año 2020
EL ARCÁNGEL
METATRÓN
Y OTROS SERES DE LUZ
ARANTZA IBARRA BASÁÑEZ
Título original: Año 2020. El Arcángel Metatrón
y otros seres de luz.
Primera edición: Febrero 2020
© 2020 Editorial Kolima, Madrid
www.editorialkolima.com
Autor: Arantza Ibarra Basáñez
Dirección editorial: Marta Prieto Asirón
Maquetación de cubierta: Sergio Santos
Maquetación: Lucía Alfonsín Otero
ISBN: 978-84-18263-72-9
Impreso en España
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1. Año 2012
La primera vez que tuve consciencia de que uno de mis sueños no tenía nada que ver con los demás fue el 21 de septiembre del año 2012. Esa noche noté que ese sueño tenía un mensaje oculto. Pero ¿cuál? Me ha costado ocho años poder entenderlo, pero al final he conseguido llegar a la respuesta.
A lo largo de este camino, constantemente me han guiado y enseñado cosas que nunca me hubiera imaginado. Algunas veces he necesitado recorrer el mismo punto desde diferentes perspectivas para poder entenderlo, otras veces simplemente no era el momento adecuado y no estaba preparada para comprenderlo.
El año 2012 fue un año complicado. No sabía por qué, pero me costaba andar sin perder el equilibrio. Los médicos no podían emitir ningún diagnóstico porque mis oídos estaban perfectamente, no había síntomas de vértigo. Las cervicales, como las de muchas otras personas que trabajan sentadas frente al ordenador, estaban un poco resentidas... ¿Tanto podían influirme a la hora de moverme por el mundo?
El simple hecho de levantarme de la cama o del sofá y salir a la calle me suponía un gran conflicto. Probé el yoga, la meditación, las flores de Bach, los registros akhásicos, mantras y un sinfín de terapias alternativas porque la medicina tradicional, a pesar de reconocer que el desequilibrio existía, no encontraba ningún atisbo de dolencia.
Siempre había sido un placer caminar por el paseo de la ría de Bilbao, pero ese año hacerlo se estaba volviendo cada vez más tortuoso. Intentaba ir pegadita a los bancos por si me caía. Caminar encorvada era lo único que me daba un poco de tranquilidad porque así estaba más cerca del suelo.
Aparte de las terapias mencionadas, probé con un osteópata, un fisioterapeuta, un quiropráctico, un reflexólogo. También con la acupuntura, la hipnosis, las constelaciones familiares y, cómo no, con un psicólogo. Siempre he creído que ir al psicólogo puede ser efectivo para la ansiedad, la depresión, el estrés y en general para tener una buena salud mental. Eso sí, es muy importante caer en buenas manos. Yo pasé por varios psicólogos diferentes y me costó conseguir estar a gusto con alguno.
Todo en general me ayudó y puedo decir que, aunque no me curasen el desequilibrio que sentía al caminar, sí consiguieron calmar mi ansiedad. El desequilibrio se fue solo, pero el porqué no lo entendí hasta más adelante.
2. El sueño
Recuerdo como si fuera hoy mismo que dormía en mi cama y a eso de las cinco de la mañana empecé a abrir un ojo. Me pareció sentir que había alguien allí y cuál fue mi sorpresa al descubrir que se habían juntado veinticuatro señores mayores a lo largo de mi cama. Todos me miraban fijamente. Abrí los dos ojos y vi que estaban vestidos con túnicas blancas. Algunos tenían barba blanca, otros eran calvos, otros llevaban bigote, pero todos tenían el pelo muy blanco. Me miraban muy serios y sentí que me querían decir algo. Notaba que era algo importante que me iba a cambiar la vida. También sabía que me darían consejos muy sabios. La verdad es que el tiempo discurría muy lentamente. A algunos señores les notaba que estaban muy preocupados y eso me angustiaba, pero no sabía cuál era el motivo real de sus preocupaciones y de repente desperté. Miré por todos lados y no había nadie. Solo mi pareja, que dormía plácidamente.
Ese 21 de septiembre del 2012 se me quedó grabado y no había un día en que no me preguntara qué me querrían decir.
A finales del año, mi pareja decidió romper la relación y estuve mucho tiempo pensando que esos señores mayores me estaban avisando de esa ruptura. ¡Qué equivocada estaba!
3. Dormida
En el año 2013, poco a poco empecé a estabilizarme; las terapias alternativas y una psicóloga me ayudaron bastante, pero el estrés empezó a invadir mi cuerpo con tanta fuerza que no me di cuenta de ello hasta muy tarde.
El 2014 fue el punto más álgido en cuestiones de trabajo y eso iba muy a la par con el desgaste energético que suponía. No tenía tiempo para mí y mucho menos para sentir y hacer caso a lo que estaba sucediendo.
Nuevas ilusiones, nuevos proyectos y sobre todo trabajo y trabajo era lo que tenía en mente y eso implicaba no prestar atención a lo que me estaba ocurriendo. Intentaron pararme con una úlcera, una rotura de muñeca, de costillas, una hernia de hiato, pero yo seguía dormida en esa dinámica en la que me había sumergido, y así llegó el 2015.
Compaginar dos trabajos, nuevos proyectos, familia, amigos y vida social estaba siendo frenético, pero sobre todo cuando hay algo dentro de ti que te está frenando. Cada vez me notaba más y más agotada, pero el poco tiempo que tenía de ocio quería dedicarlo a conocer nuevos sitios y aparcaba el cansancio y el desgaste para luego.
Ese septiembre del 2015, unos análisis de sangre rutinarios me hicieron parar de golpe. Estaba a punto del desmayo con una anemia de caballo que según el médico requería una transfusión y una ferritina de libro. En palabras textuales del médico, «era una vampira andante».
A raíz de ese parón, tuve tiempo de ir a los médicos especialistas y descubrir que tenía miomas. De ahí que ese desangrar continuo hubiera podido conmigo.
El tiempo se detuvo en todos los sentidos y ya no tenía tiempo para nada ni para nadie. Simplemente quería estar conmigo misma y escucharme.
4. El despertar
Nunca olvidaré la palabra que apareció en mi mente. Esos últimos meses del 2015 los dediqué a meditar y a aprender las runas y radiestesia mientras esperaba que mi periodo desbocado cesara para que por fin me pudieran hacer una biopsia.
En una de esas meditaciones, estaba tranquilamente en mi habitación cuando apareció su nombre. Era la primera vez que leía ese nombre y no sabía lo que significaba. Cogí mi móvil, lo escribí en un buscador y esperé a ver los resultados.
El buscador hablaba de un gran cometa que había aparecido en septiembre del 2012 y había colisionado con el Sol en noviembre del 2013. Pero ¿qué tenía que ver ese cometa conmigo? ¿Por qué se me había aparecido su nombre?
Aun así me maravilló que la palabra que había aparecido en mi cabeza existiera y que fuera un cometa de verdad. Siempre me habían interesado los planetas, las estrellas y todo lo relacionado con el espacio.
«Ison» era desde entonces