Monsil. Jeong-saeng Kwon. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jeong-saeng Kwon
Издательство: Bookwire
Серия: Colección literatura coreana
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9786077640943
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señora Milyang se levantó rápidamente y ayudó a Monsil, que no podía levantarse. La rodilla de la pierna izquierda estaba volteada y rota.

      Monsil gritó una vez más y quedó en silencio. La verdad es que se había desmayado.

      La señora Milyang la abrazó y la arrastró hasta la cocina. Le dio agua, la sacudió, y tocaba su pierna cuidadosamente. Esperaba que Monsil despertara, pues la abuela que estaba en el cuarto de al lado y el señor Kim en el cuarto principal, no les hacían caso y habían cerrado las puertas.

      Oscurecía. La señora Milyang no podía preparar la cena, ni la comida de la vaca en el establo. En la oscuridad de la cocina temblaba abrazando a Monsil sin importarle el frío.

      —Monsil, Monsil…

      La señora Milyang le acariciaba las mejillas y le tocaba el pecho, esperando impacientemente que Monsil despertara.

      El cuarto estaba silencioso. No se escuchaba el lloriqueo de Young-deuk, que tal vez se había quedado dormido en la espalda del señor Kim.

      La noche avanzaba.

      De repente, de la boca de Monsil salió un débil gemido. El gemido creció y por fin Monsil abrió los ojos.

      —Mamá —dijo, pero luego gritó—: ¡Ayyy, ayyy!

      —Monsil, ¿qué pasó? ¿Dónde te duele? —preguntó la señora Milyang dándole palmaditas en el cuerpo.

      —La pierna… la pierna…

      La señora Milyang tocaba la pierna izquierda de Monsil, percatándose de que estaba hinchada, aunque no veía nada.

      —Monsil, aguanta. Si haces ruido, tu papá te va a regañar.

      Monsil aguantaba el dolor con mucho esfuerzo, tragándose sus lágrimas. El dolor era insoportable y sollozaba quedamente, arrimándose al pecho de su madre.

      Así pasaron la noche en blanco Monsil y su mamá, sentadas en el suelo de la cocina.

      Cuando amaneció, la señora Milyang abrió vacilante la puerta del cuarto principal con Monsil en brazos. El señor Kim dormía y a su lado estaba Young-deuk. La señora Milyang, sin hacer ruido, la acostó a un lado.

      Con el ruido, el señor Kim despertó. Levantó un poco la cara para ver qué sucedía, pero no dijo nada. Se levantó lentamente y salió abriendo la puerta. Poco después se oyó que encendía el fuego en el bracero. Pareció que preparaba la comida para la vaca.

      La señora Milyang por fin se tranquilizó. Sabía que el enojo del señor Kim más o menos había pasado. Dejó a Monsil acostada en el piso y abrazó suavemente a Young-deuk, que dormía tranquilamente. Young-deuk agitó los brazos e hizo una mueca. Ella le dio el pecho lleno de leche; el bebé empezó a mamar.

      La señora Milyang preparó el desayuno, preparó la mesita como antes y desayunó con la abuela. Ésta comía como si nada hubiera ocurrido. El señor Kim no dijo nada en especial. Parecía que no les importaba la pierna herida de Monsil. De verdad, era como si nada hubiera ocurrido.

      Mientras desayunaban, Monsil se tragaba sus lágrimas en la esquina del cuarto. La abuela no se preocupaba por ella y tampoco el señor Kim la miraba, y esto la hizo sentirse aún más triste. Monsil se moría de dolor. Quería llorar a gritos, pero no podía. Esperaba que alguien la consolara, pero nadie lo hacía. La señora Milyang tenía miedo y miraba de reojo al señor Kim y a la abuela.

      Monsil pensaba que era mejor morir.

      Cuando quitó la mesita del desayuno, la señora Milyang le trajo arroz con caldo.

      —Monsil, toma aunque sea un poco.

      —No quiero.

      Monsil no quería comer nada.

      Monsil tuvo que estar en cama durante un mes. Después de ese tiempo pudo levantarse maravillosamente bien, pero la pierna de Monsil no estaba como antes, estaba tiesa y deforme.

      Monsil estaba coja. La pierna izquierda era una media cuarta más corta que la derecha.

      Estaba feliz por el solo hecho de poder caminar, a pesar de cojear y pasar los días muy ocupada lavando platos, ropa y haciendo mandados.

       3. Separada de su madre

      De los amigos que la visitaban, Monsil quería más a Sun-dok, cuya abuela tenía un peral en su casa. Vivía en una choza pequeña con su abuela; era traviesa, pero buena.

      Con el onbegi de ropa en la cabeza, Sun-dok la llamó:

      —Mooonsil, Mooonsil.

      —¿Qué?

      —¿No vas a lavar?

      —Sí, vamos juntas.

      A Monsil le gustaba ir a lavar ropa con Sun-dok.

      —Lavas mejor que yo —dijo Sun-dok observando la destreza con que desaguaba una y otra vez con agua limpia y exprimía los pañales.

      —No, tú eres mejor que yo.

      Habían pasado dos años desde su llegada a Detgol. De repente, Monsil miró hacia el camino de la cumbre y se hundió en sus pensamientos. “¿Podría llegar hasta mi verdadero padre si cruzara la cumbre y tomara el tren?” Pensaba en su padre, que había venido a buscarla el invierno pasado y regresado sin verla. Su apariencia era más miserable que cuando vivían juntos. Su padrastro, el señor Kim, enojado por esa visita, la había dejado coja.

      —Monsil, regresemos ya —dijo Sun-dok poniendo la ropa en el onbegi.

      —Quedémonos más tiempo.

      —Si te regañan, ¿qué vas a hacer?

      —¿Estará bien si jugamos un poco más?

      Monsil permanecía sentada.

      —¿Por qué lloras? Tienes lágrimas en los ojos —le dijo Sun-dok mirándole la cara con atención.

      —No quiero vivir en Detgol —empezó a llorar y las lágrimas rodaban.

      —¿Qué vas a hacer si no quieres vivir en Detgol? —en los ojos de Sun-dok también había lágrimas.

      —Quiero vivir en el pueblo de Salgang, donde vivía antes con mi madre.

      —¿Es donde vive tu verdadero papá?

      —Sí. Creo que ya habrá ganado mucho dinero y comprado casa y mucha comida —esto se le ocurrió sin saber porqué.

      —Si