En mis largas charlas con Ison hubo un poco de todo. Dudas sobre la vida, el Universo, negativas a contestar preguntas personales y omisiones a otras cuestiones que, según él –utilizo el artículo masculino por la palabra cometa–, yo no estaba preparada para conocer.
Esos últimos meses del año avancé muchísimo con las meditaciones y poco a poco fui abriendo la glándula pineal. Eso me ayudó a poder visualizar en el centro de mi frente imágenes que no llegaba a entender. Todo apuntaba a que mi tercer ojo, así lo llaman, se estaba despertando. Había oído hablar mucho sobre él; los hindúes, a los que siempre he considerado mucho más avanzados espiritualmente, se pintan en la frente el punto rojo donde se encuentra el tercer ojo. Hay muchas maneras de referirse a él, pero yo utilizaré este término. Con él podía viajar y llegar a visualizar nuevas dimensiones que con los ojos físicos no podía.
Tengo que hacer un paréntesis para subrayar que no consumo ni consumía ninguna droga, ni estaba medicándome con ninguna sustancia que alterara mis percepciones. Y en esos años anteriores, cuando acudí a la psicóloga, ella siempre me había considerado una persona que no padecía ningún desequilibrio mental que alterara mis percepciones.
Volviendo a lo que os contaba del tercer ojo, la mayoría de las veces necesitaba preguntar a Ison qué significaban todas esas imágenes que aparecían en mi mente, pero él me insistía en que tenía que descubrirlas yo misma.
Fue en esas visualizaciones cuando me dijo que iba a estar ausente una temporada. No sabía cuánto pero también me tranquilizaba diciéndome que no iba a estar sola. Yo en esos días me preguntaba si volvería a hablar con él. Noté un vacío terrible y lo viví como una ruptura o separación.
Ese mes avancé con las pruebas médicas y me concentré en ellas. Conseguí hacerme la biopsia y por suerte me confirmaron que los miomas no eran malos. Ahora tocaba recuperarme para más adelante poder operarme.
Pasaron más o menos quince días cuando recibí la visita de un nuevo ser. En este caso le llamo ser porque tenía claro que era un ser de luz. Era un ser de luz que había vivido en la Tierra y que ahora estaba guiando y enseñando a la gente.
5. Lemuria
En el denominado «Bosque de Piedra» de Juli, Puno en Perú, se encuentra una puerta llamada Aramu Murú, o también Hayu Marca, «Ciudad de los Espíritus» o «Puerta de los Dioses». Esta puerta tiene muchas leyendas, pero el ser de luz que me acompañaba tenía ese mismo nombre, Aramu Muru.
Las leyendas hablaban de él como si fuera un chamán, un sacerdote y muchas más cosas, pero según él todos tenían algo de razón. Yo no conseguía entender cómo podía haber sido humano en diferentes épocas y países. Según las leyendas del imperio inca, Aramu Muru era un indio inca que practicaba diferentes rituales en su tribu para poder conectar con los ancestros y los espíritus. Era como un chamán y la mayoría de las veces conseguían entrar en trance; así se comunicaba con sus dioses.
Aramu Muru me hablaba de su pasado como sacerdote en una ciudad muy grande y avanzada en la que vivió. Esa ciudad se llamaba Mu y se encontraba en Lemuria. Hoy en día no existe, pero muchas veces hemos oído hablar de ella y yo había leído y visto muchas películas de ficción sobre esas tierras desconocidas. Siempre había pensado que eran fruto de la imaginación de los escritores, aunque no dejaba de preguntarme de dónde sacaban esas ideas tan maravillosas.
Lemuria, para los que no lo sabéis, es el nombre de un antiguo continente que fue bautizado así por unos científicos franceses, pero especialmente por el geólogo inglés Philip Sclater, al que le extrañaba que hubiera lemures tanto en la India como en el sur de África y por ello pensaba que debía haber otro continente que se había perdido en el fondo del Océano Índico.
