La Sombra de Anibal. Pedro Ángel Fernández de la Vega. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Pedro Ángel Fernández de la Vega
Издательство: Bookwire
Серия: Historia
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788432320064
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censo –tarea fundamental de los censores–, elaborado por Flaminio y Emilio Papo, no solo fue útil para el lustro entrante, sino que además se tomaría como referencia en la siguiente censura, en el año 214, para asignar una tributación excepcional que se requirió a la ciudadanía con la que hacer frente a los gastos excepcionales de la guerra anibálica (Liv. 24, 11, 7; Fernández Vega, 2015: 23). Así que el registro censal de Flaminio y Papo tendría unos efectos de duración anormalmente prolongada –un lustro más– y ciertamente indeseable: cargas tributarias acrecentadas.

      LA VÍA FLAMINIA

      El cargo de censor fue especialmente aprovechado por Cayo Flaminio. La gestión de su colega resultó eclipsada. Flaminio, político más popular, logró dejar dos obras públicas de la mayor relevancia que inmortalizaron su memoria en Roma y el territorio itálico. Por un lado, la vía Flaminia, una arteria de comunicación con el norte hacia la costa adriática, que por el momento unió Roma con la ciudad de Rímini –Ariminum–, y que por tanto se convirtió en el cordón umbilical que mantenía enlazados a los ciudadanos asentados como colonos en el ager Gallicus, repartido por Flaminio unos años antes en la controvertida reforma agraria, con la Urbe. Prácticamente de inmediato, a lo sumo en el 218, se iban a fundar en la región central del Po, a los pies de los Alpes, dos colonias nuevas en Placentia y Cremona asentando en cada una de ellas a seis mil colonos con sus familias (Polib. 3, 40, 3-5; Liv. 21, 25, 3-5). Hacia allí iba a derivar la vía. Por tanto, respondía a una estrategia imperialista de penetración y pacificación de una amplia región.

      ¿Fue iniciativa de Flaminio o institucional? No se puede dilucidar si ya se había planeado antes por parte del senado, y si Flaminio actuó como censor con directrices programadas, dado que ya conocía la zona por su campaña militar como cónsul (Staveley, 1989: 436). Cabe la posibilidad de que, de nuevo, de manera brillante en el marco de un programa reformista, tomara la iniciativa, aunque requería respaldo institucional, pues la vía seguramente fue abierta por las legiones, y consta que ya estaba operativa en el 217: fue construida en menos de dos años (Liv. 22, 11, 5). Sea como fuere, el programa reformista agrario, se completaba magistralmente con una arteria que salía del Capitolio por la puerta Fontenaria, hacia el Adriático y los valles alpinos y había vertebrado el territorio con la capital, a los ciudadanos colonizadores con su metrópoli. Los movimientos de tropas romanas serían mucho más rápidos, pero también lo serían para las tropas de Aníbal.

      EL CIRCO FLAMINIO

      Además, a Flaminio se le atribuye la creación del segundo circo de Roma, el que lleva su nombre. Livio y Festo coinciden al respecto, aunque si bien Livio se lo reconoce como mérito de la censura, Festo lo adscribe a su consulado del 223 (Liv. Per. 20; Fest. 792). Cabría pensar que pudo iniciarlo como cónsul e inaugurarlo como censor (Coarelli, 1997: 363), pero las obras públicas relevantes pasarán a formar parte de manera acostumbrada de las iniciativas de los censores que asignan presupuestos y concesiones públicas.

      La función inicial o más contrastada de un circo consistía en servir de hipódromo o de gran explanada para las carreras de carros, como puede percibirse aún hoy en el Circo Máximo, el más antiguo de Roma, y por ello Varrón relaciona el término circum con el giro alrededor de un punto de referencia donde se da la vuelta (Lengua Latina 5, 154). En el circo se celebraban los juegos, y de hecho Varrón relaciona el Circo Flaminio con los juegos Taurios, de periodicidad quinquenal, aunque será sobre todo recordado por los juegos Plebeyos. Los juegos –ludi– consistían en certámenes de varias jornadas con espectáculos teatrales, competiciones atléticas o carreras de carros. Se abrían con un desfile, una pompa inaugural presidida por el editor y que adoptaba un sentido ritual muy codificado. Los ludi anuales se utilizaron sistemáticamente como herramienta de propaganda al servicio de las carreras políticas de los magistrados, especialmente de los ediles, aunque se iba a imponer en las décadas siguientes la estrategia de los juegos votivos, excepcionales y no periódicos, irrepetibles, que habían sido supuestamente prometidos a los dioses por los cónsules durante las campañas militares, a modo de acción de gracias por las victorias bélicas.

