y Corea del Sur, que han aumentado su competitividad gracias a grandes inversiones en infraestructura y capacidades tecnológicas, ubicándose entre los diez primeros en innovación a nivel mundial. Noruega y Nueva Zelanda también son países que han invertido fuertemente en tecnología durante los últimos años, y con esto han recuperado el terreno que estaban empezando a perder en materia de innovación, en relación a su situación durante las últimas décadas.
Irlanda, que en los años setenta tenía un PIB per cápita similar al chileno, actualmente lo cuadruplica. Aunque tienen ciertas ventajas, como una ubicación geográfica privilegiada y el hecho de hablar inglés, las claves fueron un excelente sistema de educación, financiado en su totalidad por el Estado, y la atracción de inversión mediante fuertes rebajas tributarias (Lavín, 2007). La gran cantidad de inversión que se atrajo, además de crecimiento, les ha permitido a través de industrias de alta tecnología como la farmacéutica entrar al grupo de “economías núcleo”. Pero su capacidad estructural de innovación no es todavía coincidente con el gran aumento en los ingresos y los costos de vida que ha tenido lugar, por lo que de no dar el salto definitivo podrían estancarse (McArthur y Sachs, 2002).
Algo parecido pasa con Hong Kong y Singapur, han entrado al “núcleo” pero están en el límite entre ser buenos absorbedores de inversión y conocimiento y ubicar a la innovación como su principal fuente de crecimiento, lo que muestra que ni siquiera estas naciones que han dado grandes saltos económicos tienen el camino totalmente recorrido.
Al mirar en detalle el índice de competitividad, se puede ver que todas estas economías superan a Chile en las tres áreas: tecnología, instituciones y ambiente macroeconómico. Sólo en instituciones públicas Chile se ubica cerca del último del grupo en esa área (Irlanda, a 3 posiciones); en ambiente macroeconómico Chile está a 6 posiciones de Taiwán; y en tecnología, a 9 de Hong Kong y 14 de Irlanda, las peores del grupo en ese aspecto. El siguiente de abajo hacia arriba en el ranking de tecnología es Singapur, coincidentemente otra de las economías que todavía no logran despegar totalmente, mostrando que este es un esfuerzo en varias etapas, donde la clave parece ser la capacidad tecnológica.
Es posible llegar a conclusiones similares observando otro indicador, el Índice de Economía del Conocimiento del Banco Mundial (figura 3.4). Como se ha hablado a lo largo del capítulo y se verá con el desarrollo del trabajo, no sólo las condiciones macroeconómicas son importantes, sino también la educación, la infraestructura tecnológica y la capacidad de un país de innovar. Estos cuatro componen este índice desarrollado por el Banco Mundial, que muestra cómo Latinoamérica está bajo el promedio mundial, y Chile por sobre este, pero se ve la diferencia que hay con Irlanda en innovación, educación y tecnología, la que es mayor todavía con Finlandia, que a diferencia de Irlanda, ya se convirtió plenamente en una economía impulsada por la innovación.
Figura 3.4. Índice de Economía del Conocimiento para Finlandia, Irlanda, Chile, y los promedios del mundo y Latinoamérica. Fuente: (Banco Mundial, 2007).
Además de caracterizarse por altas tasas de innovación, otro factor que se manifiesta en las sociedades desarrolladas es que están más avanzadas en los temas relacionados con la “Sociedad del Conocimiento”. Sin embargo, tal como ocurre con otras de las relaciones que se estudiarán, no sólo es complicado, sino muchas veces imposible asignar relaciones causales simples, por la inherente interrelación de los distintos conceptos y la naturaleza sistémica de estos fenómenos. ¿Qué significa esto? Que no se está diciendo que el ser sociedad basada en el conocimiento sea una causa ni un resultado del desarrollo ni de la innovación, sólo es posible decir que son cosas que van juntas; las sociedades desarrolladas parecen ser al mismo tiempo sociedades del conocimiento13. Qué ocurre antes (la dirección de causalidad) es algo que habría que estudiar en cada caso, pero en términos normativos es claro que deben tomarse medidas estratégicas tendientes al establecimiento de Sociedades del Conocimiento.
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