Aramu Muru me enseñó mucho sobre su tierra. Mu era la ciudad de Lemuria, un continente inmenso en el que África y Asia estaban unidos. Hubo una gran parte de Lemuria que se hundió bajo el mar, pero la otra parte evolucionó y se convirtió en la gran Atlántida, una isla mítica mencionada y descrita en los diálogos Timeo y Critias del filósofo Platón. Eso sí, en este caso en el Océano Atlántico. El poderío de la Atlántida fue tal que llegó a dominar el oeste de Europa y el Norte de África hasta ser detenida por la ciudad de Atenas.
Más adelante la Atlántida también se hundiría y hoy en día algunos investigadores siguen buscándola.
Curiosamente, Aramu Muru había vivido en la ciudad de Mu de Lemuria. Me dijo que había sido derruida, pero no hundida. Esa ciudad que hace tiempo fue de Lemuria hoy forma parte de Asia y la conocemos con el nombre de Birmania.
Toda Birmania era la antigua Mu de Lemuria, una ciudad que crecía en esas tierras y rocas que todavía hoy podemos pisar. De norte a Sur: Mandalay, Monte Popa, Lago Inle, Bagan, Yangón y Shwedagon.
Aramu Muru y otros seres de luz están intentando comunicarse con muchos de nosotros para que todos nos unamos y con nuestras vibraciones podamos conseguir elevar esas tierras hundidas y perdidas de Lemuria y la Atlántida. Desde el sur de América hasta la zona de Asia y un poco de Europa, están esperando que algún día puedan salir a flote.
Ellos, los seres de luz, intentan conectarse con nosotros para mover esas tierras, pero necesitan de más energía para llevar este propósito a cabo, y la unidad, el amor y nuestra voluntad son primordiales para conseguirlo.
6. Agartha
La comunicación con Aramu Muru me había parecido impresionante por ser la primera vez en que era consciente de lo que me estaban enseñando y guiando. Muchos de nosotros tenemos la oportunidad de aprender cosas que pensamos que han aparecido en nuestras vidas por casualidad, pero nada es casual. Estamos rodeados de seres de luz. Algunas veces, una simple caída, que aparentemente es algo negativo, puede encerrar una enseñanza de algún guía que te está diciendo que pares y no sigas por ese camino.
Después de varios días tuve otra visita. Esta vez era alguien que no conocía. Me decía que había sido un filósofo espiritual y sabio de la astronomía. Había vivido en la misma época y coincidido con Yeshúa y María de Magdala, pero él venía de Europa. Se hacía llamar Gaspar y sus habilidades para conectar con los seres de luz le habían hecho ir hasta Jerusalén. Me contó que a raíz de su viaje se crearon muchas leyendas de diferentes estilos y que la más conocida era la de los Reyes Magos. Eso me hizo recordar que, en esos días previos a su visita, yo todo el tiempo había estado teniendo visiones de ellos y no paraba de encontrarme cualquier tipo de imagen, texto o fotografía que tenía que ver con ellos. No solo se acercaban las Navidades, sino que su nombre se me iba apareciendo de diferentes maneras, en personas que iba conociendo, libros, revistas o películas e incluso en cuadros de pinturas que fui encontrando por «casualidad». Según Gaspar, las leyendas siempre contienen algo de verdad y en este caso había tres cosas que eran ciertas. Una era que el cometa y los seres de luz le habían guiado hasta Yeshúa, María de Magdala y los demás, la segunda que ocurrió el 5 de enero y la tercera que venía de Europa.
Lo curioso de Gaspar fue que no me vino a hablar de Yeshúa, sino de Agartha. Igual que de la Atlántida, había leído relatos fantásticos sobre ella, la tierra hueca. Cuenta la leyenda que se trata de un reino formado por numerosos corredores subterráneos que conectan ciudades situadas bajo la tierra habitadas por seres muy avanzados que guardan el rumbo de la evolución del planeta.
Gaspar me habló de ese mundo que está bajo la tierra, pero que no es un mundo físico. En él habitan espíritus libres o conciencias que no son seres de luz. Algunos de ellos se agrupan y otros van por libre,