      Aunque la memoria histórica le atribuye a Flaminio la creación del circo, sin embargo, otra duda planea sobre la atribución: la posibilidad de que no hiciera más que una habilitación de escasa envergadura constructiva de un espacio en un campo que estaba ubicado en la periferia urbana de Roma, denominado Campo Flaminio (Varrón Lengua Latina 5, 154). Si se atiende a Livio, en fechas remotas, en el año 449, se celebró allí una asamblea de la plebe –concilium plebis– al final de uno de los episodios que enfrentaron a los plebeyos con los patricios en defensa de sus reivindicaciones, protagonizando una secesión o abandono de la ciudad mediante la retirada a la colina del Aventino (Liv. 3, 54, 15). Y Livio indica que ocurrió en los prata Flaminia que han pasado a ser conocidos como Circo Flaminio. Cabe la posibilidad de que se tratara de terrenos en manos del colegio sacerdotal de los flámines anteriormente, y de ahí derivara su nombre (Steinby, 2012: 88; Grandazzi, 2017: 375). En todo caso, la denominación y la memoria del circo quedaron en adelante asociadas de manera indeleble a Flaminio y a una tradición social eminentemente plebeya, tanto por la historia previa, como por la renovación anual en el lugar de los ludi Plebeii (Val. Max. 1, 7, 4). Los juegos Romanos por el contrario, se desarrollaban en el Circo Máximo (Coarelli, 1997: 374). Se acepta de hecho que los juegos Plebeyos fueron instituidos por Flaminio en el año 220, o bajo su ámbito de influencia (Scullard, 1973: 24; Bernstein, 2007: 226; Rüpke, 2010: 225), de manera que habría creado tanto la infraestructura –el circo– como una programación estable –los ludi Plebeii–, fijando que mantuvieran una periodicidad anual. ¿Puede idearse una iniciativa más genuinamente popular?

      El circo se ubicaba extramuros, cerca del Tíber en el sur del Campo de Marte, dominado por el Capitolio. Pero no se ha localizado un equipamiento habilitado como tal, quizá porque el graderío fue en material perecedero o en forma de tribunas desmontables. Seguramente se trató más bien de un gran espacio oval cercado en el antiguo campo Flaminio (Wiseman, 1974; Humphrey, 1986: 544). Aunque el equipamiento no fuera de una gran envergadura constructiva, el éxito de la iniciativa fue mayúsculo a los efectos de hacer cristalizar el recuerdo de Flaminio como censor y en definitiva como político memorable. Y todo ello lo consigue dejando en el olvido de los tiempos a L. Emilio Papo, su colega patricio en la magistratura censoria en aquel año 220. Los logros –una vía y un circo– constituyen realidades tangibles y materiales, pero encierran un sesgo fundamental: son eminentemente plebeyas, como lo fue su promotor. La vía se asociará al proceso de colonización y a la distribución de tierras públicas a la plebe por iniciativa del propio Flaminio, y el circo se habilitó en un área de expansión urbana de connotaciones plebeyas desde antaño, como los juegos mismos, que cada año replicarían de manera indirecta su memoria. Sobre la zona, la ciudad iría, a lo largo de la centuria siguiente, creando nuevos equipamientos religiosos y cívicos, y el espacio se integraría dentro del tejido urbano conservando el recuerdo de Flaminio, el memorable magistrado plebeyo.

      FLAMINIO CONTRA EL SENADO: LA LEX CLAUDIA

      Cayo Flaminio había culminado, en principio, su carrera política, tanto por lograr desempeñar la censura, como por ejercerla de manera brillante y memorable. Había sido nombrado, en el año 220, después de iniciarse el año político el 15 de marzo, para una magistratura que, por la encomienda de la realización del censo, una actividad lenta, prolongaba su duración durante año y medio. Finalizaba por tanto su mandato en otoño del año 219. En las semanas siguientes fueron designados los nuevos tribunos de la plebe para el año 218, y tomaron posesión quizá en diciembre (por analogía con la toma de posesión del año 185 según Liv. 39, 52, 4). Con uno de ellos y en concreto con una de sus propuestas de plebiscito, Flaminio, investido de toda la fama de su recién terminada censura, convergió de un modo inolvidable para la historia. Se trató de Quinto Claudio quien sacó adelante en plebiscito una ley polémica que iba a poner en contra a toda la clase política representada en el senado.

      Según Livio, a Flaminio «le tenían ojeriza los senadores a causa de la nueva ley que el tribuno de la plebe Quinto Claudio había hecho aprobar, con el senado en contra, contando únicamente con el apoyo de un senador, Cayo Flaminio» (Liv. 21, 63, 3; Shatzman, 1975: 99 y ss.; Davenport, 2019: 44). Las afirmaciones rotundas, como esta, deben tomarse con cautela, pero tampoco podrían descartarse de manera taxativa