Corazones en llamas. Marie Ferrarella. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Marie Ferrarella
Издательство: Bookwire
Серия: Julia
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788413750989
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      Editado por Harlequin Ibérica.

      Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Núñez de Balboa, 56

      28001 Madrid

      © 2000 Marie Rydzynski-Ferrarella

      © 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Corazones en llamas, n.º 1144- enero 2021

      Título original: Tall, Strong & Cool Under Fire

      Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

      Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

      Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

      Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

      ® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

      ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

      Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

      Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

      Todos los derechos están reservados.

      I.S.B.N.: 978-84-1375-098-9

      Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

      Índice

       Créditos

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Capítulo 12

       Si te ha gustado este libro…

      Capítulo 1

      ERES bombero?

      La voz de niña lo tomó por sorpresa. Bryce Walker se volvió del recién lavado camión cisterna y la vio. Era completamente adorable y estaba igual de completamente fuera de lugar.

      De todas formas, la sonrió.

      La pequeña, vestida con un mono rosa con flores blancas, estaba de pie en la entrada del cuartelillo de bomberos. Tenía las manos en los bolsillos, como alguien que no tuviera nada mejor que hacer esa mañana. Lo miraba como esperando una respuesta.

      —Sí, lo soy.

      Bryce se acercó a ella y puso una rodilla en tierra para que no hubiera tanta diferencia de altura entre ellos. Miró a su alrededor por si veía a alguien con aspecto de padre o persona mayor a cargo de la niña.

      Pero no había nadie. Estaba claro que la niña estaba sola y no tenía miedo de nada.

      En ocasiones, Bryce había dado charlas sobre seguridad en los colegios de la localidad. La pequeña parecía demasiado joven como para ir al colegio. Debía tener unos cuatro o cinco años. La inteligencia se reflejaba en sus ojos azules.

      Por la forma en que lo estaba mirando, estaba muy claro que lo consideraba su igual en todo. Entonces la niña miró el camión.

      —¿Te dejan conducir el camión?

      La esperanza que se oía en la voz de la niña lo hizo sonreír. Contuvo la risa cuando pensó en Alex. Un bombero veterano que siempre actuaba como si el camión fue de su propiedad privada y que antes caminaría sobre brasas que permitiría que alguien se pusiera tras el volante.

      —No, me temo que no.

      La pequeña asintió.

      —Mi mamá tampoco me dejaría conducirlo a mí.

      Esa le pareció a Bryce la oportunidad perfecta para tratar de averiguar algo de la niña.

      —¿Y dónde está tu mamá?

      La pequeña no respondió y se acercó al camión. Lo hizo con mucho cuidado, como si fuera un ser vivo que fuera a salir corriendo si no tenía mucho cuidado.

      —En casa.

      A Bryce le dio la impresión de que su pequeña visitante iba a dar unos cuantos problemas a alguien cuando fuera un poco más mayor. Le deseó suerte a cualquier hombre que se enamorara de ella en el futuro. La iba a necesitar.

      —¿Y dónde está tu casa?

      La niña se detuvo y lo miró por encima del hombro, tristemente.

      —Ya no en Dallas.

      La niña suspiró con ganas y luego dio la vuelta al camión, inspeccionándolo con más atención que el jefe de bomberos.

      —Nos hemos mudado.

      Ella era demasiado joven como para ser una embaucadora, ya que esa habría sido la palabra que él habría utilizado si fuera una adolescente, pero aun así, empezó a sentirse atrapado.

      —¿A dónde?

      La niña pasó la mano por el capot del camión y a él le dio la impresión de que lo estuviera acariciando.

      —Aquí.

      —¿Aquí? ¿En mi cuartelillo de bomberos?

      La niña se rio de una forma tan contagiosa que a él le costó no acompañarla.

      —No, tonto. En Bedford.

      —¿Y sabes dónde en Bedford?

      La niña se lo pensó.

      —En nuestra casa, por supuesto. Mamá, la abuela y yo. Mamá dice que es de las tres. A partes iguales.